El reportaje
Una revista que pagaba muy bien me encarg¨® un reportaje sobre un cuarto de ba?o, as¨ª que me met¨ª en el de unos amigos que se iban 15 d¨ªas de vacaciones y les ped¨ª que cerraran por fuera hasta su regreso. Aunque llevaba un excelente equipo de supervivencia, fue uno de los retos m¨¢s duros de mi vida profesional. Pero result¨® apasionante ver qu¨¦ clase de registros emocionales se ponen en marcha en una situaci¨®n l¨ªmite y sin otra ayuda que cuchillas de afeitar ro?osas o compresas con alas.Lo cont¨¦ todo. en ese reportaje, incluso lo de las hormigas que a ¨²ltima hora de la tarde transportaban enseres diminutos desde una rendija de la base del bid¨¦ a un agujero situado en la parte de atr¨¢s del retrete. Algunos lectores me reprocharon que me las hubiera comido, sin comprender que lo hice en un intento por entablar con ellas alg¨²n tipo de trato cuando ya hab¨ªan fallado todos los dem¨¢s sistemas de comunicaci¨®n. Una soledad alicatada hasta el techo es dur¨ªsima. Por las ma?anas la aliviaba aplicando la oreja a la rejilla del respiradero para escuchar las conversaciones entre la asistenta del quinto y la del s¨¦ptimo (yo viv¨ªa en el. sexto). Las dos estaban embarazadas, as¨ª que intercambiaban temores a trav¨¦s del sistema de ventilaci¨®n. Te pon¨ªa los pelos de punta escuchar los disgustos que les proporcionaban esos hijos todav¨ªa inexistentes, pues daban por supuesto que se entregar¨ªan a la droga, por lo que ya hab¨ªan pedido plaza, en un centro de desintoxicaci¨®n.
Finalmente, se negaron a. publicar el reportaje porque el redactor jefe insisti¨® en que era un poco duro para una revista de decoraci¨®n, as¨ª que se lo regal¨¦ a las asistentas, pensando que les gustar¨ªa verse retratadas por m¨ª. Lograron publicarlo con sus fotos en una revista parroquial, pero el caso es que todav¨ªa no me han pagado.
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