Naciones y partidos
Ignacio Sotelo y Raimon Obiols est¨¢n confundidos. Escriben que la mayor¨ªa gubernamental no puede ser dependiente de partidos de ¨¢mbito no estatal. Al primero se le han ido, incluso, las palabras al denominarlos "segundones perif¨¦ricos". El problema planteado tiene, sin embargo, un fuerte calado y afecta directamente a la concepci¨®n nacional o, por el contrario, plurinacional del Estado. No se trata de discutir, ¨²nicamente, la coyuntural validez u oportunidad del pacto PP-CiU.Se necesita, dicen, una opci¨®n centrista de ¨¢mbito estatal que pueda actuar de bisagra pol¨ªtica cuando las dos fuerzas mayoritarias de izquierda o derecha no consigan en las elecciones generales la mayor¨ªa suficiente para gobernar. Es decir, un Su¨¢rez o un Roca, por citar dos nombres ilustres de operaciones centristas fracasadas. La raz¨®n es que un partido de ¨¢mbito no estatal (pane) no defiende intereses generales porque su radio de acci¨®n se circunscribe a una parte del territorio estatal. Sus electores no est¨¢n esparcidos por todo el territorio del Estado-naci¨®n sino concentrados en una naci¨®n, o bien en una regi¨®n.
La r¨¦plica parece f¨¢cil a primera vista: no existen partidos que defiendan intereses generales. En democracia todos los partidos defienden intereses parciales, y en dictadura tambi¨¦n, con la diferencia de que el "partidogu¨ªa" los impone totalitariamente. Es natural que todos los partidos presenten sus opciones parciales como las m¨¢s beneficiosas y positivas para los intereses generales de la ciudadan¨ªa. Pero son los electores los que deciden y escogen una u otra opci¨®n. En la democracia de partidos que conocemos y vivimos, el inter¨¦s general, nace de la libre e igual competencia entre las distintas opciones pol¨ªticas que surgen de una sociedad plural, y que obtienen mayor o menor representaci¨®n en las instituciones del Estado, seg¨²n la confianza pol¨ªtica que hayan conseguido en las elecciones. La presencia institucional ganada por cada partido es su fuerza relativa para defender, negociar, pactar o, solamente, oponer sus ideas y programas frente a las dem¨¢s opciones. La representaci¨®n del inter¨¦s general aumentar¨¢ en relaci¨®n directa con la capacidad de negociaci¨®n y consenso entre dos, tres o m¨¢s fuerzas pol¨ªticas.
Ahora bien, existe un cierto tipo de partidos que re¨²nen dos parcialidades: la ideol¨®gico-social y la ideol¨®gica-territorial. Son los panes ya mencionados. El Estado-naci¨®n, en su tradici¨®n jacobina y centralista, no est¨¢ pensado ni tiene el ant¨ªdoto adecuado para esta clase de apor¨ªas. Los partidos pol¨ªticos forman un sistema de partidos de ¨¢mbito estatal-nacional y, desde esta concepci¨®n, es il¨®gica la existencia de partidos independientes en ¨¢mbitos territoriales m¨¢s reducidos. A no ser que su objetivo sea la consecuci¨®n de un Estado-naci¨®n propio. En este caso las dudas o incertidumbres quedan aclaradas porque el pane es, en realidad, un partido nacionalista. Pero el problema subsiste porque ?c¨®mo compatibilizar los objetivos finales de un partido nacionalista con su intervenci¨®n en el normal funcionamiento del Estado-naci¨®n? Su implicaci¨®n en la gobernabilidad, sobre todo si es decisoria o decisiva, siempre ser¨¢ contemplada por el nacionalismo de Estado como instrumental, incluso chantajista, para la consecuci¨®n de otros fines en beneficio de la naci¨®n que desea, tambi¨¦n, ser Estado.
El problema no pasar¨ªa de ser menor si los panes fueran, literalmente, "segundones perif¨¦ricos`. Es decir, partidos que nunca tendr¨ªan, previsiblemente, la opci¨®n de ser mayoritarios en su naci¨®n y decisivos en el Estado. Pero no es as¨ª, especialmente en Catalu?a, y Euskadi. S¨®lo se me ocurre una soluci¨®n: aceptar la realidad pol¨ªtica tal como es y no hacer fuegos de artificio o "bisagras" de laboratorio. Y aceptarla positivamente y no como una soluci¨®n negativa pero inevitable.
Porque es positivo que se vaya asumiendo que Espa?a es un Estado plurinacional, incluso por parte de los que ya creen saberlo y practicarlo. La "naci¨®n de"naciones", que es una expresi¨®n oportunista para contentar a todas las partes, implica la aceptaci¨®n de que existen partidos nacionales catalanes, vascos y gallegos (y de otras nacionalidades y regiones si lo quieren as¨ª sus ciudadanos). El Estado plurinacional no es un artificio pol¨ªtico, sino el reflejo de la realidad pol¨ªtica de la Espa?a de hoy. Y es bueno que ello se comprenda y desarrolle en la estructura territorial del Estado, en la Admistraci¨®n, en los partidos pol¨ªticos, en las organizaciones empresariales y sindicales, en la domiciliaci¨®n fiscal de las empresas, en la cultura de la gente y en el funcionamiento del sistema de partidos. El primer paso puede ser el cambio en positivo de la definici¨®n negativa que los acad¨¦micos hemos aceptado con el nombre de pane. Partidos estatales-nacionales, partidos nacionales, o bien partidos regionales expresan mejor los distintos tipos de partidos que existen en la actualidad en el sistema de partidos del Estado espa?ol.
Tiene que romperse por las dos partes el c¨ªrculo vicioso que ha gobernado el modelo "nacional" de Estado en los dos ¨²ltimos siglos: "frente al Estado-naci¨®n, otro Estado-naci¨®n". El Estado debe abrirse para cambiar la mononacionalidad por la plurinacionalidad y las naciones sin Estado deben sustituir la autodeterminaci¨®n para dar paso a la codeterminaci¨®n. El nacionalismo no puede por naturaleza romper el doble principio: "De cada Estado una naci¨®n, a cada naci¨®n un Estado". No es la ideolog¨ªa libertadora del siglo XXI. Por el contrario, hay que liberar al federalismo del nacionalismo y promoverlo como ideolog¨ªa alternativa para la organizaci¨®n pol¨ªtica de las sociedades multiculturales.
Una forma de avanzar en esta direcci¨®n es comprender y asumir la realidad pol¨ªtica plurinacional y plurirregional del Estado-sociedad, reflejada en la existencia de partidos pol¨ªticos de distinto ¨¢mbito territorial, pero con igual legitimidad en su intervenci¨®n en las instituciones del Estado. No hay partidos secundarios por razones perif¨¦ricas. La democracia es la ¨²nica y leg¨ªtima llave para la elecci¨®n de nuestros representantes y para la formaci¨®n de los gobiernos.
Adem¨¢s, la mayor¨ªa de los partidos tienen o dicen tener proyectos pol¨ªticos que van m¨¢s all¨¢ o est¨¢n en contradicci¨®n con lo que establece la Constituci¨®n. Sin ir m¨¢s lejos, un proyecto pol¨ªtico republicano, socialista o federalista dif¨ªcilmente puede desarrollarse sin una reforma constitucional. La cuesti¨®n central est¨¢ en respetar las reglas democr¨¢ticas y la voluntad de los ciudadanos. A partir de aqu¨ª cada partido es responsable de los actos y pactos que realiza. Si acierta sus electores le aplaudir¨¢n y, si no, lo penalizar¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.