Sin argumentos
Al observar c¨®mo el ministro de Educaci¨®n despide a un maestro, funcionario del MEC, por negarse a realizar el servicio militar y a colaborar con el fraude social de la prestaci¨®n sustitutoria, usando para ello la misma ley que Franco promulg¨® para expulsar de la Administraci¨®n a Arang¨²ren, Tierno y Garc¨ªa Calvo y a otros cientos de dem¨®cratas molestos para el r¨¦gimen (El PA?S, 26 de enero de 1996), uno no puede menos que sentir la misma rabia e indignaci¨®n que en aquellos tiempos de dictadura probablemente sentir¨ªan ante las ¨¢rbitrariedades del dictador los q¨²e ahora nos gobiernan. Cuando en un Estado que se dice democr¨¢tico y de derecho existen decenas de miles de j¨®venes y no tan j¨®venes que desobedecen consciente y pac¨ªficamente una ley que les impone penas de c¨¢rcel y de expulsi¨®n de sus trabajos es que algo grave sucede: est¨¢n se?alando con su actitud de desobediencia civil -la misma que mantuvo M. Luther King en los a?os sesenta para protestar por las leyes que discriminaban a los negros en los Estados Unidos- un profundo d¨¦ficit democr¨¢tico del Estado: en este caso, el anacronismo y la injusticia de una ley que obliga a los mozos a dedicar nueve meses de su vida a algo que a estas alturas de la educaci¨®n y del siglo XX ya casi nadie, y mucho menos ellos, acierta a comprender.
Y uno, que como el maestro expulsado tambi¨¦n se dedica a la docencia en un instituto, y que siguiendo los principos de Educaci¨®n para la Paz que el propio ministerio expone en la LOGSE intenta inculcar a sus alumnos que la desobediencia civil es una actitud pac¨ªfica de protesta ante las injusticias, se siente muy mal por dentro. Porque frente a casos as¨ª nos quedamos sin argumentos cuando los chavales nos preguntan c¨®mo es posible que uno de sus profesores sea expulsado por llevar a la pr¨¢ctica lo que le mandan ense?arles. Y porque mientras tanto miles de j¨®venes, siguen sufriendo en la mili y, otros miles intentan ser introducidos con calzador, por culpa de la prestaci¨®n sustitutoria, en un, mercado de trabajo con un ¨ªndice de paro juvenil alt¨ªsimo, ocupando puestos de trabajo reales. Uno se pregunta cu¨¢nto falta todav¨ªa para que la transici¨®n a la verdadera democracia finalice de una vez.-
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