El arte de apa?¨¢rselas
Las estad¨ªsticas, en ?frica, lindan con el disparatazo. Por ejemplo en Togo se basan en el ¨²ltimo censo; pero data de 1981 y obviamente hacer otro no es una prioridad. El salario mensual medio, a tenor de las estad¨ªsticas m¨¢s fiables, no llega a las 4.000 pesetas. Y la gente vive: un misterio."Aqu¨ª s¨®lo se produce fosfato, pero son un pueblo de comerciantes natos, y me maravilla c¨®mo se las apa?an", dice Thijs De Jong, holand¨¦s. Tras 10 a?os en ?frica sigue p¨¢lido, pero enamorado de Togo: "En 1992 hubo una huelga general de nueve meses. Un tercio de la poblaci¨®n de la capital, Lom¨¦, huy¨® al campo. Los velomotores se convirtieron en taxis. La gente se las arregl¨® de mil formas. Fue un s¨ªmbolo de la vitalidad de ese sector informal que, al margen de lo oficial, hace funcionar todo. Si en Europa la gente fuese tan flexible, con tan pocas reglas...".
Thijs es el hombre de Interm¨®n en Togo. Su intervenci¨®n se produce a trav¨¦s de una ONG belga, Vredeseilanden (Isla de Paz). "Tras la huelga, la ayuda occidental oficial se fue de Togo, incluso muchas de las organizaciones no gubernamentales", recuerda. "El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han establecido unas condiciones verdaderamente dur¨ªsimas. Las ONG proliferan hoy, y son b¨¢sicas. Pero resulta necesario separar el grano de la paja. Interm¨®n tiene aqu¨ª unas 10 contrapartes. El procedimiento, a mi juicio muy acertado, es que Interm¨®n aporta un dinero inicial que luego es gestionado por la ONG local. La clave es que los proyectos queden en manos togolesas, y en que la gente tenga acceso al cr¨¦dito".
Escuchar a la gente
"Una ONG no puede hacer el desarrollo; lo que debe hacer es acompa?ar el desarrollo", dice Bukari Ayessaki, de una organizaci¨®n local socia de Interm¨®n, Rafia (Recherche, Appui et Formation aux Initiatives d'Autodeveloppement). "Rafia es absolutamente togolesa, y desde 1992 apoya cooperativas campesinas trabajado con unas 5.000 personas, el 71% mujeres, que suelen ser m¨¢s abiertas que los hombres. Lo b¨¢sico es escuchar a la gente, que sabe de sobra sus problemas. El obst¨¢culo estriba en que las costumbres son una segunda naturaleza: por eso no puedes llegar imponi¨¦ndote".
Ayessaki pone ejemplos: "Es un absoluto error la tradicional y t¨®pica mitificaci¨®n del tractor. ?Por qu¨¦? Pues por una raz¨®n bien simple: porque aqu¨ª la capa org¨¢nica del suelo s¨®lo es de unos 25 cent¨ªmetros, y un tractor la romper¨ªa. Es mejor el buey. Y, en cuanto al ahorro de madera como combustible, podr¨ªamos recomendar a los campesinos sustituir sus hornos de le?a tradicionales por uno met¨¢lico comprado en la ciudad. Pero lo habr¨ªan rechazado. La soluci¨®n la hemos encontrado en el llamado horno mejorado, basado en el tradicional pero que dispersa menos el calor y ahorra le?a. Las soluciones basadas en la tradici¨®n preservan la dignidad de la gente".
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