El sastre de la chaqueta verde anda loco
El Masters de Augusta se presenta m¨¢s abierto que nunca, gentileza de los momentos de terremoto que vive el golf
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)
Nada trasciende de las exclusivas cocinas del Augusta National Golf Club, all¨ª donde se cuece en la m¨¢s absoluta discreci¨®n y respeto a la tradici¨®n, el Masters, el torneo de golf m¨¢s selecto, pero seguro que el sastre encargado de confeccionar la chaqueta verde, s¨ªmbolo que viste el ganador, anda loco. No se habr¨¢ atrevido a¨²n a enhebrar la aguja o a cortar los patrones. La talla de un posible ganador es m¨¢s enigma que nunca. Cabizbajo pasear¨¢ por Magnolia Lane o Washington Road; ni siquiera asiste al florecimiento de las azaleas: nunca en los tiempos recientes la aproximaci¨®n al primer grande de la temporada hab¨ªa sido tan agitada. Algo se cuece en el mundo del golf. Hasta ahora hay m¨¢s preguntas que respuestas. Quiz¨¢s el Masters, que se inicia el jueves, empiece a fijar el estado de las cosas.Otros a?os, los ¨²ltimos, la pregunta era: ?podr¨¢n los jugadores norteamericanos frenar la irresistible avalancha europea? Ben Crenshaw lo hizo el a?o pasado. Pero ¨¦sa no, es la respuesta, porque en 1996, ausente Txema Olaz¨¢bal -el ¨²Itimo europeo ganador en Augusta- y lesionados o en baja forma Bernhard Langer, Nick Faldo, Severiano Ballesteros, Sandy Lyle -toda la generaci¨®n del 57-, la pregunta es otra, El poder de la armada europea queda reducido al escoc¨¦s Colin Montgomerie -el mejor jugador que a¨²n no ha ganado un grande, pero que no es compatible con el campo de Augusta- y al err¨¢tico gal¨¦s lan Woosnam, entre los establecidos, y al italiano Costantino Rocca, entre los advenedizos. La pregunta en la primavera de 1996 es ?podr¨¢n los grandes veteranos frenar el irresistible ascenso de los novatos? Todos estadounidenses, claro. El golf estadounidense, el m¨¢s poderoso del mundo, vive momentos de revoluci¨®n. Una nueva generaci¨®n de j¨®venes fogueados en circuitos secundarios -el Nike Tour- y en el duro campo amateur han entrado en tromba. Son fuertes y sanos. Poderoso swing y larga pegada, crecidos para el golf con los nuevos palos sobredimensionados. Profesionales de la regularidad que han malvivido hasta llegar al circuito grande y que no se asustan ante la mitificada presi¨®n psicol¨®gica de las grandes citas. Son los desconocidos Goydos, Herron o McCarron, golfistas que se han ganado su plaza para el Masters gracias a sus inesperadas victorias en los primeros torneos del circuito de la PGA; jugadores que amenazan con hacer viejos prematuros de otros que hace poco representaban a la juventud: el zurdo Phil Mickelson, Davis Love III, el tremendo John Daly o el debutante en Augusta David Duval, del que todos hablan maravillas.
Tama?o terremoto ha hecho a los sabios resguardarse en la nostalgia, en los jugadores que nunca volver¨¢n. Hace 10 a?os, recuerdan, Jack Nicklaus gan¨® su sexto y ¨²ltimo Masters cuando ten¨ªa 42 a?os. Un viaje a tiempos pasados que tambi¨¦n deber¨ªa de compartir el sastre de Augusta, quien, entre duda y duda, estar¨¢ rezando para que se produzca una vez m¨¢s una ¨²ltima jornada milagrosa. Un domingo en el que a golpe de genio un gran jugador, un artista, se recupere desde posiciones atrasadas hasta llegar al green del 18 para que Ben Crenshaw le pase la. chaqueta verde que finalmente habr¨¢ tenido tiempo de confeccionar el meditabundo sastre.
No le importar¨¢ entonces que el autor del milagro sea local -Couples, Crenshaw de nuevo, Pavin o Zoeller- o extranjero -Price, Norman, Els o Elkington-; tampoco le importar¨ªa que resucitaran Nicklaus o Watson. Todos, amantes de los eagles en las situaciones m¨¢s comprometidas . Todos, parte de aquellos jugadores que han dado la vuelta a la definici¨®n hist¨®rica de Mark Twain: "El golf no es m¨¢s que un buen paseo echado a perder.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)