iViva Curro Romero!
Torrealta / Romero, Mu?oz, Rivera
Toros de Torrealta, bien presentados y blandos; el 1? inv¨¢lido; el 4? nobil¨ªsimo. Curro Romero: estocada que asoma y dos descabellos (palmas); bajonazo (oreja). Emilio Mu?oz: pinchazo y bajonazo (silencio); bajonazo (palmas).
Rivera Ord¨®?ez: media tendida (ovaci¨®n); pinchazo, media, tres descabellos y el toro se echa (palmas).
Plaza de la Maestranza, 7 de abril. Primera corrida de abono. Lleno de "no hay billetes".
Afortunadamente para el toreo, Curro Romero existe y est¨¢ en activo. Y, adem¨¢s, torea. ?Y c¨®mo torea, madre m¨ª! Despu¨¦s de lo ocurrido en la Maestranza, Sevilla se recrear¨¢ durante mucho tiempo con lo que ha sido una actuaci¨®n magistral, plet¨®rica y sublime de un hombre transfigurado, de un torero, de un artista excelso hecho carne para gloria del toreo. Una actuaci¨®n sorprendente por inexplicable. Pero Romero explic¨® con brevedad y profundidad que nada tiene que ver el toreo con la edad, y que a sus 62 a?os est¨¢ en plenitud de facultades para la inteligencia, la elegancia, la inspiraci¨®n, la hondura y la solemnidad. No es extra?o, pues, que una voz surgiera de los tendidos y gritara emocionada ?Viva Curro Romero! Nadie sabe c¨®mo ser¨¢ el toreo del siglo que viene, pero est¨¢ claro que nada ser¨¢ como ahora el d¨ªa que este torero cuelgue el traje.
C¨®mo nadie podr¨¢ nunca explicar -como no sea ¨¦l mismo- qu¨¦ le vio Curro al cuarto de la tarde, un toro de 609 kilos, bien presentado y c¨®modo de cabeza. El torero sali¨® del burladero como una exhalaci¨®n, y se plant¨® delante del animal con su figura estilizada y desafiante la mirada. Cinco ver¨®nicas y media fueron -la plaza puesta en pie, la m¨²sica so?ando- del mejor Curro de siempre. Ver¨®nica honda, despaciosa, ganando terreno en cada lance... Hab¨ªa comenzado a dos metros de las tablas y cerr¨® la serie en el centro del anillo. Eso se llama toreo.
Tras el primer puyazo, rubric¨® lo anterior con otras dos ver¨®nicas y media, y la locura se apoder¨® de la plaza. No es posible torear mejor. Pidi¨® el cambio, no se lo concedieron, se enfad¨® con el picador por la dureza en el segundo envite y tom¨® la muleta. Lo dicho: un hombre transfigurado; es decir, un torero. Curro s¨®lo tore¨® con la mano derecha. Mejor dicho, lo hizo por el lado derecho, porque torear, tore¨® con la cintura, con el animal embebido en pases largos y ceremoniosos, exponentes del toreo eterno. Cuatro series dibuj¨® y las remat¨® ahora con un pase de pecho, ahora con una trincherilla, ahora con un kirikiki. Mat¨® de un bajonazo y le concedieron una oreja que pase¨® triunfante y sonriente por el anillo de una Maestranza. gozosa y alborozada.
Con Romero hicieron el pase¨ªllo Mu?oz y Rivera Ord¨®?ez. El primero no tuvo su tarde. Sus toros no colaboraron y el torero se desdibuj¨® en una actuaci¨®n forzada y desconfiada. En su haber queda, sin embargo, un magnifico quite por ver¨®nicas a su primero. Rivera Ord¨®?ez se encontr¨® con el lote m¨¢s dif¨ªcil. El torero justific¨® su inclusi¨®n en el cartel con una decisi¨®n y un valor encomiables. No pudo torear, pero se jug¨® la vida, que no es poco.
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