?Ancianos?
Hace poco, en las columnas vecinas de Opini¨®n del lector, do?a Pilar S¨¢nchez mostraba su desacuerdo con una noticia de EL PA?S que hab¨ªa tachado de "anciana" a una tal do?a Adoraci¨®n, de 63 a?os, los mismos de la comunicante. Yo estoy con do?a Pilar de todo coraz¨®n, y lo primero que observo es que, en m¨²ltiples ocasiones, he visto cosas peores. Juro que una vez le¨ª "anciano de 53 a?os atropellado por un autob¨²s de la l¨ªnea 3", y me acuerdo muy bien porque tan rutilante veh¨ªculo de la EMT es el m¨ªo. Lo que ya no podr¨ªa asegurar es que se tratase de este peri¨®dico, pero resulta m¨¢s que probable: al fin y al cabo -salvo viajes en avi¨®n, AVE o Talgo- es el ¨²nico que leo a diario desde hace 20 a?os. Y la prolongada agon¨ªa de Sarajevo nos obsequi¨® con decenas de fotos de "ancianos" solitarios tratando de huir de la quema. Me pregunt¨¦ entonces, y me pregunto ahora, si alguien se interes¨® por su aut¨¦ntica edad. S¨ª, la verdad es que aparec¨ªan con gorra, pelliza o pasamonta?as, sin afeitar, desali?ados -?c¨®mo iban a ir los pobres en aquellas circunstancias-, pero que, prescindiendo de tales "s¨ªmbolos externos", muchos de ellos podr¨ªan ser cincuentones, o puede que incluso cuarentones. As¨ª que tiene usted mucha raz¨®n al ofuscarse un poco, mi querida do?a Pilar, porque... ?vaya man¨ªa! Para tratar de corregirla, demand¨¦monos, ante todo, qu¨¦ es un anciano, c¨®mo ha evolucionado el t¨¦rmino a lo largo de los siglos. En el mundo antiguo, m¨¢s sencillo, menos patol¨®gico que el nuestro en muchas cosas, ser anciano significaba ser venerable, sabio, investido consecuentemente de autoridad-. Ancianos eran los miembros del Sanedr¨ªn, los gobernantes de Egipto bajo la suprema ¨¦gida d¨¦ los faraones, los altos jueces, los ministros de Mois¨¦s, los sumos sacerdotes. Hoga?o, sin embargo, este nombre posee claras connotaciones peyorativas. Ni siquiera puede afirmarse que en su uso habitual y cotidiano, contin¨²e siendo un mero sin¨®nimo de "viejo". M¨¢s bien alude a un viejo-viejo, senil, decr¨¦pito, seguramente valetudinario, de la cuarta o quinta edad. Alguien que espera la muerte en una silla de ruedas, que no es capaz de alimentarse o acicalarse por s¨ª mismo, que probablemente "se hace todo encima". ?Es ¨¦se el caso de una se?ora de 63 a?os hoy en d¨ªa? O incluso de un se?or, aunque los varones seamos m¨¢s ef¨ªmeros que el sexo opuesto para estas cosas de la supervivencia. Pero aun as¨ª, ?Dios m¨ªo!, ?es un anciano Camilo Jos¨¦ Cela, que en 1996 ingresa en la cofrad¨ªa de los octogenarios? ?Lo es don Francisco Ayala, que le lleva un buen pico? El pasado 3 de abril, don Jos¨¦ Ortega Spottorno loaba en este peri¨®dico, con motivo del curso de conferencias organizado por el Colegio Libre de Em¨¦ritos, al profesor La¨ªn Entralgo, quien "todos los a?os nos asombra por la lozan¨ªa de su ensamiento, la plenitud de su palabra y el volumen de su sabidur¨ªa". Se titulaba el art¨ªculo del se?or Ortega Incre¨ªbles 88 a?os, precisamente los que tiene don Pedro La¨ªn Entralgo. ?Alguien en sus cabales se atrever¨ªa a tildar a este hombre de "anciano"? En mi libro La edad no es cosa de a?os yo afirmaba, m¨¢s o menos: s¨ª, es cierto que los a?os no pasan en balde, sobre todo en lo som¨¢tico, pero no lo es menos que la edad va, en muchos casos, a su aire. Depende del individuo en cuesti¨®n, de su voluntad y su idiosincrasia, su pasi¨®n o falta de pasi¨®n por la vida, o, en otras palabras, de su mente soberana.De modo que yo dir¨ªa que ni siquiera resalta justo llamar "anciano" a quien est¨¦ f¨ªsicamente decr¨¦pito, imposibilitado, anclado a su silla de ruedas -?deber¨ªamos tildar de anciano a Stephen Hawkins?- si su mente, sigue viva, y no digamos si se mantiene tambi¨¦n creativa. Si conserva alguna ilusi¨®n por la vida, los seres, las cosas. Si dentro de esa persona alienta a¨²n alguna llamita de esperanza, acaso alg¨²n sentido del humor, y no digamos si es capaz a¨²n, en medio de sus infortunios fisiol¨®gicos, de re¨ªrse, de s¨ª misma.
?Ancianos? No tengamos -como pide do?a Pilar- demasiada prisa por quitar de en medio a los mayores: esperemos hasta que, de verdad, de verdad, su condici¨®n justifique tal palabra. En la prehistoria, do?a Adoraci¨®n, do?a Pilar y sus coet¨¢neas y coet¨¢neos hubieran sido, irremediablemente, unos ancianos. En 1996, gracias a los progresos de la medicina, a la Divina Providencia o a quien corresponda, son:.. ?unas ni?as!
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