?Qui¨¦n repasar¨¢ el fald¨®n de Leopoldo?
Chelo Garc¨ªa, la ¨²ltima planchadora de Madrid, cierra su local, fundado en 1913
S¨®lo hay una persona en Madrid a la que la familia Calvo Sotelo se atrever¨ªa a confiar el antiguo fald¨®n de acristianar con el que el ex presidente de Gobierno, Leopoldo, fue llevado a la pila bautismal. Ella es Chelo Garc¨ªa, la ¨²ltima planchadora que quedaba en la capital y que ahora, todav¨ªa joven, ha decidido cerrar su local de la calle Blasco de Garay, fundado por su t¨ªa abuela Basilisa Fern¨¢ndez Pendolero hace m¨¢s de ochenta a?os, en 1913.Con las mismas tenazas y las mismas planchas de hierro -algunas tienen m¨¢s de 150 a?os- calentadas al fuego de un hornillo, tal como lo hac¨ªa su antepasada y maestra Basilisa, Chelo ha planchado, almidonado y enca?onado durante m¨¢s de cincuenta a?os, con exquisito cuidado y cari?o, las prendas m¨¢s antiguas y queridas de muchas familias madrile?as: los faldones de bautismo y los trajes de comunion usados generaci¨®n tras generaci¨®n, y tambi¨¦n esos valiosos manteles bordados artesanalmente que s¨®lo salen de los cajones para celebraciones muy especiales. "Yo ten¨ªa siete a?os cuando empec¨¦ a venir por el local de mi t¨ªa. Lo hac¨ªa cuando sal¨ªa del colegio y poco a poco ella me fue ense?ando los secretos del arte de la plancha, como es el de enca?onar, una t¨¦cnica antiqu¨ªsima que se utiliza para planchar las puntillas m¨¢s delicadas con unas tenazas calientes. Yo he seguido trabajando con los mismos instrumentos del siglo pasado porque a m¨ª el vapor no me sirve para nada", comenta la veterana planchadora, quien asegura que en su casa no plancha ni un pa?uelo.
Cuenta con orgullo que fue ella quien planch¨® la camisa que llev¨® el Rey Juan Carlos en el primer viaje oficial que hizo a Barcelona con Francisco Franco, cuando todav¨ªa era pr¨ªncipe. "La Casa Real tiene sus propias planchadoras, pero les surgi¨® un problema porque nadie sab¨ªa c¨®mo obtener el brillo que llevan las camisas de etiqueta. Hay que hacerlo con la punta de la plancha y requiere una preparaci¨®n muy rara. Me la trajeron porque nadie m¨¢s que yo sabe hacerlo. Por cierto, recuerdo que estaba rota y se la tuve que coser. No es. que estuviera vieja, pero al estar almidonada se pone muy tiesa y se conoce que al abrocharse el ¨²ltimo bot¨®n, el Rey se puso nervioso y la rompi¨®".
Pero no s¨®lo la realeza y aristocracia han tenido que recurrir a Chelo. Tambi¨¦n los socialistas. La prenda que m¨¢s le ha impresionado de todas las que han pasado por sus manos fue un encargo de Carlos Solchaga cuando era ministro de Industria del Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez: un mant¨®n de Manila bordado a mano que el ministro regal¨® a la emperadora de Jap¨®n en un viaje oficial al pa¨ªs nip¨®n. Por supuesto, no fue Solchaga quien lo bord¨®, sino una artesana que muri¨® antes de terminarlo. "Era de cresp¨®n negro, todo ¨¦l de mariposas en hilo plateado. De locura. Tardaron seis a?os en hacerlo. Cuando me lo trajeron les dije que yo en la tienda no me lo quedaba. Ten¨ªa miedo de que me lo robaran. Me lo llevaron a mi casa y all¨ª lo planch¨¦".
Recuerda con nostalgia aquellos viejos tiempos, cuando en los barrios de Arg¨¹elles, Salamanca y Centro las planchadoras trabajaban a destajo: "Cuando yo era peque?a, aqu¨ª cerca, en la calle Alberto Aguilera, hab¨ªa varias planchadoras. Sobraba trabajo. Hab¨ªa veces que ten¨ªamos que quedarnos toda la noche. Mi t¨ªa lleg¨® a tener cinco planchadoras fijas. Era un oficio muy t¨ªpico madrile?o, lo m¨¢s chulo. Se ve en las zarzuelas. Casi todas las chulaponas son planchadoras o cigarreras. Todo eso lo llevo muy dentro. Me hubiera gustado vivir en el siglo pasado e ir vestida con mi pa?uelo en la cabeza y mi mant¨®n de Manila. Soy madrile?a por los cuatro costados y hasta he sido bautizada en la catedral de la Almudena", presume.
"Pero entonces era otra clase de plancha", a?ade. "Mi t¨ªa Basilisa trabajaba sobre todo para las artistas. Antiguamente los trajes que llevaban las cantantes y actrices eran de percal y hab¨ªa que almidonarlos. Ahora, hasta para cantar flamenco se ponen lentejuelas".
Se extra?a del poco inter¨¦s que este oficio despierta actualmente entre las j¨®venes. "Antes hab¨ªa muchas aprendizas, pero ¨²ltimamente nadie se interesa. Es una pena que se pierda este oficio. La juventud va a lo c¨®modo, lo f¨¢cil. Y que conste que est¨¢ bien pagado. Hay faldones por los que puedo cobrar, entre tres mil y siete mil pesetas. Depende de la dificultad. No me retiro rica, pero me ha dado para vivir y gracias a Dios muy bien".
Chelo, soltera, vive con dos hermanas, que tampoco se han casado, en su casa de toda la vida, donde su madre la trajo al mundo, en la plaza de Ramales, junto a la calle de Bail¨¦n. No ha echado de menos el matrimonio, y el cari?o de los hijos lo ha suplido con el de los sobrinos. "A unas les toca casarse y a otras no. A m¨ª me toc¨® en este ¨²ltimo grupo", dice con humor.
"Pretendientes no me han faltado", advierte. "Mis hermanas trabajaban en Pertegaz e ¨ªbamos siempre muy bien arregladas. Llam¨¢bamos la atenci¨®n y en aquella ¨¦poca sal¨ªamos con lo que entonces yo cre¨ªa que no me pertenec¨ªa. Hoy la clase social no cuenta tanto, pero hace a?os s¨ª. Yo sal¨ªa con los hijastros de la duquesa de Valencia, que vi v¨ªa aqu¨ª al lado, en Guzm¨¢n el Bueno, y a la que yo le plan chaba las cortinas. ?ramos amigos, pero si dec¨ªas que eras una planchadora no se casaban contigo. De todas formas nunca he ido a la caza de un hombre. Siempre he sido muy independiente y he podido mantenerme por m¨ª misma".De ahora en adelante se va a dedicar a disfrutar de la vida y de su piso en Benidorm sin tener que interrumpir las vacaciones por alguna urgencia de plancha. "He venido a trabajar hasta con gripe.
A partir de este momento voy a hacer todas las cosas que no he podido. Me da verg¨¹enza decirlo, pero todav¨ªa no he visitado el Palacio Real, y eso que vivo enfrente. Ser¨¢ una de las primeras cosas que haga".
En 1985, el alcalde madrile?o Enrique Tierno Galv¨¢n le entreg¨®, un a?o antes de morir, el premio que le concedi¨® la C¨¢mara de Comercio e Industria de Madrid. "Es un t¨ªtulo hecho a plumilla que no quise, poner en la tienda para que no se me pusiera amarillento. Le he guardado s¨®lo para m¨ª, para los a?itos que me queden disfrutarlo en mi casa".
Chelo se va, pero sus mejores clientes pueden estar tranquilos. Los Piera, los G¨®mez-Acebo, los Calvo Sotelo, Sime¨®n de Bulgaria y otras familias no tan conocidas saben que siempre podr¨¢n contar con ella. "Les he dado mi tel¨¦fono por si tienen otro nieto y me necesitan", concluye.
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