Unidad monetaria en el filo de la navaja
Parece improbable que pudieran darse las tres cosas a la vez: una moneda ¨²nica, en los plazos fijados y, en las condiciones acordadas. Si se mantienen tiempos y condiciones, dif¨ªcilmente habr¨¢ moneda ¨²nica; si la alcanzamos, es porque se retrasa la entrada en vigor, o bien se baja el list¨®n de lo acordado.Por ahora son pocos, aunque en r¨¢pido ascenso, los que han abandonado la meta de una moneda ¨²nica y se adhieren a la tesis brit¨¢nica de congelar el proceso de integraci¨®n en la etapa alcanzada, desde el supuesto de que un mercado ¨²nico tambi¨¦n podr¨ªa funcionar con 20 o m¨¢s monedas, con la ventaja de que, libres ya de la necesidad de montar estructuras de poder supranacionales, quedar¨ªa garantizada la soberan¨ªa de cada Estado. Si se consiguiera el milagro de una coordinaci¨®n de monedas, sin dejar resquicio para pol¨ªticas arriesgadas, dentro de una convergencia real en aumento, a¨²n habr¨ªa que pagar un precio por la diversidad de monedas, pero no se entender¨ªa el por qu¨¦ en tan ¨®ptimas condliciones no se pasa a una sola. Si se deja autonom¨ªa a los Estados para realizar su propia pol¨ªtica monetaria, las oscilaciones que se seguir¨ªan en el cambio de divisas se incrementar¨ªan por la especulaci¨®n -por otro lado, consustancial con el mercado -con una tendencia a la inestabilidad, a la larga incompatible con un mercado ¨²nico qu¨¦ realmente funcione.
Si se mantiene la meta de la unidad monetaria y se baja el list¨®n de las actuales condiciones para que pueda llevarse a t¨¦rmino en los plazos previstos, a los no pocos imponderables que ya de por s¨ª conlleva el establecimiento de una moneda ¨²nica, habr¨ªa que sumar un riesgo a?adido de inflaci¨®n que de ning¨²n modo pueden permitirse los pa¨ªses pilotos con monedas estables y que, desde luego, a todos perjudicar¨ªa. El que el acceso a la moneda ¨²nica lo pag¨¢semos con una inflaci¨®n alta podr¨ªa acabar con todo el proceso de unificaci¨®n. No queda m¨¢s que agarrarse a la posibilidad de un aplazamiento, pero comporta el peligro de que podr¨ªa ser indefinido, pues, nada garantiza que con el mero paso del tiempo aumente la convergencia. Y s¨ª los Gobiernos comprueban que siempre cabe un nuevo plazo para reducir el d¨¦ficit, se har¨¢ tan lentamente que al final la unidad monetaria quede para las calendas griegas.El pron¨®stico sobre la entrada en vigor de una moneda europea se hace todav¨ªa m¨¢s incierto si se observa que- una de las causas que lo hacen imprescindible -la hegemon¨ªa de una Alemania unida, dentro de un mercado ¨²nico- es a la vez la que ha originado las mayores dificultades, id haber tenido el Bundesbank (banco central alem¨¢n) que subir los intereses, con el fin de atajar la inflaci¨®n que hubiera producido los costos desorbitados de la unificaci¨®n alemana.
El desmoronamiento en septiembre de 1992 del Sistema Monetario Europeo, si, por un lado, confirma la necesidad insoslayable de una moneda ¨²nica, por otro la ha hecho mucho m¨¢s dif¨ªcil al haberse desplomado su principal instrumento de acceso. Desde la unificaci¨®n de las dos monedas alemanas en julio de 1990, con una supervaloraci¨®n del marco oriental, s¨®lo asumible pol¨ªticamente, han ido en aumento las divergencias entre el canciller Helmut Kohl y el Bundesbank, hasta el punto de que no se desvanece la sospecha de que haya terminado por pasarse al frente de los que se oponen al establecimiento de una moneda ¨²nica. Entre otras razones, por aqu¨¦lla tan elemental de que ninguna instituci¨®n trabaja a favor de su extinci¨®n y, aunque el futuro Banco Central Europeo haya sido dise?ado sobre el modelo del banco alem¨¢n, no dejar¨ªa de ser otra instituci¨®n la que tomase el relevo.
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