La estrategia del Kremlin
Mosc¨² vive horas peligrosas, y no por las resoluciones de la Duma, sino porque la campa?a electoral de Bor¨ªs Yeltsin no termina de despegar y sus posibilidades de ser reelegido son, como dice el Times de Londres, "todav¨ªa m¨¢s escasas que las de John Major en el Reino Unido". El Kremlin se dedica, pues, a llevar a cabo una estrategia de tensi¨®n que le d¨¦ motivos para retrasar, si no anular, las elecciones del pr¨®ximo junio. El Partido Comunista de Guenadi Ziug¨¢nov, al votar el 15 de marzo la anulaci¨®n de los acuerdos de Bialowierza de 1991, dio un pretexto a Yeltsin -aunque ¨¦ste encontrar¨¢ otros- para poner el grito en el cielo. "Pagar¨¦is cara esa votaci¨®n", dijo de entrada a los diputados. Al d¨ªa siguiente, el aparcamiento puesto a disposici¨®n de la Duma fue reducido a la mitad; el pago de las dietas parlamentarias, suspendido por un periodo indeterminado, y, como colof¨®n, se orden¨® evacuar el Parlamento durante 12 horas con el pretexto de que en el s¨®tano hab¨ªa un paquete radiactivo. Cuando los diputados hubieron salido, el local fue ocupado por un importante destacamento de tropas del Ministerio del Interior, que deb¨ªan ser invulnerables a las radiaciones. La mezquindad de Yeltsin, conocida desde hace tiempo, ya no escandaliza. Pero el presidente ruso ha logrado movilizar contra la Duma a los presidentes de las otras rep¨²blicas ex sovi¨¦ticas, e incluso al mundo entero, lo que hace que el asunto sea m¨¢s serio.Para comprender sus or¨ªgenes, hay que retroceder cinco a?os. El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia se reunieron secretamente en un pabell¨®n de caza del bosque de Bialowierza para perpetrar un golpe de Estado blanco contra Gorbachov y la URSS. Decidieron unilateralmente "disolver" la Uni¨®n Sovi¨¦tica sin consultar ni a su presidente ni a su ¨®rgano legislativo superior, el Congreso de Diputados del Pueblo. Ning¨²n jurista, ruso o extranjero, podr¨ªa encontrar el m¨¢s m¨ªnimo fundamento jur¨ªdico a la decisi¨®n tomada en Bialowierza. Como eran conscientes de que su actuaci¨®n violaba la ley, Yeltsin y sus c¨®mplices no osaron telefonear a Gorbachov para informarle o justificarse. Se pusieron en contacto con el presidente estadounidense George Bush y con el mariscal Chapochnikov, ministro de la Defensa, para asegurarse la ayuda del Ej¨¦rcito. Los presidentes reunidos en Bialowierza quer¨ªan proclamar una Comunidad de Estados Eslavos y s¨®lo posteriormente, mediante la intervenci¨®n de Kazakh Nazarbaiev y Gorbachov, se les hizo comprender que una divisi¨®n de la ex URSS basada en razones ¨¦tnicas ser¨ªa inaceptable. Todo esto es del dominio p¨²blico, y si hoy conviene recordarlo es porque Yeltsin no parece el m¨¢s indicado para vestir ahora la toga de "defensor de la CEI" (Comunidad de Estados Independientes).
El Partido Comunista, que fue disuelto en agosto de 1991, evidentemente no pudo pronunciarse en diciembre de ese a?o sobre nada, pero s¨ª que es cierto que los diputados comunistas del S¨®viet Supremo, una de las ramas del Congreso del Pueblo, ratificaron el tratado de Bialowierza. Con una salvedad: seg¨²n la Constituci¨®n de ese momento, ellos tampoco ten¨ªan derecho a hacerlo. El pecado original del r¨¦gimen yeltsiniano era por tanto conocido desde el comienzo, pero fue solamente en 1995, en v¨ªsperas de las elecciones legislativas, cuando Guenadi Ziug¨¢nov puso a la cabeza de su programa la anulaci¨®n de los acuerdos de Bialowierza. Obtuvo, con sus aliados, m¨¢s de veinte millones de votos, por lo que no es de extra?ar que haya sometido ese tema a la Duma. El 15 de marzo, dice Ziug¨¢nov, es una fecha hist¨®rica en Rusia, porque fue ese mismo d¨ªa, en 1917, cuando el zar Nicol¨¢s II abdic¨® y, en 1985, cuando Mija¨ªl Gorbachov subi¨® al poder. El sentido de esas analog¨ªas no es evidente, pero el problema no radica ah¨ª: de 300 diputados presentes, 260 votaron a favor de la resoluci¨®n presentada por el PC. Entre ellos, una veintena de diputados del partido de Zhirinovski, aunque, esta vez, sus votos no eran decisivos ya que la mayor¨ªa requerida era de 226 votos. Los amigos del presidente exageran cuando hablan de una colusi¨®n entre "los rojos y los pardos", tanto m¨¢s cuanto esos "pardos" apoyaron en la legislatura precedente la guerra de Yeltsin en Chechenia y han votado sistem¨¢ticamente a favor de su Gobierno. Finalmente, last but not least: ni hoy ni ayer, los comunistas han reivindicado Crimea; ha sido Galina Starovoitova, una fiel a Yeltsin, la que lo ha hecho desde 1992 y hasta hoy contin¨²a a su lado defendiendo las mismas ideas.
El lunes pasado hubo un nuevo golpe de efecto. En un mensaje muy duro, Yeltsin pidi¨® al Consejo de la Federaci¨®n (C¨¢mara alta) que condenara el voto de la Duma. El debate se agri¨® r¨¢pidamente y uno de los senadores demostr¨® que el presidente no hab¨ªa le¨ªdo la resoluci¨®n que denunciaba. En efecto, ¨¦sta no pone en cuesti¨®n los tratados firmados por Rusia y, en lo que a la CEI se refiere, proclama que su objetivo es "crear las condiciones para una profundizaci¨®n que permita, sobre una base ben¨¦vola, una uni¨®n m¨¢s estrecha entre las antiguas rep¨²blicas". Varios gobernadores de las grandes regiones de Siberia y Extremo Oriente plantearon por separado la siguiente pregunta: "?Qui¨¦n le lee al presidente los documentos oficiales?". En ella se sobreentiende la conocida respuesta de que un "Rasput¨ªn colectivo" (los generales Korjakov y Barsukov) es el que decide todo en el Kremlin. El gobernador de la regi¨®n de Mosc¨², el corpulento Anatoli Tiajlov, subi¨® a la tribuna y propuso con una gran sonrisa: "Pospongamos las elecciones presidenciales durante un tiempo indeterminado hasta que se aclare este embrollo jur¨ªdico". A partir de entonces, las cosas quedaron claras. Tiafflov no es un "Rasput¨ªn", pero su amistad con el presidente es notoria. Otros 12 senadores, todos "dem¨®cratas", se han alineado con ¨¦l, pero su n¨²mero no es suficiente para que su "propuesta" se apruebe.
Este incidente puso de manifiesto la opci¨®n de fondo del grupo de Yeltsin, lo que no es poco. Cuarenta y ocho horas despu¨¦s, el presidente de la Comisi¨®n Electoral Nacional, Riabov, confirm¨® esta opci¨®n. El Consejo de la Federaci¨®n se neg¨® a condenar a la Duma, pero para no enfadar demasiado a Yeltsin y evitar represalias pidi¨® a los diputados que "precisen su posici¨®n".
En el curso de ese mismo lunes, en otro extremo del pa¨ªs, en Chechenia, tuvo lugar un debate mucho m¨¢s dram¨¢tico. El Consejo Nacional prorruso, elegido -suponiendo que se pueda utilizar esa ex
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