?Por cu¨¢nto tiempo?
La r¨¢pida transformaci¨®n de Espa?a, al fin completamente integrada en Europa, y las cualidades excepcionales de Felipe Gonz¨¢lez explican que la victoria de la derecha se haya producido m¨¢s tarde en Espa?a que en los dem¨¢s pa¨ªses. Australia acaba de seguir la misma evoluci¨®n, despu¨¦s de un Gobierno socialdem¨®crata tambi¨¦n largo. En todas partes acaba el periodo socialdem¨®crata, aquel en el que la mayor¨ªa de los europeos pensaba que la apertura econ¨®mica y el progreso social eran las dos piernas con las que andaba la construcci¨®n europea. ?Qu¨¦ lejos est¨¢ de nosotros este sue?o! En todos los pa¨ªses vivimos la disociaci¨®n entre la econom¨ªa liberalizada y globalizada y las demandas sociales frustradas. El progreso t¨¦cnico acrecienta el paro; las exigencias de los criterios de Maastricht son obst¨¢culos para una pol¨ªtica de crecimiento, y la gran mayor¨ªa de los empleos creados son precarios. En cuanto a la Europa pol¨ªtica, ?qui¨¦n osa hablar de ella? La opini¨®n p¨²blica es indiferente a la cercana conferencia intergubernamental de Tur¨ªn y la incapacidad de los europeos a la hora de imponer una soluci¨®n en Bosnia impide creer que las grandes ambiciones de Jacques Delors se har¨¢n realidad en un futuro previsible.El agotamiento del modelo socialdem¨®crata, incluso en Alemania, acarrea la ca¨ªda de la mayor parte de los Gobiernos de izquierda, aun cuando hayan comprendido, como en Espa?a, las exigencias de la econom¨ªa intemacional. La corrupci¨®n, los esc¨¢ndalos, s¨®lo son un s¨ªntoma de esta crisis propiamente pol¨ªtica. Si el pueblo tuviera confianza en el programa socialdem¨®crata estar¨ªa satisfecho de que el jefe (le Gobierno expulsara, como ha hecho, a las manzanas podridas.
Pero lo que este s¨ªntoma nos, revela es que el sentido del voto espa?ol es el fin del Gobierno socialista, y no la victoria, muy limitada, de un programa de derecha que sigue estando muy vagamente definido. La mayor¨ªa ha perdido confianza en un cierto tipo de control social de la econom¨ªa; lo elimina, lo que da el poder al PP, que se define casi ¨²nicamente por su rechazo de este modelo, en efecto agotado. Pero sin que el voto indique que esta mayor¨ªa aprueba positivamente un modelo puramente liberal; es decir, en el que la econom¨ªa est¨¢ lo menos controlada posible por el poder pol¨ªtico y las negociaciones sociales.
Esto es todav¨ªa m¨¢s cierto porque la derecha llega al poder en Espa?a en un momento en que, en toda Europa, el problema no es entrar en el liberalismo, sino salir de ¨¦l. ?Cu¨¢les son las principales preocupaciones de los electores? El paro o la precariedad del empleo, las amenazas que pesan sobre la Seguridad Social o sobre el nivel de los salarios. ?Y qui¨¦n cree hoy d¨ªa que una mayor flexibilidad y una apertura a la competencia, van a reactivar lo bastante la econom¨ªa como para que retroceda el paro? Los alemanes, que firman un pacto por el empleo entre empresarios y sindicatos, lo saben mejor que nadie, pero los portugueses y los propios espa?oles aprueban acuerdos an¨¢logos, y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar seguir¨¢ en esto los pasos de Felipe Gonz¨¢lez. En Gran Breta?a, la propia patronal propone la reactivaci¨®n del consumo por medio de los salarios.. En Francia, Jacques Chirac lo llev¨® al programa liberal de Edouard Balladur porque convenci¨® a una parte del electorado, en. especial a la izquierda, de que ten¨ªa un programa social, y la opini¨®n p¨²blica se volvi¨® contra ¨¦l cuando descubri¨® que manten¨ªa el programa liberal de su predecesor.
Por ¨²ltimo, ?no es el caso m¨¢s interesante el de Italia, cuyo sistema pol¨ªtico est¨¢ en ruinas, pero donde Silvio Berlusconi no logr¨® imponer su programa liberal, ni siquiera a?adiendo el nacionalismo de Forza Italia? Reagan y Thatcher abrieron el par¨¦ntesis liberal; hoy se trata de cerrarlo. El PP parece percatarse de ello, y da una imagen m¨¢s centrista que liberal de su futura acci¨®n. Sin embargo, es muy probable que el contenido social del pr¨®ximo Gobierno sea m¨¢s reaccionario que el de otros partidos de derecha europeos: una mezcla de liberalismo econ¨®mico moderado y de conservadurismo cultural. El Opus De? no tendr¨¢, quiz¨¢, toda la influencia que se le da, pero su imagen inquietante flota sobre la victoria del PP. ?No se ve, en un pa¨ªs de fuerte crecimiento econ¨®mico como Chile, ascender tambi¨¦n a esta clase de empresarios que reemplazan el nacionalismo a lo Thatcher por un moralismo conservador que pretende legitimar la marginaci¨®n de las clases populares y la defensa del enriquecimiento de los ricos?
La derecha espa?ola, es cierto, no pod¨ªa llegar, antes al poder, y Fraga Iribame tuvo la inteligencia de comprenderlo, pero eso no impide que llegue al poder demasiado tarde. Por consiguiente, su futuro depende menos de su capacidad para suavizarse y adoptar reformas sociales que de la capacidad de la izquierda para renacer de sus cenizas. Lo que en primer lugar quiere decir, evidentemente, hacer en sus filas la limpieza que necesita, pero sobre todo imaginar una nueva pol¨ªtica social. Esta debe estar definida por su contenido, como lo ha estado en Italia, por ejemplo, con Giuliano Amato. Hay que crear las condiciones de este crecimiento sostenible que la comisi¨®n Bruntland ha definido tan bien y a la que el Banco Mundial se adhiere. La pol¨ªtica de crecimiento debe incorporar cada vez m¨¢s factores indirectos, como la reconversi¨®n profesional, la formaci¨®n, etc¨¦tera, y, sobre todo, asociar estrechamente la solidaridad; es decir, disminuir las distancias sociales y aumentar las inversiones productivas. Eso quiere decir que debe ser m¨¢s realista econ¨®micamente, pero tambi¨¦n, y sobre todo, debe estar m¨¢s a la izquierda. Lo cual significa que los agentes principales de la defensa y elaboraci¨®n de esta pol¨ªtica deben ser los sindicatos.
La fuerza principal de Alemania es la de sus sindicatos; la mejor oportunidad de Italia es el proyecto de unificaci¨®n sindical, y la mayor debilidad de Francia es que FO y la CGT hayan podido aliarse en un programa de defensa corporativa indiferente a los problemas econ¨®micos. Aunque en los ¨²ltimos decenios la izquierda ha buscado alianzas o apoyos en el centro, debe avanzar a su izquierda, pero social y no pol¨ªtica. La construcci¨®n de un gran sindicalismo mediante la reunificaci¨®n de Comisiones Obreras y UGT deber¨ªa ser el objetivo principal del PSOE en la oposici¨®n. Pero s¨®lo son aparatos, hay que devolver la prioridad a la justicia social; es decir, a la reducci¨®n de las desigualdades. Esto exige tambi¨¦n que se reabra el debate intelectual, que la atenci¨®n se centre menos en los medios dirigentes y la actualidad pol¨ªtica y m¨¢s en la situaci¨®n social del pa¨ªs. S¨®lo con estas condiciones ser¨¢ posible el paso de la izquierda socialdem¨®crata agotada a una nueva forma de control social y pol¨ªtico de la econom¨ªa. Eso exige tambi¨¦n que se d¨¦ prioridad a los problemas nacionales sobre los europeos. Y es todav¨ªa m¨¢s cierto en el caso de Espa?a que en el de Alemania o Francia, ya que debe dominar sus problemas econ¨®micos y sociales antes de poder entrar en la moneda ¨²nica, algo que no es posible actualmente.
Nadie debe desear el fracaso del nuevo Gobierno; al contrario, se debe desear que su victoria y su pragmatismo lo ayuden no s¨®lo a volver la espalda al pasado, lo que muy probablemente har¨¢, sino a oponerse a nuevos modelos de control autoritarios y represivos de la sociedad. Sin embargo, en la actual crisis social, el futuro de Espa?a depende mucho m¨¢s de la capacidad de la izquierda para renovarse que de un hipot¨¦tico aggiornamento de la derecha.
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