La larga marcha de un cautivo
Ha andado unos 20.000 kil¨®metros, calcula; ha rezado cientos de avemar¨ªas, ha adelgazado 22 kilos y ha dejado de fumar, pero, sobre todo, despu¨¦s de 341 d¨ªas sometido a las torturas del grupo terrorista que ustedes saben, ha descubierto en todos sus matices la inmensa calidad humana de la gente que le rodea. Pocas horas despu¨¦s de ser liberado, con huellas de cansancio en un rostro avejentado por el cautiverio, Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya relataba, rodeado de su familia en el domicilio de Hondarribia, su terrible odisea. El tiempo y el espacio, esas dos coordenadas a las que usted no siempre da toda su importancia por acostumbradas, son las referencias vitales para una persona, como Aldaya, sometida a la tortura del secuestro. Buena parte de la tragedia del secuestrado se la lleva el no saber: no saber qu¨¦ hora es, no saber qu¨¦ d¨ªa es, no saber d¨®nde se est¨¢, no saber qu¨¦ har¨¢ la familia, no saber qu¨¦ pasar¨¢ en el exterior. Pues bien, consciente por v¨ªa emp¨ªrica de esta limitaci¨®n, Aldaya se puso a echar cuentas. Primero empez¨® a hacer pelotitas con el papel que ten¨ªa reservado para usos higi¨¦nicos, luego junt¨® garbanzos y finalmente rez¨®.
Garbanzos y avemar¨ªas
Aldaya sabe ahora que la vida es un reto que hay que vencer cada d¨ªa
El zulo en el que ha pasado los ¨²ltimos 341 d¨ªas de su vida tiene menos de tres metros de largo, un metro de ancho y, de alto, "pues una cuarta m¨¢s de lo que mido yo, que mido l,70", recuerda Aldaya. Cada ma?ana, despu¨¦s del desayuno, y cada tarde, despu¨¦s de la comida, Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya se entregaba a su interminable caminata. Uno, dos, tres, cuatro y vuelta. Uno, dos tres, cuatro y vuelta. As¨ª, durante minutos, as¨ª durante horas, as¨ª durante d¨ªas, as¨ª durante casi un a?o, as¨ª hasta la extenuaci¨®n. Por cada seis vueltas al escondrijo apartaba una pelotita de papel. Con la misma tenacidad que empleaba cuando empez¨® a trabajar como camionero hace ya muchos a?os. Cuando el papel escase¨®, hizo el recuento con garbanzos, y cuando ¨¦stos enmohecieron empez¨® a rezar. Con cada avemar¨ªa se hac¨ªa unas 10 rutas. Cuando se cans¨® del avemar¨ªa empez¨® con el padrenuestro. No es que sea creyente, es que esa rumia era el ¨²nico asidero que ten¨ªa para no caerse en el abismo de la falta de referencias. En su imaginaci¨®n, el moho de las paredes hab¨ªa dibujado una especie de rostro de Cristo al que rezaba con fruici¨®n. As¨ª que cada ma?ana se imaginaba el entorno ideal de las mil traves¨ªas por el monte que ha hecho en su toda vida, cuando era libre, y comenzaba su caminata, tenaz, incansable, sabiendo que no le llevar¨ªa a ninguna parte. Por si fuera poco, Aldaya, emprend¨ªa su recorrido consciente de que justo en la mitad del camino se iba a encontrar con una bombilla, colgada de un escuchimizado cable, pero suficientemente largo como para obligarle una y otra vez, a bambolear la cabeza para evitar el choque. Tanto vaiv¨¦n en sus paseos acab¨® por da?arle el cuello. Pero no s¨®lo de andar vive el secuestrado, tambi¨¦n hay que leer. A falta de otros textos que poder elegir, Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya no ha tenido m¨¢s remedio que estudiar euskera. Era lo ¨²nico que le pon¨ªan a mano sus secuestradores. Con todo el tiempo. del mundo por delante, Aldaya se ha hecho tres niveles de euskera y ha pasado de la ignorancia casi total a ser capaz de sostener una conversaci¨®n coloquial en esta lengua con el portavoz de la familia, el religioso Inaxio Altuna. Pero adem¨¢s de las actividades f¨ªsicas que se buscaba para sobrevivir, la humedad calaba sus huesos. Poco a poco iba trazando peque?as gotitas de agua que engordaban con el paso del tiempo y que tapizaban la pared. Mucha humedad durante muchos d¨ªas. Quiz¨¢ esa humedad es la que ha agrandado los surcos de su cara, quiz¨¢ es la que le ha dejado un tono acuoso en los ojos o la que le ha metido el fr¨ªo dentro del cuerpo. En cualquier caso, es la misma humedad que record¨® en su d¨ªa el ingeniero Julio Iglesias Zamora, otro vasco secuestrado, en octubre de 1993, por el mismo grupo terrorista. Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya ha envejecido m¨¢s de lo que cualquier persona en condiciones normales suele envejecer en un a?o. Adem¨¢s, el corte de pelo que le han realizado sus torturadores no favorece precisamente su imagen. Aparte del estudio del euskera, sus carceleros le han entregado de vez en cuando la informaci¨®n deportiva aparecida en ese diario que ustedes se imaginan y que sirve para difundir habitualmente los comunicados del grupete al que pertenecen los secuestradores. El caso es que, entre caminatas, euskera y lectura de la informaci¨®n deportiva, Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya no se ha enterado hasta ayer de que su familia, su mujer, Loli Lorenzo, sus tres hijos Txetxo, ?scar e Idoia, sus compa?eros de trabajo, el portavoz de los trabajadores de Alditrans, Enrique Cercadillo, y miles y miles de vascos han protagonizado una de las manifestaciones m¨¢s hermosas de coraje c¨ªvico y tenacidad pacifista de la historia de Euskadi. Cuando se lo cuentan, se le saltan alguna de las l¨¢grimas que ha acumulado con tanta humedad. Poco a poco, Aldaya se va enterando de que durante su cautiverio Euskadi ha vivido una de las luchas m¨¢s intensas por las libertades, por conseguir que la democracia llegue a la calle, un pulso que han ganado los miles de ciudadanos que quieren la paz y que, con la misma terquedad que Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya emple¨® para poner en pie su empresa, han realizado un m¨ªnimo de cuatro manifestaciones cada semana por su libertad y por la paz de Euskadi. Cuando se lo cuentan, no sabe qu¨¦ hacer ni qu¨¦ decir. Hace un gesto con el brazo, se?ala a su familia y dice: "Sab¨ªa que me quer¨ªan, pero este trago amargo me hace quererles a¨²n m¨¢s, valorarles a¨²n m¨¢s". Como otros secuestrados, Aldaya dice estar dispuesto ahora a vivir intensamente cada segundo de vida, despu¨¦s de comprobar en sus propias carnes que cada minuto puede tener m¨¢s de 60 segundos, reniega quiz¨¢ de tanto tiempo empleado en el trabajo y no quiere apartarse de su nieta Mireia, que ha nacido en pleno cautiverio del abuelo. Su mujer, sus hijos disfrutan con s¨®lo mirarle. Quieren recuperar todos los vac¨ªos que han ocupado la casa . durante 341 mortificantes d¨ªas. Jos¨¦ Mar¨ªa ha perdido vista, lee con dificultad y ahora tendr¨¢ que someterse a la revisi¨®n m¨¦dica de otros secuestrados, pero con este defecto ya detectado. Tambi¨¦n deber¨¢ de comprarse nueva ropa, varias tallas m¨¢s peque?a. La que tiene no le sirve. Pregunta sobre la marcha de la empresa y es consciente de que este desgarro del secuestro ha hecho madurar a sus hijos, que ahora han tenido que asumir responsabilidades que exigen m¨¢s a?os. Jos¨¦ Mar¨ªa Aldaya est¨¢ todav¨ªa en la nube y lo sabe. Ayer empez¨® el primer d¨ªa de su nueva vida, de la que no quiere perderse ni un segundo. Como ¨¦l mismo confiesa, la vida es un reto que hay que vencer cada d¨ªa.
El periodista Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja es jefe de Nacional de Canal +.
Cada ma?ana comenzaba su caminata, incansable, sabiendo que no le llevar¨ªa a ninguna parte
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