Juan Manuel Velasco: la ejemplaridad
"El hombre verdaderamente ejemplar", escribi¨® Ortega, "no se propone nunca serlo". A?ad¨ªa que, como obedeciendo a una exigencia de su organismo, ese hombre se entrega con pasi¨®n a alguna actividad y que, sin propon¨¦rselo, alcanza en ella cierto grado de perfecci¨®n. Conocemos muy pocos hombres en nuestra vida que sea aut¨¦nticamente ejemplares: en la m¨ªa, y por lo que enseguida dir¨¦, Juan Manuel Velasco fue uno de ellos, y lo fue, adem¨¢s, en todos y cada uno de los d¨ªas en que, a lo largo de cuatro a?os (1986-1990), trabaj¨¦ bajo su direcci¨®n, ¨¦l como director general del Libro y Bibliotecas, yo como director de la Biblioteca Nacional.Porque bibliotecas y libros fueron la actividad a la que Juan Manuel Velasco se entreg¨® con pasi¨®n y en la que, como corresponde a su ejemplaridad, alcanz¨® su grado de perfecci¨®n: la reforma de la Biblioteca Nacional y la construcci¨®n de un n¨²mero alto de espl¨¦ndidas bibliotecas p¨²blicas (Oviedo, Lugo, Valladolid, Salamanca, Madrid) fueron en gran medida -y as¨ª debe saberse- obra suya. Y obra, dig¨¢moslo r¨¢pido, que respond¨ªa a convicciones profundas, a una visi¨®n ambiciosa, y si se me apura, trascendente: Juan Manuel Velasco centr¨® en el mundo del libro y de las bibliotecas su pasi¨®n por la reforma intelectual y pol¨ªtica de Espa?a, hizo de ellas el instrumento para la afirmaci¨®n misma de la democracia en nuestro pa¨ªs. Juan Manuel Velasco fue hombre que ejerci¨® como pocos (valga el testimonio de toda la Biblioteca Nacional) cualidades como la cortes¨ªa, la simpat¨ªa y la consideraci¨®n. Tampoco eso era (o fue) gratuito o casual: son opciones morales decisivas; lo fueron, desde luego, para Juan Manuel Velasco.
No compart¨ª su ¨²ltima (pues fue cesado por ello) actuaci¨®n como director general, la firma de un documento contra la participaci¨®n espa?ola en la guerra del Golfo, en 1991. Pero me habr¨ªa decepcionado si no lo hubiera hecho. Porque Juan Manuel Velasco crey¨® que deb¨ªa actuar movido ¨²nicamente por su conciencia. Lo hizo, adem¨¢s, sin petulancia ni ligereza, con serena discreci¨®n, con aquel dulce encanto con que encubr¨ªa su tenacidad, su firmeza, su voluntad, sus limpias convicciones.-
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