Al rescate de los hermanos
Particip¨¦ en una misi¨®n de Hermanos al Rescate en junio de 1994. Luego de tres horas de vuelo en una avioneta m¨ªnima, avistamos una peque?¨ªsima embarcaci¨®n perdida como una aguja en el infinito pajar azul del estrecho (de la Florida. En ella navegaban a la deriva 16 cubanos que hab¨ªan optado por erribarcarse en aquella aventura antes de seguir viviendo como ciudadanos de segunda en su propia tierra. La avioneta, pilotada por un voluntario de Hermanos al Rescate, se mantuvo dando vueltas alrededor de la balsa a lo largo de otras dos horas interminables. Nuestra peque?a nave era un, faro, una se?al, un punto de referencia para el helic¨®ptero que hab¨ªamos llamado y que apareci¨® finalmente para rescatar a los 16 hombres, mujeres y ni?os que, con toda justicia, podemos considerar n¨¢ufragos.No olvidar¨¦ jam¨¢s aquella experiencia, ni tampoco la entrevista que le hice despu¨¦s a Jos¨¦ Basulto, presidente fundador de Hermanos al. Rescate. Ex miembro de la Brigada 2506, que protagoniz¨® la invasi¨®n de Playa Gir¨®n en abril de 1961, Basulto es, sin embargo, un hombre sin odio, que ha salvado o contribuido a salvar a miles de cubanos de la muerte, obsesionado por la esperanza de tina Cuba independiente y democr¨¢tica. Su mayor orgullo es, justamente, el car¨¢cter independiente de la organizaci¨®n que preside. Su voz vibraba de entusiasmo al leerme algunas de las miles de cartas que obran en su poder, donde cubanos humildes del exilio dejaban constancia de su apoyo moral y de su contribuci¨®n econ¨®mica al sostenimiento de Hermanos al Rescate.
"No le debemos nada al Gobierno norteamericano", me dijo. A rengl¨®n seguido pas¨® a relatarme que en una oportunidad le hab¨ªan solicitado unas avionetas al Gobierno de Richard Nixon y ¨¦ste les hab¨ªa denegado el pr¨¦stamo. "Mejor", concluy¨®, "esa negativa nos permiti¨® demostrar que somos capaces de hacer las cosas entre cubanos". Otro de sus motivos de orgullo es que Hermanos al Rescate no forma parte de ninguna de las organizaciones pol¨ªticas del exilio, sino que responde m¨¢s bien al clamor de la mayor¨ªa silenciosa de Miami, deseosa de que el fin del castrismo signifique el comienzo de la reconciliaci¨®n, no el inicio de una era de venganzas.
Ahora que el Gobierno de La Habana procedi¨® a abatir fr¨ªamente a dos avionetas de Hermanos al Rescate, asesinando, no hay otra palabra para calificar el hecho, a cuatro j¨®venes tripulantes, uno no puede menos que preguntarse sobre las razones que informaron el crimen. A¨²n si concedemos que las susodichas avionetas sobrevolaban el espacio a¨¦reo c ubano, es evidente que no iban armadas y que no significaban ning¨²n peligro militar para la isla. Es evidente, asimismo, que las Fuerzas A¨¦reas de Castro contaban con poder m¨¢s que suficiente para haberlas obligado a aterrizar.
El propio ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno cubano, Roberto Robaina, ha dado una respuesta terrible a nuestra angustia al dejar establecido, con aterrador cinismo, que para ellos hay "un terrorismo de armas y un terrorismo de alrnas" (EL PA?S, 27 de febrero). O sea, que los j¨®venes fueron asesinados pura y simplemente por el intento de promover sus ideas.
Pero hay algo m¨¢s, mucho peor inclusive. El verdadero objetivo de ese cu¨¢druple asesinato no es otro que el de obligar a Clinton a alinearse con la pol¨ªtica republicana con respecto a Cuba, justamente en los momentos en que una normalizaci¨®n de las relaciones con Estados Unidos hab¨ªa empezado a abrirse paso. S¨®lo Castro pudo haber dado la orden de disparar, es a ¨¦l a quien m¨¢s conviene alimentar el clima de histeria y odio en que asienta su poder omn¨ªmodo; tristemente, sin embargo, todos los cubanos tendremos que pagar por ello. Me parece imprescindible destacar, justamente ahora, que la pol¨ªtica de mano tendida hacia el pueblo cubano debe mantenerse, que la supresi¨®n de las comunicaciones y de los env¨ªos de dinero no afectan a Castro y su nomenklatura, sino a los cubanos de a pie, dentro y fuera de la isla. Dicho en otros t¨¦rminos, el embargo no debilita a Castro; m¨¢s bien facilita su delirio de encerrar a los cubanos en su c¨¢rcel personal, en su fortaleza sitiada.
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