Australia decide hoy si acaba con 13 a?os de Gobierno laborista
No ser¨¢ la abstenci¨®n -inexistente en un pa¨ªs donde el voto es obligatorio-, sino el porcentaje de indecisos, superior al 5% del electorado, el que decida el resultado de las elecciones que se celebran hoy en Australia. Los seis puntos de ventaja que la coalici¨®n conservadora le sacaba hasta el jueves al Partido Laborista -lleva 13 a?os en el poder- muy bien podr¨ªan quedar neutralizados por la decisi¨®n de ¨²ltima hora de esa minor¨ªa de australianos que han sido incapaces, hasta momentos antes de abrirse los colegios electorales, de elegir entre el l¨ªder del Partido Liberal, John Howard, y el actual primer ministro, el laborista Paul Keating.
Son unas elecciones que pueden dar un vuelco esencial al futuro pol¨ªtico del pa¨ªs. Tras 13 a?os de laborismo, los australianos se preparan, seg¨²n todos los indicios, a darle una cordial despedida a su carism¨¢tico primer ministro, Paul Keating, de 52 a?os, por la raz¨®n esencial de no haber mantenido su promesa de reducir los impuestos. Aun as¨ª, el resultado de las urnas, a las que han sido convocados 11,5 millones de australianos, ser¨¢ un mero tr¨¢mite burocr¨¢tico tras m¨¢s de un mes de campa?a electoral de escaso impacto social. La elecci¨®n de los representantes sindicales en cualquier empresa espa?ola despierta m¨¢s emociones que la de los candidatos a cubrir los 148 esca?os de que consta la C¨¢mara de Representantes de Canberra.En las calles de las grandes ciudades, como Sidney y Melbourne, capitales de dos Estados (Nueva Gales del Sur y Victoria, respectivamente), donde vive m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n del pa¨ªs, no se ven pr¨¢cticamente carteles electorales. En Sidney, los ¨²nicos anuncios de proporciones dignas son los que hacen referencia al desfile de homosexuales y lesbianas que recorrer¨¢ hoy Oxford Street. En Melbourne, las ¨²nicas banderas desplegadas en las principales avenidas llevan los colores y el anagrama del Grand Prix de automovilismo que se celebrar¨¢ en la ciudad a mediados (le marzo. En un pa¨ªs de dimensiones gigantescas, y una densidad de poblaci¨®n de tan s¨®lo dos habitantes por kil¨®metro cuadrado, la voz de los partidos pol¨ªticos dif¨ªcilmente puede escucharse en m¨ªtines o concentraciones de masas.No obstante, y pese a la ausencia de grandes debates ideol¨®gicos, la campa?a electoral no ha estado exenta de esc¨¢ndalos. El ¨²ltimo de todos, en el que se ha visto envuelto el ministro federal del Tesoro, Ralph Willis, hubiera provocado un cierto revuelo internacional si en vez de haber ocurrido en Australia se hubiera producido en el Reino Unido, por poner un ejemplo europeo. Willis denunci¨® a la coalici¨®n Liberal-Nacional mostrando cartas en las que destacados cargos conservadores dejaban clara la intenci¨®n del partido, caso de alcanzar el poder, de recortar dr¨¢sticamente los fondos que el Gobierno federal destina a los Estados. Desgraciadamente para Willis, las cartas, llegadas a su despacho en un an¨®nimo sobre marr¨®n, resultaron ser burdas falsificaciones y el esc¨¢ndalo parece haber da?ado seriamente la opci¨®n laborista.
Aun as¨ª, muchos esperan un milagro de ¨²ltima hora que permita a Keating, un pol¨ªtico nato que ha ocupado cargos diversos durante los ¨²ltimos 27 a?os de su vida, mantenerse en la Residencia (nombre del domicilio oficial de los jefes de Gobierno australianos) otros tres a?os. Nacido en Sidney, como su principal contrincante, el abogado de 51 a?os John Floward, Keating ha pulido su imagen sindicalista hasta convertirse en un l¨ªder exquisito, devoto de la m¨²sica de Mahler y del mobiliario franc¨¦s.
En 1993, Keating remont¨® una situaci¨®n adversa, con las encuestas de opini¨®n divididas entre el partido del Gobierno y la oposici¨®n. Esta vez, sin embargo, la distancia es mayor y un cierto cansancio parece afectar al electorado.
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