Go West!
Aunque los carromatos de la. antigua farsa corr¨ªan muchas leguas, el artista espa?ol suele jugar en casa. Los c¨®mcos de anta?o sol¨ªan irse con la m¨²sica de sus versos a otra parte, incluso a ninguna parte, y hay una tradici¨®n de que los pintores, desde: Vel¨¢zquez a Barcel¨®, afinen sus, pinceles en los largos viajes de aprendizaje. Pero lo contrario es, la norma: novelistas y cineastas, por hablar de las dos artes m¨¢s aparentes, suelen entre nosotros ser gente que no sale nunca de sus casillas y encuentra inspiracin en el barrio donde vive, cuando no -esto es m¨¢s de poetas- en las estribaciones e su ombligo. Y si alguno de ello se aventura m¨¢s all¨¢ de estas fronteras cazurras o baturra corre el riesgo de ser, tildado de extranjerizante, vendepatrias y esclavo de la moda de lo ex¨®tico.En el cine espa?ol, sin embargo, existe desde hace a?os una tendencia a seguir el camino de los primeros colonos, aventureros y rufianes norteamericanos que al grito de Go West! se convirtieron en los protagonistas del cine del oeste que tanto nos gusta. No siendo rubios y nativos y ni siquiera teniendo la piel muy blanca, a estos cineastas espa?oles que se l¨ªan la manta zamorana a la cabeza para el viaje al Oeste se les llega a decir que est¨¢n haciendo el indio. Y sin embargo ah¨ª est¨¢ la n¨®mina reciente, impresionante aunque seguro que incompleta: R¨ªo abajo (Borau), V¨¦rtigo en Manhattan (Gonzalo Herralde), La l¨ªnea del cielo (Colomo), Sublet (Chus Guti¨¦rrez), San Judas de la frontera (Ricardo Franco), Renacer (Bigas Luna), Desv¨ªo al para¨ªso (Herrero), Two Much (Trueba), Cosas que nunca te dije (Coixet, a¨²n no estrenada pero magn¨ªficamente recibida en Berl¨ªn), anunci¨¢ndose ya el rodaje del Perdita Durango de Alex de la Iglesia. Si extendemos el cupo a las cintas habladas total parcialmente en ingl¨¦s, otras tres magn¨ªficas pel¨ªculas vienen a la cabeza, Remando al viento (Su¨¢rez), Innisfree (Guer¨ªn), El efecto mariposa (Colomo), localizadas ¨¦stas en el Reino Unido e Irlanda pero deudoras por el modelo o los temas del cine americano.Uno de los reproches que se suele hacer a estos exploradores nacionales del salvaje Far West es el mismo que se hac¨ªa en el XIX a los pioneros: ir en busca del oro. Lo ha tenido que escuchar Trueba a ra¨ªz de esa perfecta comedia americana que es Two Much, y a¨²n m¨¢s recelo existe en el caso de Banderas, Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n y todos los que pretendan chapurrear ingl¨¦s en Hollywood. Es tanta la costumbre parroquial o aldeana y tanta la pereza nacional, que a nadie o casi nadie se le ocurre pensar que cuando uno de estos cineastas decide contar su historia en la Mecca del cine -y sabemos por el relato personal de Borau, de Colomo, del propio Trueba, el martirio legal y la falta de garant¨ªas comerciales que eso conlleva all¨ª- la intenci¨®n no es tanto abrir la brecha del gran mercado del mundo anglosaj¨®n como ajustar sus cuentas en cuanto a artistas con el cine, con una tradici¨®n, unos g¨¦neros y unas formas narrativas que el cine americano fund¨®, ejemplifica y muchas veces hace envidiar.
En la lista de esas pel¨ªculas, y todas las que he citado me parecen de calidad, tal vez no por azar, las hay que exploran de forma natural el conflicto de ser espa?ol o hispano en un medio de c¨®digos sociales e idioma distintos, pero tambi¨¦n las que, sin ning¨²n acento, hablan de una realidad distante y ajena con las ¨²nicas armas de la curiosidad y el talento. Que la lengua y el marco elegidos sean los del imperio no es casual ni debe ser motivo de complejo o escarnio. Cuando Espa?a era imperial, ingleses y alemanes y hasta franceses se inspiraban en nosotros y en nuestros tipos para hacer una grande y propia literatura, pero tambi¨¦n la novela latinoamericana de los ¨²ltimos 30 a?os ha tenido -sin contar con una superpotencia pol¨ªtica detr¨¢s- un efecto impregnante o seminal en lenguas literarias superdesarrolladas.
Y es que as¨ª se circula, afortunadamente, por el campo del arte: sin pasaporte y sin rumbo, peligrosamente, con la br¨²jula del olfato y el af¨¢n por descubrir tierras v¨ªrgenes en las que echar ra¨ªces y edificar tambi¨¦n, la casa de los sue?os privados.
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