Aguja y dedal
El cortejo de los dise?adores para vestir a las estrellas es implacable
ENVIADA ESPECIAL Desde hace varios meses, una veintena de dise?adores trabajan -como titanes, como ratas- para ese momento en que las stars, aturdidas por el relampagueo de flashes y los alaridos de sus fans, desfilar¨¢n por la alfombra roja que conduce al interior del Dorothy Chandler Pavillion y, en respuesta a la inteligente pregunta que absolutamente todos los periodistas les plantear¨¢n -aullando o mediante carteles-, gritar¨¢n: "?Versace!", ?Calvin Klein!", "?Vera Wan!", ,iDonna Karan"!, y un reducido etc¨¦tera. En vivo y en directo.
Esos instantes gloriosos de publicidad televisiva gratuita constituyen todo el pago que alcanzar¨¢n los afortunados que consigan envolver el cuerpo de las m¨¢s importantes figuras del cine, en la noche m¨¢s importante de Hollywood. Detr¨¢s de su triunfo hay una epopeya de tenacidad no exenta de humillaciones. Por ejemplo, lo de Sharon Stone y Valentino. Todo el mundo cree -y ella, lagartamente, les deja- que la candidata al Oscar a la mejor actriz por Casino lucir¨¢ un modelo de quien parece su creador predilecto. Pero el propio Valentino no olvida que ya le dio un plant¨®n importante cuando la entrega de los Globos de Oro: en el ¨²ltimo instante, Sharon se decidi¨® por Vera Wan.
El conejo que realizan los dise?adores es implacable. Mira Sorvino y Vanessa Williams -que cantar¨¢ esa noche el tema de Pocahontas, candidata al Oscar a la mejor canci¨®n-, recibieron una nota escrita a mano y un frasco de perfume de Gianni Versace, Junto con un billete de avi¨®n para volar a Europa a ver su colecci¨®n. Kathleen Quinland -que compite como secundaria por Apolo XIII- ha sufrido el asedio de Arman? y Donna Karan, pero la chica prefiere a Pamela Barish, casi una desconocida en el mundo de la moda. Aqu¨ª, en Hollywood, durante a?os, los creadores locales s¨®lo han tenido que competir con Klein y Armani, que han tenido siempre, en la Costa Oeste, personal especializado en este tipo de persecuciones. No obstante, desde hace poco ha aumentado la competencia: Hugo Boss, Ralph Lauren, lsaac Mizrahi, Versace y, Cynthia Rowley tienen ya virreyes instalados en Los ?ngeles, y Donna Karan, aunque no se ha decidido a¨²n a hacer lo propio, goza de suficiente publicidad, pues viste siempre a Meryl Streep y a Whoopy Goldberg para los oscars.
Las m¨¢s famosas pueden quedarse con el traje y lo m¨¢s probable es que acaben en un rinc¨®n del armario, porque no es f¨¢cil volverse a poner un modelo que ha sido visto literalmente por todo el mundo. Geena Davies dice que, a?o tras a?o, los va metiendo en una caja, y que ya no sabe ni d¨®nde los puso. Anne Archer confiesa que los ha donado a la fundaci¨®n ben¨¦fica del colegio de sus hijos. Meryl Streep, con aplastante sinceridad, asegura que no s¨®lo no piensa ponerse algo tan visto, sino que, adem¨¢s, tendr¨ªa que arreglarlo cada a?o, porque es el tiempo que le cuesta aumentar media talla.
Ellas y ellos, que son volubles, reciben cada a?o al menos media docena de modelos. Los chicos, limitados al inevitable tuxedo, cuyas gracias var¨ªan seg¨²n su dise?ador, parecer¨ªa que presentan menos problemas, pero no se lo crean. Ese esmoquin anual s¨®lo lo han colocado, esta vez, con seguridad, Prada y Hugo Boss, que vestir¨¢n, respectivamente, a Tim Roth -nominado como mejor secundario por Rob Roy- y Nicolas Cage, probable Oscar al mejor actor por su interpreta ci¨®n del alcoh¨®lico de Leaving Las Vegas. Ambos actores tienen diferentes motivos que avalan sus compromisos. Roth est¨¢ ligado a Prada por contrato -posa para ¨¦l como modelo- y Cage siente gratitud hacia Boss, que no dud¨® en atenderle hace tiempo. cuando la revista People le coloc¨® en su lista de los peor vestidos.Entre las m¨¢s caprichosas se encuentra, qui¨¦n lo dir¨ªa, Daryl Hannah, empe?ada en mantener su estereotipo de inconformista de buena familia. La ni?a se ha probado de todo, pero no acaba de verlo claro El modelo de Versace le parece demasiado sexy; el de Arman? tiene cuerpo transparente y el bordado no le coincide con la situaci¨®n de los pezones; el traje creado por Badgley Mischka es excesivamente lujoso, le parece una pieza de joyer¨ªa. Quiz¨¢ acabe decidi¨¦ndose por Richard Tyler: se siente c¨®moda con el modelo propuesto, dice que es como ir en pijama. Se ponga lo que se ponga le a?adir¨¢ algo personal, y, desde luego, a pesar de su elevada estatura, lucir¨¢ tacones altos, que ya ha aprendido a llevarlos. Hace unos a?os, durante los oscars, daba tantos traspi¨¦s que Bernardo Bertolucci le aconsej¨® que practicara un poco.
La que peor sigue llevando esa duda fatal del no s¨¦ qu¨¦ ponerme es Sally Field. "Es tan dif¨ªcil como descubrir algo contra el c¨¢ncer, o similar", ha declarado, en comparaci¨®n poco afortunada. Las ceremonias anteriores las solucion¨® poni¨¦ndose lo primero que le aconsejaron lo que encontr¨® en la tienda de la esquina. Y as¨ª le fue.
Los artistas de medio pelo que, esa noche, desean resplandecer como si fueran importantes stars tienen que pagar por su ropa. Un vestido femenino de firma no baja de los 3.000 d¨®lares (unas 360.000 pesetas), un tuxedo sale por 1.000 d¨®lares (120.000 pesetas), un buen maquillaje cuesta casi tanto como el vestido, y los pelos no te los tocan por menos de 7.000 pesetas. Lo m¨¢s barato es el masaje sueco: menos de 1.000 pesetas. Y es lo que mejor sienta. Cr¨¦anme porque, a falta de otros lujos, es lo ¨²nico que he probado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.