Ardi¨® poca le?a
Tabernero / Mora, Morante, Diego
Cuatro novillos de. Mar¨ªa Lourdes P¨¦rez Tabernero, desigualmente presentados y de juego irregular; 2? de Aripio P¨¦rez Tabernero, inv¨¢lido, devuelto; dos de Alejandro V¨¢zquez: sobrero -noble y soso- y 6?, descastado. Eugenio de Mora: cuatro pinchazos -aviso- y estocada (palmas); pinchazo en hueso, pinchazo y estocada desprendida (ovaci¨®n). Morante de la Puebla: pinchazo hondo y estocada tendida (silencio); cuatro pinchazos -aviso- y estoca delantera (silencio). Juan Diego: pinchazo hondo soltando y estocada (palmas); estocada que asoma y estocada (palmas). Plaza de Las Ventas, 17 de marzo. Menos de media entrada.
Aunque el sol luc¨ªa con su luz dorada los tendidos, y a quienes en ellos estaban sentados, procur¨¢ndoles calor tibio, la tarde era m¨¢s bien fresca, y as¨ª result¨® en definitiva. Hubo pasajes de la tarde con aroma, pero all¨ª ardi¨® poquita le?a. Las reses lidiadas se dejaron dar no demasiada coba.
Eugenio de Mora tuvo la actuaci¨®n m¨¢s entonada, le tocaron los novillos con su algo de casta, y ¨¦l puso de su parte gusto y ganas de agradar. Sus faenas fueron a menos, en parte por las condiciones de los novillos. Los comienzos fueron prometedores y hubo momentos de plasticidad y hondura.
Los doblones hacia los medios en su primero y la primera serie con la derecha en su segundo fueron excelentes. Algunos pases de pecho los interpret¨® de manera impecable. Hubo uno en dos tiempos, para abrochar los pases de orientaci¨®n y dominio, en el primero de la tarde, pase de pecho largo y suave, que celebr¨® la afici¨®n y le puso nota.
Con el capote, Eugenio de Mora dibuj¨® algunos lances de mano baja con cruj¨ªo del bueno. En sus sus novillos manej¨® el percal con galanura, y la media templ¨¢ con la que cerr¨® los lances de recibo en el cuarto gust¨® al respetable y al paisanaje que le alentaba desde los tendidos.
Morante de la Puebla tiene buenas maneras y sentido del temple. Ese aire de los toreros de por el sur. Estuvo entonado en sus dos novillos y mejor en su segundo, un manso que le costaba humillar. Le pudo al burel en dos tandas por el derecho estimables.
El novillero de Puebla del R¨ªo tambi¨¦n manej¨® el capote con cierta gracia. A su segundo lo recibi¨® con lances vistosos y se adorn¨® con salero. La media ver¨®nica y la larga ech¨¢ndose el capote al hombro alegraron el ambiente, que a esas alturas de la fresca tarde estaba m¨¢s bien destemplado.
Juan Diego tuvo que v¨¦rselas con un lote adverso. Dos mansos como de libro, que lo ¨²nico que ten¨ªan era faena de ali?o y montar la espada. El novillero de Salamanca, con el oficio bien aprendido, intent¨® un m¨ªnimo de lucimiento, y a su primero le enjaret¨® dos cortas series de naturales. Una labor sin brillo pero eficaz y ajustada. No siempre sale la pera en dulce. Y a veces hay que tragar, con dignidad, buen sentido, y siempre con torer¨ªa, la almendra, que amarga.
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