Mefist¨®feles y la transmigraci¨®n de Aznar
?C¨®mo calificar la nueva era pol¨ªtica abierta en la primavera del 96? Del huevo electoral sali¨® un curioso ejemplar. Posado en las narices, tan cerca de los ojos, todav¨ªa no sabemos distinguirlo con nitidez.En la revisi¨®n hist¨®rica, la transici¨®n democr¨¢tica, tantas veces presentada como un proceso mod¨¦lico y hasta milagroso, se nos asemeja ahora a una dolorosa mutaci¨®n darwiniana, el cuerpo pesado de un anfibio desplaz¨¢ndose del fondo submarino a tierra por un lecho fangoso. Un anfibio sometido al correoso marcaje de especies recelosas. Lo que ocurre ahora parece m¨¢s liviano y r¨¢pido, como en el ciclo de los lepid¨®pteros. Es m¨¢s que una alternancia y distinto a una transici¨®n. Nadie, que se sepa, empuja hacia atr¨¢s. En un abrir y cerrar de ojos, el yang se ha hecho ying y el derecho viste su rev¨¦s. Es una metempsicosis pol¨ªtica. Una apote¨®sica transmigraci¨®n de almas. Hasta las voces discordantes suenan como mugidos de caballo o relinchos de vaca.
En la transmigraci¨®n, el alma reconoce como propio su nuevo cuerpo. El halc¨®n se hace mirlo blanco con todas las, consecuencias. Para vivir su segunda vida con cordura, debe olvidar el otro que era. Es absurdo presentarle este proceso como una contradicci¨®n: "Usted, que antes era halc¨®n...". El mirlo, con toda la raz¨®n, responder¨¢: "Pero ?de qui¨¦n me est¨¢ hablando?". Por lo mismo, son absurdas las reconvenciones con que nos obsequian los hagi¨®grafos de la criatura: "Ah, ignorantes, vosotros no sab¨ªais que el halc¨®n era un mirlo blanco!". Pues no. No lo sab¨ªamos. Hay un caso documentado de mirlo blanco en la localidad inglesa de Somersetshire, aunque no se trat¨® propiamente de una transmigraci¨®n. El ave mud¨® de plumaje por un susto, sobrevenido un martes de carnaval, seg¨²n inform¨® un tal se?or Smith en Zoologist. "El miedo lo volvi¨® cano".
La metempsicosis representa algo m¨¢s profundo que un cambio de pelaje. Y no tiene vuelta atr¨¢s. Quienes vean en la segunda vida del Partido Popular un simple movimiento t¨¢ctico para llegar al Gobierno podr¨ªan encontrar una respuesta tranquilizadora en las p¨¢ginas de La sociedad opulenta, de John Kenneth Galbraith: "Hay pocas cosas tan inalterables como la adici¨®n de los grupos pol¨ªticos a las ideas con las que alcanzaron el poder". Las ideas con las que el Partido Popular alcanz¨® el poder son ¨¦stas y no las otras. Las otras tienen ya, la condici¨®n de lo que nunca existi¨®, una especie ^de ¨¢nima en pena de la que nadie, por suerte, se hace cargo.
De no ser interiorizadas y conducidas por Aznar, importantes medidas incluidas en los pactos con los nacionalismos democr¨¢ticos (fiscalidad auton¨®mica, supresi¨®n del servicio militar, desaparici¨®n de los gobernadores civiles, repliegue de las fuerzas de seguridad del Estado en Catalu?a) ser¨ªan contempladas como la antesala de una crisis balc¨¢nica y, la consiguiente reedici¨®n de Lo que queda de Espa?a (segunda parte). El derecho de la mujer a decidir sobre su maternidad, las leyes de normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica de las nacionalidades, la v¨ªa de la reinserci¨®n... han desaparecido del cap¨ªtulo de pecados para pasar al de mandamientos en la creencia popular. En la transmigraci¨®n del 96, tan importantes son las ideas que hay que tener como haber delimitado de una vez las que ya no se pueden imponer. Si esto se hubiera hecho hace unas d¨¦cadas, Dios m¨ªo, cu¨¢ntos sufrimientos nos hubi¨¦ramos ahorrado. ?Existe el peligro de que en esta metempsicosis se desgaje la derecha espa?ola? No parece probable. Los partidos pol¨ªticos est¨¢n hoy dirigidos por profesionales del poder o aspirantes a serlo. Y esto, que por otra parte dificulta la profundizaci¨®n democr¨¢tica, crea fuertes v¨ªnculos de intereses que cohesionan al grupo y a los sectores sociales que lo respaldan.
La consecuencia m¨¢s interesante de la metempsicosis en curso es que no s¨®lo afecta a los m¨¢s directos protagonistas, sino que altera la percepci¨®n del paisaje, como cuando nace un nuevo estilo pict¨®rico. Y tiene un efecto grupal, asociativo, como cuando el a?ade gu¨ªa alza el vuelo hacia zonas m¨¢s c¨¢lidas y todo el lago lo sigue. Esto ¨²ltimo explicar¨ªa algunos fen¨®menos curiosos como es la s¨²bita desaparici¨®n del tono mefistof¨¦lico en tribunos y tertulianos. En el Fausto, de Goethe, el Se?or inquiere a Mefist¨®feles sobre la marcha del mundo, y el diablo responde satisfecho: "All¨ª, como siempre, todo anda magn¨ªficamente mal". Imagino a Mefist¨®feles aburrido e indignado ante tanto traidor. En lo que se refiere a la pol¨ªtica espa?ola, "all¨ª todo anda horriblemente bien". ?Qu¨¦ har¨¢ Mefist¨®feles para ganarse el pan?
Los humor¨ªsticos resultados de las elecciones del 3 de marzo y los pactos han limitado la capacidad de maniobra de Mefist¨®feles. Pero entre las ideas que hay que tener y las que ya no se pueden sostener existe un espacio nebuloso y tentador. Para entendernos, los pactos protegen aparentemente bien unos campos, pero dejan otros disponibles para el cultivo de las nuevas ideas. Asentada la pol¨ªtica general en el continuismo, con las buenas intenciones, eso s¨ª, de no incurrir en maldades anteriores, ?en qu¨¦ basar¨¢ el Gobierno de Aznar su propia identidad?
,Escucho con sorpresa y agrado que Esperanza Aguirre se define como liberal radical. Hosanna en los cielos, pens¨¦; por fin un presidente que lee poes¨ªa y una ministra de la estirpe de John Stuart Mill, de Bertrand Russell y acaso lectora - la dicha ser¨ªa completa- de Noam Chomsky. Ten¨ªamos un amplio surtido de conservadores disfrazados de liberales, mayormente abogados del Estado que despotrican contra su benevolente amo, pero era la primera vez que alguien se sal¨ªa con valiente adjetivo del fraudulento gui¨®n. Quien renovaba el aire resultaba ser, adem¨¢s, titular del muy estrat¨¦gico departamento de Educaci¨®n y Cultura, pues, parafraseando al franc¨¦s, "la Espa?a del siglo XXI ser¨¢ la de la cultura, o no ser¨¢".
Pero lo de Esperanza result¨® un primer desenga?o. No iba a la ra¨ªz de los problemas, sin prejuicios, como debe hacer todo liberal radical que se precie. Hablaba con el ardor doctrinal de quien cree haber descubierto un gran remedio antes de pisar un centro de formaci¨®n profesional con goteras, sin bibliotecal, sin ordenadores, con profesores que para aliviar la tensi¨®n leen el Wilt, de Tom Sharpe, y alumnos que pasan media vida en un autob¨²s comiendo un bocadillo de chorizo al mediod¨ªa. El m¨¢s alto cargo p¨²blico de Educaci¨®n les ven¨ªa a decir a sus subordinados, precisamente encargados de hacer buena la ense?anza p¨²blica: "Seg¨²n mis noticias, la ense?anza privada funciona mejor que la p¨²blica. Seguir¨¦ insistiendo a ver si es verdad". Ese es el gran equ¨ªvoco de los llamados pol¨ªticos liberales. Se instalan en la Administraci¨®n p¨²blica para desacreditarla. Parecen decirle al ciudadano: "?No tendr¨¢ usted la ocurrencia de fiarse de este tinglado que nosotros casual y desgraciadamente gestionamos a costa de sus impuestos?".
S¨ª, escuchaba a Esperanza Aguirre, y Mefist¨®feles, en la penumbra, sonre¨ªa. En los casos complicados, el diablo suele ganarse la vida invocando el nombre del Se?or. O de la se?ora Thatcher, por supuesto.
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