El ultimo fundido rojo
De forma parecida titul¨¦, hace dos a?os, un comentario a ras de noticia, cuando Kieslowski anunci¨®, nada m¨¢s acabar Rojo, ¨²ltimo de sus Tres colores, que abandonaba su boyante oficina de Par¨ªs, se iba a su casa y dejaba de hacer pel¨ªculas. Ahora entrevemos que esta decisi¨®n ven¨ªa de atr¨¢s, de su conciencia (que alimenta esa trilog¨ªa convertida en testamento) de la inminencia de la muerte. Y coment¨¦ que su decisi¨®n ten¨ªa pinta de coqueter¨ªa de aficionado a suicida y no era cre¨ªble, pero que vista por detr¨¢s de algo que parec¨ªa encubrir resultaba inquietantemente veros¨ªmil. As¨ª ha sido: encubr¨ªa algo, era el comienzo de su ¨²ltimo fundido en rojo.Hace ocho a?os, Kieslowski se acercaba a los 50 a?os y era un cineasta casi secreto. En Polonia, durante los a?os del derrumbe del estalinismo, adquiri¨® fama (en audiencias peque?as) por sus trabajos para televisi¨®n, reunidos en la serie Dec¨¢logo. Hasta que uno de esos trabajos, No matar¨¢s, fue cazado por un ojeador del Festival de Cannes y, tras su proyecci¨®n all¨ª, su nombre vol¨® de boca en boca y alcanz¨® de la noche a la ma?ana notoriedad mundial.
Su itinerario dentro de esta s¨²bita celebridad ha sido corto y f¨¦rtil. Ocho a?os y cuatro pel¨ªculas: Ver¨®nica, Azul, Blanco y Rojo, en las que casi nunca (Blanco es la ¨²nica que se acerca a la trama y la medida del largometraje convencional) sobrepas¨® la duraci¨®n y el tipo de composici¨®n que piden los mediometrajes. Esto se debe probablemente a su pasi¨®n (inherente a su estilo) por lo conciso. La tendencia a la concisi¨®n, que sus detractores ven como el indicio de un simplificador, es a mi juicio exactamente lo contrario: un complejo atajo, por el que un matem¨¢tico del lado oscuro de la conducta y la imagen concibe, maneja y enlaza ideas y personajes con singular precisi¨®n y enorme elegancia formal.
El corto y apasionante tramo final de su obra, despu¨¦s del vendaval de ¨¦xitos que le llev¨® en volandas por las cuatro esquinas de Occidente tras el largo silencio polaco del que surgi¨®, entra ahora en el periodo de reposo que necesita. Todo indica que este singular artista se ha convertido, con s¨®lo unas pocas pinceladas, en un testigo indispensable -con ojos grandes y luminosos de ni?o, pero angustiados y sombr¨ªos como los taladros de un anciano- del subsuelo de la Europa contempor¨¢nea, en el que entr¨® con la riqueza del despojamiento y sali¨®, a su manera de franciscano ateo, con la carga de enigma que llevan consigo las formas extremadas, pero sinceras, de la discreci¨®n. Ahora est¨¢ donde le ha conducido la elocuencia del silencio de donde surgi¨® y al que volvi¨® hace unos meses a morir a su gusto, escondido.
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