Lenguas = Naciones = Estados
Todo modo de ver es, al tiempo, un modo de ocultar. Por eso las grandes figuras de la ciencia social nos han ense?ado que ¨¦sta se construye siempre contra las apariencias (Marx), contra el sentido com¨²n (Durkheim), contra las creencias (Ortega) y, en definitiva, contra el saber constituido. Pues bien, la lectura, que aconsejo vivamente, del reciente libro de Miguel Sig¨¹an La Europa de las lenguas (Alianza Editorial) permite no s¨®lo construir, sino tambi¨¦n destruir muchas evidencias alrededor del tema de la naci¨®n y la lengua. As¨ª, es evidente desde al menos mediados del siglo pasado que una lengua constituye una naci¨®n y que toda naci¨®n debe dotarse de un Estado. Los franceses, desde el abate Gregoire, formularon la ecuaci¨®n de arriba abajo: la Rep¨²blica construye una naci¨®n generalizando la lengua a trav¨¦s de la escuela y el cuartel. Los alemanes, desde Fichte y Herder, construyeron la ecuaci¨®n de abajo arriba: la lengua alemana es el esp¨ªritu de la naci¨®n germ¨¢nica que debe dotarse de un Estado, cosa que conseguir¨¢ s¨®lo a finales del siglo. Pero unos y otros, en uno u otro sentido, van a sustentar la misma ideolog¨ªa: la que equipara la lengua con la naci¨®n y ¨¦sta con el Estado. La lengua es el "alma" de la naci¨®n, dec¨ªa Humboldt; "prenda de nacionalidad", la llamaba Prat de la Riba. La reconstrucci¨®n de Europa tras la Gran Guerra seguir¨¢ este principio. La descolonizaci¨®n, con m¨¢s dificultades, lo intentar¨¢ tambi¨¦n. Y, si el espa?olismo seguir¨¢ el modelo franc¨¦s, catalanes, vascos y gallegos seguir¨¢n al historicismo alem¨¢n.Pero lo cierto es que Dios no construy¨® el mundo dotando a cada naci¨®n de su lengua y su territorio. Bueno, quiz¨¢ Dios lo hizo, pero, en todo caso, los humanos le hemos estropeado el dise?o con nuestra man¨ªa de vagabundear por la tierra mezcl¨¢ndonos por todas partes. Pues lo cierto es que ni naci¨®n = Estado ni lengua = naci¨®n. Lo primero es ya obvio. No hace falta recurrir al imperio austro-h¨²ngaro para comprender que la regla hist¨®rica, no la excepci¨®n, la proporcionan los Estados plurinacionales. Por lo dem¨¢s, la creciente movilidad de personas -emigrantes, turistas, jubilados...acrecienta la mezcla en todas partes. Lo segundo es menos conocido y, sin duda, m¨¢s importante aqu¨ª y ahora: hay tambi¨¦n naciones pluriling¨¹¨ªsticas. El gran ejemplo es Suiza, con cuatro lenguas oficiales, todas territorializadas, adscritas a cantones, y rodeado por poderosos pa¨ªses que hablan tres de esas cuatro lenguas. Pues bien, ?qui¨¦n puede dudar del poderoso nacionalismo del pueblo suizo? Ello no deber¨ªa sorprender: el marcador identificador de una naci¨®n puede ser la lengua, pero puede serlo tambi¨¦n la religi¨®n, la historia, la cultura o cualquier otro elemento relevante. Por ello, frente al nacionalismo historicista de Mominsen, Numa Denis Foustel de Coulanges afirmaba en 1870: "No es la raza ni la lengua lo que hace la nacionalidad, sino una comunidad de ideas, de intereses, de afectos, de recuerdos y de espeanzas".
Los espa?oles llevamos lustros discutiendo, con ¨¦xito discutible, la forma y l¨ªmites de un Estado plurinacional. Y ello quiz¨¢ porque hemos olvidado por completo las posibilidades que ofrece el nacionalismo pluriling¨¹¨ªstico, que es en gran parte su consecuencia y presupuesto y, si no me equivoco, el esp¨ªritu profundo de la Constituci¨®n. Pues un Estado plurinacional y pluriling¨¹¨ªstico, como el nuestro, tiende a la escisi¨®n si las lenguas devienen identificadores excluyentes de la nacionalidad. Lo que es ciertamente superfluo, pues, de una parte, el nacionalismo catal¨¢n, o vasco o gallego, puede expresarse en castellano, lo que facilitar¨¢ no poco la convivencia all¨ª rompiendo la (doble) identificaci¨®n lengua = nacionalista. Pero, de otra, tambi¨¦n el nacionalismo espa?ol puede, y debe, expresarse en catal¨¢n, eusquera o gallego rompiendo el recelo espa?olista hacia las cuatro lenguas oficiales. ?O es que hay que hablar castellano para sentirse espa?ol? De modo que: cabe sospechar que la construcci¨®n del Estado plurinacional ser¨¢ tanto m¨¢s f¨¢cil cuanto m¨¢s se acepte y profundice en la idea de que tambi¨¦n los nacionalismos pueden ser pluriling¨¹¨ªsticos.
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