Suker sofoca el incendio
El Sevilla vivi¨® un calvario tras encajar un gol de Morientes
Suker devolvi¨® la vida a su equipo cuando el partido circulaba por la ¨²ltima curva. Fue un gol celebrado, aunque escaso. El empate que cosech¨® el Sevilla en el ocaso del duelo ante el Zaragoza fue un postre edulcorado artificialmente. No sirve de mucho a un equipo que pleitea a codazos con los equipos que viven de los sucesos propios y ajenos. Por ejemplo, el gol del croata, sin ir m¨¢s lejos, sirve para sumar un punto (lo cual no deja de ser un suceso en esta Liga que. tanto premia el triunfo) pero se revaloriz¨® en relaci¨®n con los males ajenos (por ejemplo, la ca¨ªda el s¨¢bado del Albacete). Pero el verdadero valor del gol vino determinado por. la crueldad propia del f¨²tbol. A esa hora (minuto 78), el Zaragoza hab¨ªa pisado el ¨¢rea de Monchi dos veces, mientras que el Sevilla se hab¨ªa desparramado por las cercan¨ªas de Belman en una docena de ocasiones, muchas de ellas de gol.El premio estaba en las redes y, hasta el empate, s¨®lo el Zaragoza dio con ellas. Fue en su primera llegada. El Sevilla hab¨ªa plagado de f¨®rmulas su cuardeno de ruta. Firm¨® una primera media hora execedente. Antes de que Rambert agarrara el contragolpe del letal 0-1, Suker ya hab¨ªa inventado dos goles.
La reacci¨®n sevillista roz¨® el patetismo. El equipo de Esp¨¢rrago sali¨® del vestuario con el gui¨®n lleno de borrones. La grada empez¨® a descontar que aquello acabar¨ªa en ruina y empez¨® a fiscalizar cada jugada, ceb¨¢ndose a la hora de los errores. Pero antes de cumplirse una hora de partido, el t¨¦cnico tuvo una revelaci¨®n. Ech¨® mano de dos chavales, Jordi (r¨²stico y espigado) y Santaella (una joya). El gol lleg¨® poco despu¨¦s. Jordi se elev¨® al alim¨®n con Belman y le gan¨® la posici¨®n. El portero sali¨® despe?ado del encontronazo. A Suker le lleg¨® en regalo en buenas condiciones. El Zaragoza desapareci¨® del campo despu¨¦s de que Suker usara la manguera para sofocar aquel incendio. El Sevilla, a base de ri?ones, hab¨ªa comprimido el partido en pocos metros cuadrados, los del ¨¢rea rival. Moya, en el ¨²ltimo suspiro, estuvo a punto de sacar fruto, pero Belman lo impidi¨®.
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