Liberar a Ortega
EL ALIVIO de ver a Aldaya con vida y en libertad se impone en estas primeras horas a cualquier otra consideraci¨®n. La inusitada duraci¨®n del secuestro, unida a los indicios de que el pago del rescate se: hab¨ªa realizado hace tiempo -sin que le siguiera la inmediata liberaci¨®n del empresario-, avalaban las m¨¢s inquietantes aprensiones. Celebremos, pues, ese regreso con los suyos de un hombre a quien ETA ha mantenido secuestrado durante casi un ano. Esa solidaridad humana no puede ocultar, sin embargo, la evidencia de que la liberaci¨®n de Aldaya no ha sido consecuencia de la acci¨®n de las fuerzas de seguridad, sino del pago de un rescate: de la llegada de dinero fresco a ETA para financiar nuevos secuestros y otras fechor¨ªas.La satisfacci¨®n es, por tanto, un¨¢nime, pero no sus motivos. Los que esperaban un "?Feliz desenlace", sabiendo que algo del rescate acabar¨ªa lleg¨¢ndoles, se felicitar¨¢n por el cobro, y les traer¨¢ tan sin cuidado como hasta hoy el destino de Aldaya, el resto, la mayor¨ªa, se alegrar¨¢ por la libertad recobrada del industrial y lamentar¨¢ que el precio haya sido pagado. ETA act¨²a con arreglo a una moral mafiosa- ayer lo record¨® Atutxa- seg¨²n la cual todos los ciudadanos son en principio asesinables o secuestrables, pero algunos pueden comprar su vida y su seguridad satisfaciendo una cuota. Durante estos meses se han producido tres oleadas exigiendo el pago del impuesto revolucionario, la ¨²ltima estos d¨ªas. El hecho de que, en contra. de la informaci¨®n llegada a ETA, Aldaya no fuera un gran capitalista ha servido para extender la amenaza a profesionales y peque?os inidustriales.
Hubo un tiempo en que ETA se consideraba obligada a justificar la extorsi¨®n y los secuestros con argumentos pol¨ªticos o laborales. Ahora ya no. En septiembre pasado fueron juzgados en la Audiencia Nacional cuatro componentes de una red de cobro del impuesto revolucionario detenidos tiempo atr¨¢s. Cuando, al final de la vista, el juez pregunt¨® a los reos si ten¨ªan algo que declarar, uno de ellos pidi¨® la palabra, y esto fue todo lo que dijo: "Aldaya, paga".
"Paga y calla" ha sido el recurrente y, escueto mensaje de los amigos de ETA durante estos 11 meses largos. Un dirigente de HB, el mismo que en el reciente Aberri Eguna proclam¨® el derecho de los vascos a oponerse a "la asquerosa democracia" espa?ola, pretendi¨®, tres d¨ªas despu¨¦s del secuestro, imponer el silencio de los partidos democr¨¢ticos sobre la cuesti¨®n con el argumento de que "nada tienen que decir" ante el hecho de que "una organizaci¨®n que lucha por la libertad de nuestro pueblo realice un arresto para garantizar su econom¨ªa
ETA y sus hooligans tambi¨¦n han pretendido imponer el silencio a la poblaci¨®n. La larga duraci¨®n del secuestro ha dado ocasi¨®n para el ensayo por parte de sus tramas inciviles de esa estrategia de la tensi¨®n, m¨¢s o menos conscientemente inspirada en la pr¨¢ctica de las escuadras fascistas o nazis: estrategia ole amedrentamiento de los dem¨¢s partidos mediante asesinatos pol¨ªticos, y de la ciudadan¨ªa en general, buscando el cuerpo a cuerpo con quienes osaban desobedecer a KAS y se manifiestaban pidiendo la libertad del secuestrado.
Que hayan tenido que completar la amenaza con la agresi¨®n directa demuestra que ya no basta la apelaci¨®n a ETA para que la gente deje de opon¨¦rseles. Pero estos meses han demostrado que tampoco bastan las agresiones. Esa resistencia ciudadana, civil, debe ahora orientarse a exigir a los pistoleros la liberaci¨®n del otro reh¨¦n que mantienen en su poder: I
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