Ayer y hoy
AZNAR ESPERA se r presidente del Gobierno a mediados de abril. En estas tres semanas, populares y nacionalistas deber¨¢n acercar sus posiciones lo suficiente para garantizar como m¨ªnimo la investidura. La negociaci¨®n propiamente dicha -financiaci¨®n auton¨®mica, pol¨ªtica econ¨®mica, transferencias-, de la que dependen los futuros apoyos parlamentarios, vendr¨¢ despu¨¦s: a modo de desarrollo de esa opci¨®n previa por una determinada pol¨ªtica de alianzas.A juzgar por la experiencia de 1993, es probable que Pujol mantenga la incertidumbre hasta el final y que todav¨ªa haya alg¨²n sobresalto antes de la investidura; pero cada d¨ªa que pase le ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil la marcha atr¨¢s. El tercer socio necesario para completar la mayor¨ªa absoluta puede ser tanto CoaIici¨®n Canaria (cuatro diputados) como el PNV (cinco). De momento, nacionalistas vascos y catalanes intercambiaron ayer en Bilbao sus impresiones del proceso. Los de Pujol saben que su apoyo es imprescindible, y los de Arzalluz, que el suyo no lo es, lo que condiciona las actitudes respectivas. Converg¨¨ncia i Uni¨® preferir¨ªa que el acuerdo incluyera al PNV, pero es dif¨ªcil. que Arzalluz se comprometa de entrada m¨¢s all¨¢ del voto de investidura; e incluso ese respaldo depende de la obtenci¨®n de beneficios tangibles en el terreno de las transferencias pendientes o en discusi¨®n.
El hecho de que el grueso del electorado nacionalista pertenezca al mismo segmento social que el del PP condiciona las modalidades de pacto: esa proximidad sociol¨®gica hace que los nacionalistas tiendan a subrayar, antes que a difuminar, las diferencias ideol¨®gicas, y precisamente en el terreno de las identidades nacionales. Los de Arzalluz no han olvidado que la escisi¨®n del sector encabezado por Garaikoetxea tuvo su origen en un intento de pacto con el PP (entonces AP) en Navarra.
En 1993, Pujol mantuvo sus reticencias hasta el ¨²ltimo momento: hab¨ªa advertido que su eventual compromiso con la gobernabilidad deb¨ªa interpretarse "como un favor", y todas sus declaraciones insist¨ªan en los riesgos que el nacionalismo catal¨¢n asumir¨ªa si se implicaba m¨¢s directamente en la pol¨ªtica espa?ola. Casi tres semanas despu¨¦s de los comicios dec¨ªa entonces que si Gonz¨¢lez quer¨ªa pacte, tendr¨ªa que asumir ¨ªntegro el programa de CiU. El PNV, por el contrario, insinuaba la posibilidad de entrar en el Gobierno -se habl¨®, como ahora, de la cartera de Industria- y el tono de las declaraciones era constructivo: hay que echar una mano para sacar esto adelante, etc¨¦tera.
El desenlace fue que ambos nacionalismos respaldaron la investidura de Gonz¨¢lez, pero ninguno de los dos entr¨® en el Ejecutivo, y s¨®lo la coalici¨®n de Pujol se comprometi¨® formalmente en una especie de pacto de legislatura a plazos. Una explicaci¨®n de esas diferentes posturas ser¨ªa que s¨®lo quien de verdad est¨¢ dispuesto a comprometerse encarece su apoyo, incluso al riesgo de pasar por antip¨¢tico. Mientras que quien se sabe no imprescindible prefiere quedar bien, a sabiendas de que al final no habr¨¢ pacto.
Ahora nadie descarta ni confirma nada, pero parece improbable que Pujol vaya m¨¢s lejos que lo fue con Gonz¨¢lez: la posibilidad de participaci¨®n de CiU en un Gobierno de coalici¨®n es deseable, pero remota. Un apoyo estable parece, en cambio, m¨¢s factible que hace 20 d¨ªas, cuando el ¨²nico mensaje que sal¨ªa del entorno de Pujol era que las bases no aceptar¨ªan nunca un pacto con Aznar. Pujol no es Camb¨®, pero tampoco es un abstencionista respecto a la gobernabilidad de Espa?a. Sus electores desean que su voto influya en la pol¨ªtica espa?ola tanto como en la catalana. Pujol pudo haber descartado de entrada cualquier alianza con el PP, pero una vez iniciada la aproximaci¨®n su descarrilamiento ser¨ªa un fracaso para ¨¦l. Al fin y al cabo, suya fue la decisi¨®n de acortar la legislatura anterior retirando su apoyo al PSOE.
El PP, por su parte, busca un equilibrio entre las necesidades del momento y su programa. Sus portavoces insistieron ayer en que no se trata s¨®lo de garantizar la investidura, sino de sentar las bases para un proyecto pol¨ªtico compartido. A partir del lunes comenzar¨¢n a negociar sendas comisiones bilaterales con los nacionalistas vascos, catalanes y, canarios. El problema es que los asuntos fundamentales de los que depende el apoyo estable de esos aliados -financiaci¨®n auton¨®mica en primer lugar- requieren un consenso m¨¢s amplio: de las otras comunidades, cuyos intereses no siempre coincidir¨¢n, y de la oposici¨®n parlamentaria como tal. De ah¨ª la dificultad de completar el acuerdo antes de la investidura. Pero de c¨®mo se llegue a ella depender¨¢ la solidez y coherencia del pacto posterior.
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