Armas para la paz
Son una vez m¨¢s los mismos. Han estado t¨ªmidos y calladitos desde los bombardeos de la OTAN sobre posiciones serbias. Tambi¨¦n durante la consiguiente negociaci¨®n entre los beligerantes, los acuerdos de Dayton y su parcial aplicaci¨®n con ¨¦xito, gracias a que Washington decidi¨® hacer lo contrario que ellos y los puso en evidencia. Ahora vuelven. a su ret¨®rica huera y a su nerviosa b¨²squeda de f¨¢cil armon¨ªa.Son nuestros Gobiernos europeos y sus enviados especiales a los Balcanes. Esos que han esbozado tan amplias sonrisas estrechando la mano de Slobodan Milosevic y sent¨¢ndose con ¨¦l en los sof¨¢s de las antiguas residencias de invitados de Tito. Por cierto, ?de qu¨¦ rayos se re¨ªan, mientras se encumbraban las cifras de muertos, heridos, tullidos y hu¨¦rfanos?
Casi cinco a?os han estado intentando convencer a las fuerzas serbias -primero en Croacia, despu¨¦s en Bosnia- de las virtudes de la urbanidad y de lo insoportable que resulta para las sociedades civilizadas la inmensa, groser¨ªa que supone una guerra de exterminio en el umbral del siglo XXI. ?Cu¨¢ntas veces han apelado lord Carrington, lord Owen, Carl Bildt y sus mensajeros a la buena voluntad de Milosevic, Karadzic y MIadic para acabar con la guerra o al menos con sus m¨¦todos m¨¢s repugnantes de practicarla? ?Cu¨¢ntas veces han desafiado al sentido com¨²n intentando negociar desde la proclamaci¨®n previa de su incapacidad y falta de recursos con quienes s¨®lo conocen la ley del m¨¢s fuerte?
Sus fracasos no les ha hecho escarmentar. Ahora, los europeos boicotean abiertamente el plan de EE UU para rearmar al Gobierno bosnio. Como los ni?os de las flores en la California de los sesenta dicen que las armas provocan las guerras. Y que armar a los bosnios incendiar¨ªa los Balcanes: Como si los Balcanes no estuvieran ya incendiados. Como si no fuera un hecho que las armas son el ¨²nico ant¨ªdoto contra las ansias de otros de usar las propias. Y como si no estuviera m¨¢s que demostrado que la guerra en los Balcanes s¨®lo pudo adquirir su car¨¢cter atroz porque la falta de armamento de una parte invit¨® literalmente al asalto a quienes lo ten¨ªan, es decir, Serbia. Todo esto despu¨¦s de cuatro a?os de vergonzoso embargo que amputaba la autodefensa bosnia.
Si la falta de armamento en una de las partes potenciales de un conflicto disminuye el riesgo de guerra, ?por qu¨¦ no boicotearon la doble decisi¨®n de la OTAN a principios de la d¨¦cada de los ochenta y, ante el cada vez mayor n¨²mero de misiles sovi¨¦ticos en Europa oriental, pidieron a EE UU que retirara sus armas de Europa occidental? Al parecer, la teor¨ªa del equilibrio y la disuasi¨®n mutua no les parec¨ªa tan mala como ahora que se niegan a ayudar a fortalecer al ej¨¦rcito del Gobierno legal de un Estado parcialmente ocupado y rodeado de vecinos hostiles con notorios apetitos territoriales.
Parece estar en la naturaleza europea la incapacidad de asumir los retos de la propia seguridad. Decenas de a?os los europeos occidentales se divid¨ªan en los que lloraban por la presencia del imperialismo yanqui y los que pla?¨ªan por temor a que los norteamericanos se fueran. El ¨²nico aspecto positivo de este duelo de l¨¢grimas durante la guerra fr¨ªa estuvo en que triunfaron los segundos.
Las divergencias entre EE UU y la Uni¨®n Europea respecto a la forma de evitar que los acuerdos de Dayton acaben siendo poco m¨¢s que una tregua es sin duda otro indicio de la situaci¨®n en la que se encuentra el di¨¢logo transatl¨¢ntico en la OTAN. Sucede cuando m¨¢s necesaria es la unidad entre las democracias establecidas. Se perfilan amenazas impensables hace unos a?os. La historia europea est¨¢ repleta de lecciones sobre los efectos de la autocomplacencia y la indecisi¨®n. El par¨¦ntesis de la luna de miel con Rusia y del consenso democr¨¢tico en Europa ha concluido. Muchos no parecen entenderlo. Europa necesita l¨ªderes conscientes de que las libertades no se defienden s¨®lo con elecciones en sus patios traseros. Hay que otorgar los instrumentos necesarios a las sociedades libres para resistir a sus enemigos. Por desgracia, a veces esto requiere armamento. Churchill se lo pod¨ªa haber contado. Pero estos l¨ªderes nuestros no leen a ChurchilI.
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