Chirac propone una v¨ªa entre la precariedad de EE UU, y la protecci¨®n europea para reducir el paro
Entre la precariedad y la desprotecci¨®n social que genera el liberalismo y el alto desempleo que sufren los sistemas socialdem¨®cratas, debe existir una "tercera v¨ªa". Eso cree el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, quien afirm¨® que encontrar esa dif¨ªcil "tercera v¨ªa" es la principal misi¨®n de la minicumbre sobre empleo del Grupo de los Siete pa¨ªses m¨¢s industrializados (G-7), iniciada ayer en Lille. Chirac: propugn¨® tambi¨¦n la aplicaci¨®n de un c¨®digo social b¨¢sico en todo el planeta, para acabar con lacras como el trabajo infantil y hacer m¨¢s justa la competencia internacional.
Los ministros de Trabajo de las siete principales potencias industriales, reunidos durante dos d¨ªas en Lille, se enfrentan por segunda vez en su historia (la primera fue en 1992) a la aparente paradoja que aflige a las econom¨ªa occidentales: ni el crecimiento, ni el dinero barato, ni la innovaci¨®n tecnol¨®gica consiguen vencer un paro que es ya estructural, especialmente en los sistemas socialdem¨®cratas europeos.El presidente de la Comisi¨®n Europea, Jacques Santer, se uni¨® a las tesis de Chirac. Santer destac¨® la necesidad de resolver la "contradicci¨®n entre la necesidad de una flexibilidad creciente y la de un m¨ªnimo de seguridad en el empleo". El presidente de Francia fue m¨¢s rotundo que Santer. "La amenaza", dijo, "seg¨²n se sit¨²e uno al este o al oeste del oc¨¦ano Atl¨¢ntico, adquiere dos rostros: el paro o la precariedad". Es decir, o el subempleo en Estados Unidos, o el desempleo en la Uni¨®n Europea.
24 millones de parados
La primera jornada de la reuni¨®n de Lille sirvi¨®, al menos, para cuantificar el problema. Seg¨²n un informe de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), 34 millones de personas, un 7,5% del total, est¨¢n desempleadas en los pa¨ªses, industrializados. Otros 15 millones est¨¢n subempleadas. En los pa¨ªses del G-7 (Estados Unidos, Jap¨®n; Alemania, Francia, Reino Unido, Canad¨¢ e Italia), el total de parados asciende a 24 millones. La primera jornada tambi¨¦n sirvi¨® para saber que de Lille no saldr¨ªan soluciones, dada la ausencia de los ministros de Finanzas y de un m¨ªnimo consenso entre los pa¨ªses implicados.
Jacques Chirac quer¨ªa repetir la experiencia de Detroit en 1992, cuando Bill Clinton reuni¨® a los ministros de Finanzas y de Trabajo para buscar f¨®rmulas contra el paro. Aunque aquello no sirvi¨® de gran cosa, ya que el paro global del G-7 ha subido desde entonces, Chirac contaba con presionar a los ministros y conseguir al menos un principio de compromiso sobre unas reglas de juego comunes a todo el mundo industrializado.
Pero los ministros de Finanzas no vinieron. Ni siquiera el alem¨¢n Theo Waigel, quien record¨® en v¨ªsperas de la reuni¨®n que las pol¨ªticas sociales eran competencia de cada Estado. Y los siete ministros de Trabajo llegaron a Lille, la vieja capital industrial del norte franc¨¦s, sin ¨¢nimo de concesiones. Hasta algo aparentemente obvio, como la condena al trabajo infantil, qued¨® en principio fuera de las unanimidades. La Uni¨®n Europea quiere defenderse de la competencia externa, fundamentalmente asi¨¢tica, con la inclusi¨®n de un c¨®digo social b¨¢sico en la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. El trabajo de los ni?os ser¨ªa una de las prohibiciones del c¨®digo. Pero la delegaci¨®n japonesa, encabezada por el ministro Takanobu Nagai, record¨® discretamente al resto de la asistencia que cosas aparentemente aberrantes en Occidente formaban parte de la cultura tradicional asi¨¢tica.
Los participantes en la cita de Lille s¨®lo coincidieron en dogmas ya muy pregonados, como la necesidad de reducir los d¨¦ficits y buscar una cierta estabilidad monetaria internacional. Lo dem¨¢s, la tercera v¨ªa de Chirac o la "humanizaci¨®n de la mundializaci¨®n econ¨®mica" de su ministro Jacques Barrot, qued¨® en el aire. Los brit¨¢nicos insistieron en su idea de mejorar la formaci¨®n de los trabajadores, secundados por el informe de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE) que se encarg¨® en la reuni¨®n de Detroit y se present¨® ayer. Los estadounidenses subrayaron las bondades de la innovaci¨®n tecnol¨®gica. Alemania habl¨® de concertaci¨®n social para alcanzar un alto ritmo de crecimiento. Francia secund¨® a los alemanes e insisti¨® en la utilidad de los sistemas de protecci¨®n social europeos, necesitados sin embargo de "una reforma que asegure su viabilidad".
Comercio y cl¨¢usula social
Nadie, sin embargo, quiso mirar el problema de frente, aunque Chirac tocar¨¢ una cuesti¨®n fundamental al se?alar la "falta de legitimidad" de un comercio mundial en el que no se respeta otra ley que la del dinero. "Para permitir una mayor libertad de cambios y hacerla leg¨ªtima, hay que imponer a todos unas reglas esenciales, garantes de la dignidad del hombre en el trabajo, sea cual sea su lugar en el planeta", afirm¨® Chirac. Seg¨²n est¨¢n las cosas, la liberalizaci¨®n de los intercambios comerciales ha devaluado el trabajo. Las pol¨ªticas monetarias restrictivas han hecho especialmente escaso el dinero. La tecnolog¨ªa es igualmente preciosa. S¨®lo la mano de obra es un bien abundante y cada vez menos protegido.
El secretario general de la OCDE, Jean-Claude Paye, declar¨®, por su parte, que la organizaci¨®n se pronunciar¨ªa contra la inclusi¨®n de una cl¨¢usula social en las reglas internacionales sobre el comercio. Los ministros de Finanzas de los 26 pa¨ªses miembros, que se reunir¨¢n en Par¨ªs a final de mayo, recibir¨¢n pr¨®ximamente un informe elaborado por la OCDE precisamente sobre esta cuesti¨®n. El c¨®digo social, defendido por Francia, "no se propone en el informe", asegur¨® Paye, quien a?adi¨® que esta postura refleja la falta de consenso que existe al respecto entre los pa¨ªses industrializados. "La cl¨¢usula social", a?adi¨®, "ser¨ªa entendida por muchos pa¨ªses como una injerencia".
El m¨¢ximo dirigente de la OCDE inst¨® a Francia y a Alemania y a otros pa¨ªses de Europa continental a modificar sus sistemas de protecci¨®n social y adoptar esa "tercera v¨ªa" que, en su opini¨®n, debe acercarse m¨¢s a modelo anglosaj¨®n que al actual europeo.
El futuro del salario m¨ªnimo
Dado que nadie cree que el paro vaya a dejar que ser elevado en un futuro previsible, la cuesti¨®n, que se plantean los pa¨ªses industrializados, es qu¨¦ modelo resulta m¨¢s adecuado para rebajarlo a niveles tolerables. Y aunque el presidente Chirac pregone la necesidad de dotar a la UE de un "contenido social" a trav¨¦s de la reforma de Maastricht, en Europa coexisten las posiciones m¨¢s extremas.M¨¢s paro o m¨¢s precariedad. O desempleo bien subsidiado, pero sin esperanza o subempleo mal pagado sirviendo hamburguesas. O cohesi¨®n social y d¨¦ficit p¨²blico o marginaci¨®n y finanzas saneadas. Entre esos extremos se fija el debate. Y los esquemas liberales y los socialdem¨®cratas chocan con especial virulencia en la cuesti¨®n del salario m¨ªnimo.
Los conservadores brit¨¢nicos creen que el salario m¨ªnimo destruye empleo, mientras en el continente se considera una conquista irrenunciable y una f¨®rmula beneficiosa para el consumo.
"La disminuci¨®n de los salarios puede permitir en teor¨ªa relanzar la demanda de trabajo poco cualificado", reconoci¨® ayer Chirac, "pero entra?a el desarrollo de una pobreza inaceptable. Es desplazar los problemas. Se registra menos paro, pero se padecen m¨¢s problemas de salud p¨²blica, de falta de vivienda, de analfabetismo, de inseguridad, de delincuencia". ?sa es la disyuntiva.
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