La sociedad de la informaci¨®n y sus enemigos
La sociedad de la informaci¨®n, desde hace ya bastante tiempo, tiene sus apologistas, sus papanatas y sus enemigos. Y esto es, por s¨ª mismo, todo un signo. No quisiera estar en ninguno de esos tres grupos, aunque tal vez, inconscientemente, caiga en cualquiera de ellos.Aunque esto tambi¨¦n es importante, creo que no se trata tanto de aprobar o defender unos cambios tecnol¨®gicos en s¨ª mismos como de comprender y valorar sus consecuencias y su significado. Por experiencia sabemos que cualquier cambio, por peque?o que sea, llama nuestra atenci¨®n y no podemos dejar de expresar nuestro rechazo o aceptaci¨®n sin apenas reflexionar. Pero lo que me interesa destacar aqu¨ª es que ese rechazo o esa aceptaci¨®n los hacemos desde unos esquemas y unas formas sociales determinadas. Y la mayor o menor trascendencia del cambio de que se trate hace que las consecuencias de su rechazo o de su aceptaci¨®n sean m¨¢s o menos importantes.
Pues bien, creo que los cambios tecnol¨®gicos que trae consigo lo que se ha dado en llamar sociedad de la informaci¨®n suponen o significan un cambio trascendental para nuestras sociedades. La sociedad de la informaci¨®n no es un paso m¨¢s dentro de los mismos esquemas sociales y culturales de la sociedad industrial. Muy al contrario, se trata de un salto cualitativo. No es m¨¢s o menos de esto o de aquello, pero siempre dentro de lo mismo, sino algo muy distinto. Ya es evidente, y verificable, en el terreno econ¨®mico. Ciertos valores y principios de la sociedad industrial ya se est¨¢n poniendo en entredicho. Y es una realidad que empieza a afectar a una gran parte de la poblaci¨®n, no a un sector reducido. La sociedad de la informaci¨®n representa un conjunto ole desaf¨ªos y de posibilidades que est¨¢ transformando nuestras vidas, individual y colectivamente. Decir esto no es decir algo nuevo, lo dicen los cient¨ªficos y los soci¨®logos, lo comprobamos los ciudadanos cada d¨ªa.
Este tiempo de cambios tecnol¨®gicos, pol¨ªticos, culturales, es una buena oportunidad para, pa¨ªses, como Espa?a, que se quedaron en el furg¨®n de cola de las sociedades industriales. La revoluci¨®n inform¨¢tica es una oportunidad inmejorable para acomodarse y beneficiarse de los cambios y para tener alguna capacidad de decisi¨®n sobre ellos. Nos encontramos hoy en mejores condiciones, con mejores perspectivas que en ¨¦pocas anteriores, en las que siempre se iba a remolque de todo cuanto suced¨ªa en Europa. Los esquemas y los valores de esa sociedad de la informaci¨®n que tenemos delante son otros, y puede que, tal y como dice Michel Croizier pensando en la sociedad francesa, sean tambi¨¦n m¨¢s cercanos a nuestra cultura.
Desde luego, es una oportunidad si se sabe aprovechar, y no ser¨¢ f¨¢cil, porque todav¨ªa es posible encontrar prejuicios y contradicciones que tienen que ver con una mentalidad y unos valores preindustriales. Contar¨¦ algo que creo que puede reflejar, al menos en parte, d¨®nde y c¨®mo aparecen esos obst¨¢culos. Hace unas semanas, en un congreso sobre el teletrabajo en Roma, tuve la oportunidad de conocer dos posturas encontradas, y podr¨ªan calificarse tambi¨¦n como paradigm¨¢ticas ante un cambio tan importante como puede suponer el teletrabajo. Hablaron dos ministros de Trabajo, uno italiano y otro sueco. Con s¨®lo decir esto seguro que ya alguien ha sacado sus propias conclusiones: dos culturas diferentes, dos formas de ver y de vivir la vida, dos filosof¨ªas distintas, es normal que digan cosas muy distintas; incluso habr¨¢ quien nos recuerde aquello de los climas diferentes. Probablemente todo ello influya, pero antes veamos qu¨¦ es lo que dijeron.
El ministro italiano, Tiziano Treu, aunque aceptaba que era mejor subirse al tren de las nuevas tecnolog¨ªas que perderlo, no dejaba de expresar sus preocupaciones. Reconoc¨ªa la necesidad y el beneficio que supon¨ªan los cambios tecnol¨®gicos, pero al mismo tiempo expresaba sus precauciones y sus dudas. Su posici¨®n era m¨¢s cr¨ªtica que complaciente. La postura del ministro Sumdestr?m fue completamente diferente. Sumdestr?m aceptaba el teletrabajo como algo natural y s¨®lo parec¨ªa preocuparle el c¨®mo y el cu¨¢ndo de su realizaci¨®n. En su intervenci¨®n no apareci¨® ninguna consideraci¨®n filos¨®fica que expresara suspicacia ni la m¨¢s m¨ªnima reticencia ideol¨®gica sobre la cuesti¨®n.
Naturalmente, valen las conclusiones previas. Pero, de alguna manera, me pareci¨® a m¨ª, en las palabras de los dos ministros se pod¨ªan ver reflejadas dos actitudes f¨¢cilmente reconocibles a lo largo de la historia: el miedo a los cambios y el est¨ªmulo de los cambios. Yo ve¨ªa en el ministro italiano muy arraigados los mismos prejuicios y contradicciones que he podido conocer en la sociedad espa?ola: querer y no querer, querer los beneficios y rechazar las exigencias. El desaf¨ªo era el mismo para ambos; sin embargo, la aceptaci¨®n plena de ese desafio, con todas sus ventajas y sus inconvenientes parec¨ªa m¨¢s dif¨ªcil para el italiano que para el sueco.
Es humano y comprensible tener miedo a los cambios. Se necesita tiempo y voluntad para asimilarlos. Pero el tiempo, como dec¨ªa al principio, discurre cada d¨ªa m¨¢s deprisa, y debemos enfrentarnos con una mentalidad abierta, casi cada d¨ªa, a unas realidades nuevas que requieren nuevas actitudes. Despu¨¦s de la experiencia de la revoluci¨®n industrial sabemos, especialmente en pa¨ªses como Espa?a, que quien opone m¨¢s resistencias, quien necesita m¨¢s tiempo para Poder asimilar los cambios, acaba descolgado.
No ser¨¢ f¨¢cil, pero creo que Espa?a no deber¨ªa en esta ocasi¨®n volver a quedarse rezagada. Con esto no quiero decir que nos debamos entregar a la sociedad de la informaci¨®n, por as¨ª decirlo, sin tener muy presentes sus lados oscuros, sin considerar sus peligros, que los tiene. Pero creo que la cr¨ªtica, cuando se hace a fondo, enriquece y no paraliza. El ministro italiano ten¨ªa raz¨®n en todo cuanto dec¨ªa, pero yo me pondr¨ªa manos a la obra y no me quedar¨ªa parado, a verlas venir, como nos ha pasado hasta ahora. Estamos a tiempo. Los enemigos m¨¢s serios de la sociedad de la informaci¨®n los encontraremos en la ignorancia, en ciertas actitudes, en la tradici¨®n. Digo que son los m¨¢s serios obst¨¢culos porque funcionan, en su mayor parte, fuera de la raz¨®n. Utilicemos la cr¨ªtica y la raz¨®n para ofrecer respuestas realistas a los problemas reales, a los problemas de hoy.
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