C¨®mo derrotar la 'nube de azufre'
"El PSOE, ante sus negativas perspectivas, jug¨® al ¨®rdago aun a riesgo de profundizar en el desastre
Durante muchas semanas, cuantos quisieron convencer a Felipe Gonz¨¢lez de que se presentara como candidato a las elecciones generales se estrellaron con un argumento supremo. "?Y qu¨¦ pasa si gano?", les espetaba con aplomo Gonz¨¢lez, "porque a m¨ª no me, pod¨¦is pedir que me meta en una campa?a electoral si no es con la intenci¨®n de ganarla. Yo no s¨¦ hacer una campa?a para perder". Semejante respuesta causaba la hilaridad -en privado, claro est¨¢- de la mayor parte de los integrantes de su entorno pol¨ªtico. Para ellos, la preocupaci¨®n del l¨ªder por un aumento de la crispaci¨®n, si revalidaba su permanencia en el poder, no pasaba de ser una prueba excesiva de autosuficiencia.
Cuando Gonz¨¢lez decidi¨® presentarse, pocos ciudadanos compart¨ªan su tesis de que el PSOE pod¨ªa alzarse con un alto apoyo en las urnas. Tal vez por eso el comit¨¦ electoral socialista fue, nada m¨¢s constituirse, lo m¨¢s parecido a una reuni¨®n de masoquistas prestos a deambular por un largo calvario que desembocar¨ªa inevitablemente en la crucifixi¨®n p¨²blica. Unas cuantas acciones arriesgadas y los errores del PP truncar¨ªan finalmente ese triste destino.
A lo largo del mes de diciembre, los trabajos preliminares les concedieron unos cent¨ªmetros c¨²bicos de ox¨ªgeno. Un estudio cualitativo realizado con 34 grupos en los que se recog¨ªan las diferentes tipolog¨ªas de los votantes socialistas de 1993 llegaba a algunas conclusiones curiosas: no se hablaba de la realidad de Espa?a, sino de una determinada forma de percibir esa realidad. Seg¨²n el informe, hab¨ªa una visi¨®n negativa, muy influida por lo coyuntural los esc¨¢ndalos-, frente a otra mucho m¨¢s positiva que aparec¨ªa al instar a los antiguos votantes a escarbar en la vida cotidiana y la gesti¨®n socialista de los ¨²ltimos 13 a?os.
En el comit¨¦ electoral se bautiz¨® la visi¨®n negativa con un nombre poco piadoso: la nube de azufre. En adelante, todo el potencial de la campa?a socialista se dedicar¨ªa a intentar despejar esa nube o, al menos, a llevar a la conciencia de los nueve millones de electores socialistas la convicci¨®n de que la oposici¨®n- hab¨ªa desplegado un filtro distorsionador de la realidad m¨¢s profunda del pa¨ªs. De este estudio previo se desprendi¨® toda la estrategia de la campa?a: el lema, Espa?a en positivo,) y toda la publicidad, desde los v¨ªdeos hasta las inserciones en la prensa.
Cuando la maquinaria electoral se puso a pleno rendimiento, a finales de enero, el problema pol¨ªtico del socialismo espa?ol se manifest¨® nuevamente en toda su crudeza: las elecciones estaban perdidas. Una campa?a tradicional basada, por ejemplo, en los logros del Gobierno -el AVE y las carreteras de Borrell- no modificar¨ªa. un mil¨ªmetro la derrota. Hab¨ªa que jugar al ¨®rdago, aun a riesgo de profundizar el desastre.
La primera sorpresa desagradable para los socialistas lleg¨® enseguida: Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar iniciaba la andadura con un tono moderado y conciliador. As¨ª no hab¨ªa f¨®rma de resaltar la imagen catastrofista que, seg¨²n los expertos del PSOE, la oposici¨®n estaba dando del pa¨ªs. As¨ª resultaba m¨¢s dif¨ªcil identificar la famosa nube de azufre.
Afortunadamente para los socialistas, no s¨®lo hablaba Aznar. Otras tomas de posici¨®n, al margen de las del l¨ªder del PP, comenzaron a suministrar material para su ofensiva. Los sensores sociales del PSOE detectaron inmediatamente un cambio de ambiente.
Uno de los hombres del comit¨¦, Juli¨¢n Santamar¨ªa, se encargaba de dos grandes encuestas que permitir¨ªan conocer con detalle la posici¨®n del PSOE a mitad y final de campa?a. Pero, en, las condiciones en que se estaba desenvolviendo la carrera, la vertiente publicitaria necesitaba un seguimiento mnucho m¨¢s pormenorizado. Ignacio Varela, un hist¨®rico de los comit¨¦s electorales que desde hace tres a?os trabaja en el sector privado como t¨¦cnico en marketing y comunicaci¨®n, habla preparado un dispositivo para realizar un sondeo cada 48 horas, con muestras de mil entrevistados, que permitiera conocer el impacto de cada mensaje en la opini¨®n p¨²blica y, sobre todo, la evoluci¨®n de determinados comportamientos sociales.
En los 10 sondeos que realiz¨®, a lo largo de los 20 d¨ªas anteriores al 3-M, Varela comprob¨® que la pelea empezaba a resolverse a Favor de los socialistas. Por ejerriplo, en el segundo sondeo, las preferencias para presidente del Gobierno daban una ventaja de 10 puntos a Gonz¨¢lez sobre Aznar. La distancia fue aumentando paulatinamente y, al final, cuatro d¨ªas antes de las elecciones, se hab¨ªa elevado a 21. Algo similar ocurr¨ªa con otros indicadores, como el apoyo a la gesti¨®n del PSOE e incluso la intenci¨®n de voto. Sin embargo, mucho antes, apenas agotado el primer tramo, la campa?a no terminaba de romper. Los hombres del PP la estaban anestesiando: pensaban que, desde su posici¨®n de ventaja, lo mejor era que los d¨ªas fueran transcurriendo sin sobresaltos y con un Aznar cada vez m¨¢s en actitud de presidente. La consigna parec¨ªa ser clara: nada de debates, nada de pol¨¦micas. Sin que sus competidores se dieran cuenta, Aznar flotaba tranquilamente sobre una ola que le conduc¨ªa a la mayor¨ªa absoluta.
En el PSOE se dieron cuenta. Efectivamente, si no romp¨ªan aquella din¨¢mica, iban derechos al suicidio. Necesitaban un calambrazo que rompiera aquel fluir tan manso. El choque fue el famoso v¨ªdeo del doberman.
Cuando aparecieron las primeras reacciones cr¨ªticas al v¨ªdeo, empezaron a temblarle las piernas a m¨¢s de un alto cargo socialista. Para algunos, hab¨ªan ido demasiado lejos: el v¨ªdeo era excesivamente agresivo. Para otros, sencillamente aquello era el final de cualquier posibilidad de remonte electoral: se hab¨ªan apuntillado ellos mismos.
La en¨¦rgica defensa del v¨ªdeo por parte de Cipri¨¤ Ciscar, el jefe m¨¢ximo del comit¨¦ electoral, y del n¨²mero dos, Alejandro Cercas, evit¨® un replanteamiento de la estrategia. Ciscar hizo algo m¨¢s. Se colg¨® del tel¨¦fono y dio instrucciones a todos los dirigentes de su partido para que nadie expresara la m¨¢s m¨ªnima duda en p¨²blico sobre la bondad del v¨ªdeo. De lo contrario, se dar¨ªan bazas a los competidores, adem¨¢s de abrir un conflicto interno. La publicidad que recibi¨® el doberman, aunque fuera para criticarlo, termin¨® por amplificar el efecto deseado por el comit¨¦ electoral. En ese momento, empez¨® realmente la campana.
El domingo anterior a las votaciones, el 25 de febrero, estuvo a punto de terminar para el PSOE. Ese d¨ªa los peri¨®dicos publicaban las ¨²ltimas encuestas permitidas. La ventaja del Partido Popular resultaba abrumadora. Poco antes de que aparecieran los diarios, varios miembros del comit¨¦ electoral, que intu¨ªan el efecto de semejantes previsiones en la opini¨®n p¨²blica, echaron sus propias cuentas. Uno de ellos, Luis P¨¦rez, un hist¨®rico de las campa?as socialistas, ven¨ªa analizando los resultados del dispositivo de sondeos de Varela en cuanto a la intenci¨®n de voto. En su opini¨®n, el PSOE iba reduciendo su distancia con respecto algunos inicia es as a los cuatro de ese momento. Aznar se encontraba de esa forma muy lejos de la mayor¨ªa absoluta.
En una conversaci¨®n entre Ciscar y Gonz¨¢lez, el responsable del comit¨¦ electoral defendi¨® la tesis de P¨¦rez. La credibilidad de ¨¦ste como augur en las esferas socialistas no dejaba lugar a dudas. Una y otra vez sus previsiones se hab¨ªan ido cumpliendo. La ¨²ltima fue en las elecciones de 1993, cuando clav¨¦ previamente el veredicto de las urnas en puntos y esca?os. El presidente dio por buena esta impresi¨®n y la utiliz¨® para contrarrestar la desorientaci¨®n que unos sondeos muy desfavorables iban a producir, al menos moment¨¢neamente, entre sus votantes. Al d¨ªa siguiente, cuando muchos empezaban a dar por segura la mayor¨ªa absoluta del PP, Gonz¨¢lez apareci¨® sonriente en un mitin afirmando sin titubeos: "No os preocup¨¦is por los sondeos, que, al final, habr¨¢ sorpresas".
Un error de sus contrincantes facilit¨® el ¨²ltimo empuj¨®n a la campa?a socialista. Las cr¨ªticas a Antonio Banderas movilizaron al mundo del espect¨¢culo a favor del PSOE. Ludolfo Paramio, responsable del comit¨¦ electoral en este terreno, vio c¨®mo repentinamente se le llenaba la n¨®mina de voluntarios. El viernes, 1 de marzo, Gonz¨¢lez pod¨ªa, por fin, descansar tranquilo. Santamar¨ªa pronosticaba que Aznar se situar¨ªa por delante en s¨®lo cuatro puntos. El s¨¢bado, por la ma?ana, P¨¦rez fue algo m¨¢s lejos. Entreg¨® por escrito la predicci¨®n siguiente: Partido Popular, 40% de los votos; PSOE, 37%; Izquierda Unida, 10%.
El recuento oficial de la noche del 3-M comenz¨® dando la victoria a los socialistas, aunque, finalmente, se la otorg¨® a los populares. Pero, a la mitad, cuando se hab¨ªa escrutado una cuarta parte de los votos, el resultado fue todav¨ªa m¨¢s curioso: el PSOE ganaba en votos; el PP, en esca?os. Fue entonces cuando Gonz¨¢lez exclam¨® con cara de preocupaci¨®n: "Un resultado as¨ª es tremendo. A ver c¨®mo se explica esto a la sociedad".
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