Interrogantes del nuevo ciclo pol¨ªtico
El resultado electoral ha causado una profunda sorpresa que, sin embargo, lo tiene en cuenta una situaci¨®n ambiental que hab¨ªa sido anunciada con anterioridad. Dada la evoluci¨®n que se ven¨ªa produciendo hasta el verano era perfectamente imaginable que el PSOE perdiera, pero tambi¨¦n lo era que el PP no fuera capaz de ganar. Con el transcurso del tiempo las circunstancias han tendido a ratificar lo primero mientras que una buena campana y, sobre todo, un giro hacia el centro han permitido al PP obtener una victoria, aunque sea muy lejana a sus expectativas reales.Este resultado ha provocado una inmediata persecuci¨®n de los responsables de empresas de encuestas. Por descontado, ese g¨¦nero de caza mayor resulta m¨¢s digno que el tiroteo contra el ciudadano, organizado por parte de quienes, en los medios de comunicaci¨®n, no s¨®lo daban por descontados los resultados, sino que estaban dispuestos a administrarlos pasando su factura como ex combatientes. Ante la urna descargada de su peso de papel s¨®lo es imaginable una actitud de sagrado respeto. Pero sucede que las encuestas se han equivocado menos de lo que puede parecer. La medici¨®n de las oscilaciones en la intenci¨®n de voto no debiera hacer olvidar cu¨¢les son las actitudes m¨¢s de fondo respecto de la pol¨ªtica por parte de los espa?oles. En el sustrato de su posici¨®n hay un vac¨ªo afectivo creciente respecto del funcionamiento de los actores principales de la democracia. Eso es m¨¢s importante que la decisi¨®n concreta del voto que muchos tardan en tomar, otros no quieren revelar y no pocos adoptan de manera vergonzante. De nada sirve intentar buscar en el alma de los electores olvidando que esa realidad conduce, al final, a optar. por el mal menor, cuando no a votar en contra del vencedor o de las mismas encuestas. En estas elecciones los indecisos se han comportado de la forma predecible y, adem¨¢s, no habr¨ªa que desde?ar el elevado porcentaje de voto en blanco y nulo. ?ste revela una desafecci¨®n profunda a aceptar los t¨¦rminos mismos en que se planteaba la contienda electoral. Algo parecido sucedi¨® en el refer¨¦ndum sobre la OTAN en el que este g¨¦nero de voto fue todav¨ªa bastante m¨¢s nutrido. Alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que volver sobre la urgencia de plantearse la forma de hacer la pol¨ªtica en Espa?a. Por el momento baste con constatar que lo que el sistema pol¨ªtico ofrece a los ciudadanos est¨¢ muy por debajo de lo que resultar¨ªa necesario y tambi¨¦n de lo que nos merecemos. Otra cuesti¨®n es que no parezcamos dispuestos a mejorar esta situaci¨®n con nuestra participaci¨®n a trav¨¦s de las estructuras existentes.
Los resultados hacen adivinar un futuro de inestabilidad y fragmentaci¨®n en que ninguna decisi¨®n importante podr¨¢ ser tomada por quienes tengan la responsabilidad del Gobierno y en que todos los actores pol¨ªticos pueden encontrar motivos para cambiar lo m¨ªnimo posible, o, lo que es lo mismo, practicar el anquilosamiento. Nunca una derrota ha sido recibida con tanto regocijo por el perdedor como la del PSOE en estas elecciones. Jam¨¢s admitir¨¢ que son las circunstancias existentes (incluida la relativa debilidad del antagonista) las que le han permitido mantener el tipo en la recta final. Pero es, sin duda, as¨ª. Felipe Gonz¨¢lez, con estos resultados, no va a salir muy airoso del Gobierno ni le ha faltado una semana o un debate para conseguir la victoria, sino que le ha sobrado una larga ristra de errores inaceptables. Barrionuevo tampoco ha lavado sus culpas en el Jord¨¢n del 3 de marzo. La direcci¨®n socialista debiera pensar, m¨¢s que en hacer objeto del mismo g¨¦nero de ataques a Aznar que los prodigados contra ella desde el PP o en conquistar alguna parcela complementaria de poder con IU, en la urgente necesidad de renovaci¨®n. El alivio temporal no debiera hacer olvidar que ahora, en la oposici¨®n, le toca pensar en convertirse en relevo y eso no lo tiene nada f¨¢cil.
El PP debiera pensar hoy en d¨ªa en la par¨¢bola evang¨¦lica de los talentos. El que se empe?a en conservar lo que tiene no arriesgando nada al final acaba por quedarse con menos de lo que guard¨® en el bolsillo. El que hace una pol¨ªtica tan reduplicativamente profesional que reduce el mensaje a la nada, al final queda condenado a unos resultados electorales insuficientes. Ahora se descubren los inconvenientes de haber dicho poco y no haber siquiera aceptado un debate. El camino del PP hacia el centro ha sido aut¨¦ntico, pero demasiado tard¨ªo y le ha faltado consistencia program¨¢tica y sinceridad en la exposici¨®n.
Aun as¨ª ha llegado el momento en que el cambio por el que se ha votado en Espa?a, con unos m¨¢rgenes limitados y precisos, se traduce de manera clara en la realidad. Ahora la derecha sociol¨®gica de nuestro pa¨ªs puede tener dos tentaciones igualmente detestables: ahorcar encuestadores y poner en la picota a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar como candidato. Pero el respeto m¨¢s estricto al voto exige, por parte de todos, conceder un amplio grado de confianza a aqu¨¦l a quien las urnas le han atribuido, aunque con severas cautelas, la responsabilidad gubernamental. Aznar tiene que formar un Gobierno de extremo centro -esto es, absolutamente centrista, con apoyos independientes- por mucho que eso no le pueda gustar a la derecha de su partido, en la conciencia que tan s¨®lo de esta manera tiene alguna posibilidad de durar todo un per¨ªodo legislativo. Quienes, a su lado, lo tienen peor son aquellos, sobre todo en ciertos medios de comunicaci¨®n, que han practicado la exacerbaci¨®n del anticatalanismo, por completo ciegos ante la eventualidad de un pacto. Tienen id¨¦ntico porvenir pol¨ªtico que los yernos de Sadam Husein en Ir¨¢n. Ni el peor de los enemigos de Aznar puede desear, por el bien de Espa?a, que le pase en el Parlamento lo que a Lady Di con la Familia Real inglesa, es decir que jueguen con ¨¦l al pimp¨®n. Se debiera intentar, a fondo, a pesar de todas las dificultades, un Gobierno con los catalanistas. Ser¨ªa la ¨²nica oportunidad de un programa coherente, duradero y centrado en los problemas esenciales. As¨ª el PP podr¨ªa demostrar de verdad su capacidad para cerrar su evoluci¨®n hacia el centro y CiU se librar¨ªa de la acusaci¨®n de practicar una pol¨ªtica fenicia, atenta tan s¨®lo a beneficios concretos. Parte de la evoluci¨®n final del PP hacia el centro debiera ser abandonar cualquier veleidad de legitimaci¨®n de IU. Cuentan que en su gabinete de estrategia ha figurado en la campa?a electoral, como la m¨¢s absurda frase pronunciada durante ella, el ?hay que sublevar a la mariner¨ªa" de Anguita. El rancio olor a Acorazado Potemkin que revela la frase ha tenido como efecto final que los ¨²nicos marineros sublevados han sido los andaluces contra la irresponsabilidad de su capit¨¢n en IU. El partido de Anguita est¨¢ instalado en un asteroide extravagante y, aunque eso pueda rendir a corto plazo, al centroderecha le tienta demasiado a desentenderse a los acuerdos a los que puede y debe llegar con el PSOE.
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