A¨ªto disputa su tercera final europea
La derrota del Madrid deja a Obradovic por primera vez fuera del partido decisivo
A¨ªto, enfrentado a s¨ª mismo. O A¨ªto, contra todos. Tratar¨¢ de responder a todas las preguntas con su facilidad para encontrar argumentos racionales. Pero le van a recordar que juega ma?ana su tercera final europea y de que va siendo hora de que obtenga el ¨²nico t¨ªtulo que le falta en su lustroso palmar¨¦s. Y enfrente, Maljkovic, su odiado enemigo. A¨ªto va a tener que jugar varias finales en una. Por el camino ha quedado Obradovic, que deja de ser infalible en este tipo de torneos. El Madrid-Bar?a europeo vivi¨® cuatro escenarios diferentes. No fue lo que se dice un cl¨¢sico: Obradovic busc¨® su suerte en los peque?os detalles y A¨ªto se inclin¨® por la ortodoxia. Gan¨® A¨ªto por una raz¨®n bien simple: el Madrid lleg¨® al tramo final sin una idea. Lleg¨® muerto.El Madrid domin¨® la puesta en escena. Es lo que se llama el juego de los peque?os detalles, teor¨ªa a la que se recurre para intentar explicar qu¨¦ se puede hacer de nuevo entre dos rivales que se est¨¢n viendo las caras varias veces a lo largo del a?o. A¨ªto es al¨¦rgico a estos matices (lo suyo son las estrategias de largo alcance), estaba claro que Obradovic mover¨ªa pieza.
Y la movi¨®. Present¨® un quinteto extraordinariamente motivado, que actu¨® sin contemplaciones durante los primeros 15 minutos de partido. Santos se encarg¨® de que Fern¨¢ndez no pudiera pensar (una sola canasta hasta que termin¨® sentado en el banquillo) por activa o por pasiva. Fern¨¢ndez ten¨ªa verdaderos problemas para recibir un bal¨®n, dificultades que aumentaban de grosor si pretend¨ªa lanzar a canasta. A su lado, jadeando como un animal, Santos le robaba la respiraci¨®n. Fern¨¢ndez estaba demasiado ocupado: en ataque deb¨ªa defender su integridad, su derecho a participar en el juego. Pero en defensa no encontr¨® alivio: el Madrid decidi¨® darle algunos balones m¨¢s de la cuenta a Santos para que, buscara el uno contra uno con Fern¨¢ndez. No era ¨¦se, desde luego, el tipo de partido que se hab¨ªa imaginado. Era parecido a una pesadilla.
Alrededor de Santos, el Madrid se comport¨® como una m¨¢quina defensiva. A la lucha por el rebote respond¨ªa el quinteto al un¨ªsono. A la b¨²squeda de Karnisovas se presentaban todos voluntariamente. Se registraban ayudas constantes, exist¨ªa generosidad en el esfuerzo, se palpaba la solidaridad entre cinco luchadores. El Madrid hab¨ªa conseguido llevar el partido a su terreno: pod¨ªa actuar de forma autom¨¢tica. Y era el Barcelona el que estaba obligado a pensar, a pensar mientras el tiempo corr¨ªa, a pensar cuando en el marcador la diferencia empezaba a ser preocupante, cuando hay que alejar (le tu lado los malos pensamientos, y los manotazos del contrario. Total, 18-34. El juego de los detalles le hab¨ªa dado al Madrid una renta de 16 tantos.
A¨ªto se vio obligado a pedir un tiempo muerto de urgencia. Dio entrada a Salva Diez y a Montero. Su equipo iba a la deriva y necesitaba rehabilitarse cuanto antes fiara esos casos, nada mejor que un poco de defensa. Y nada mejor que un hombre como Salva D¨ªez, tan din¨¢mico que siente la necesidad de defenderlo todo, hasta lo indefendible. Salva D¨ªez no piensa. Salva D¨ªez lucha. Y tuvo la virtud (que no es nueva) de dotarle al Barcelona del coraje que le hac¨ªa falta en momentos tan dif¨ªciles. Su entusiasmo contagi¨® adem¨¢s a Montero, y por esa v¨ªa lleg¨® una remontada tan espectacular como el pozo en el que cay¨® el Madrid. Los 16 tantos de renta se esfumaron en cinco minutos, periodo en el que el Madrid s¨®lo transform¨® un tiro libre (Ant¨²nez) y una canasta (Arlauckas). As¨ª que, en el descanso, el juego de los peque?os detalles perdi¨® buena, parte de su efecto (34-38).
El Barcelona pod¨ªa volver a ser el Barcelona, como le gusta a A¨ªto. Y el Madrid, por un momento, parec¨ªa volver a ser el Madrid espeso y err¨¢tico que tan confundida tiene a su audiencia. En la reanudaci¨®n, el partido estaba donde lo colocaban los ortodoxos, donde posiblemente deb¨ªa de estar. Obradovic, con un quinteto que jugaba a pi?¨®n fijo; A¨ªto, administrando recursos. Sin embargo, hab¨ªa que jugar para ganar en ese tercer escenario.
Y lo cierto es que el Barcelona segu¨ªa sinti¨¦ndose inc¨®modo. Posiblemente estaba preparado para sufrir. Ser¨ªa consciente de que las cuatro victorias contra el Madrid no tendr¨ªan ning¨²n valor en Par¨ªs. Pero tener s¨®lo tres minutos de juego por delante con el Madrid vivo era un riesgo excesivo (6262). El partido estuvo en equilibrio inestable hasta ese momento.
Sin embargo, en el tramo final, el Madrid lleg¨®. sin una idea en la cabeza. Demasiada escasez de re cursos para presentar candidatura como finalista. Todas sus acciones t¨²eron un fiasco y el Barcelona se encontr¨® con el partido, casi re suelto, hasta el punto de que fue entonces cuando alcanz¨® sus m¨¢ximas diferencias. Salva D¨ªez no tuvo que emplearse a fondo. Los nueve tantos de Ferran resultaron providenciales. Dej¨¦moslo en que el choque dio de s¨ª para cuatro estaciones. Lo importante era el cuarto tiempo, y a ese l¨ªmite no llegaron los hombres de Obradovic. No lleg¨® el Madrid porque apare ci¨® muy cansado (su primer cambi¨® lo hizo en el minuto 25, ya en la segunda parte). Se le olvid¨® ese detalle a Obradovic. Apur¨® demasiado. Es su estilo, el propio de un buen apostador. Lo contrario hubiera sido como para considerarle un milagrero con contrato de trabajo.
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