Los recuerdos y la memoria
Los recuerdos son objetos espaciales y est¨¢n ah¨ª en las calles, plazas, jardines, hasta en los lugares m¨¢s rec¨®nditos. Sin buscarlos topamos con ellos, y nos hacen resentir cuanto a¨²n queda de lo que fuimos. El hombre, por m¨¢s libre que crea ser, est¨¢ condicionado por los sitios donde ha vivido y so?ado. "Quien empieza a abrir el abanico de los recuerdos encuentra siempre nuevas piezas, nuevas varillas, y ahora el recuerdo va de lo peque?o a lo m¨¢s peque?o, de lo m¨¢s peque?o a lo microsc¨®pico" (Walter Benjamin). Los recuerdos permanecen escondidos en el trasfondo oscuro del sentimiento. Esta conciencia ¨ªntima, que duerme en las sombras, despierta frente a unas realidades en las que afloran los materiales situados en nuestra morada interior, que, dice santa Teresa, es un espacio secreto de sentires del cuerpo que se estremece y vuela al contacto con las distintas esferas terrestres.La afanosa b¨²squeda de retrotraer lo vivido constituye Ia arqueolog¨ªa del saber" (Michel Foucault), igual que de las cosas de la tierra y sus entra?as se origina el conocimiento. De cuanto est¨¢ en el espacio en continu¨® movimiento, solamente los lugares que han penetrado en nuestra intimidad despiertan el deseo cognoscitivo. Retornamos al terreno que hemos pisado, porque volver a sentirlo nos sit¨²a en el mundo con lo que est¨¢ ah¨ª ahora, y despierta la curiosidad de llegar a un saber total. "Quien aspira a acercarse al propio pasado sepultado ha de comportarse como el que exhuma un cad¨¢ver" (Walter Benjamin). Siempre hay algo que est¨¢ detr¨¢s de todo recuerdo, por ello debemos llegar hasta lo que yace en sus honduras. As¨ª, los recuerdos, seg¨²n Benjamin "espacios vac¨ªos", se llenan de lugares, cosas y, personas olvidados.
Los recuerdos son nostalgia de verdades perdidas que se intenta reencontrar sin evocar c¨®mo eran ni deformarlas. Pero, por m¨¢s objetivo que se intente ser, el hombre guarda vivencias de lugares a los que se siente ¨ªntimamente unido. Por ejemplo, en el Caf¨¦ del Oeste, en Berl¨ªn, las reuniones colectivas dieron origen al ideal socialista. de Walter Benjamin. Del Caf¨¦: de las Flores y la Granja del Henar guardo un recuerdo entra?able de los luminosos di¨¢logos que escuchaba entre intelectuales, escritores, artistas, siendo yo muy joven, y despertaron mi man¨ªa de pensar. Aquellas reuniones eran la expresi¨®n de la convivencia, del sentir y pensar dialogante, objetivando el Yo universal que surg¨ªa de la identidad com¨²n. Las vivencias nos ligan a los espacios que son el recuerdo de los recuerdos, el centro an¨ªmico de experiencias vividas, para saber c¨®mo se ha creado nuestra personalidad. A las miradas desatentas, los tertulianos reunidos en estos caf¨¦s pod¨ªan parecer lo que Baudelaire llamaba "unos bohemios sin harapos", cuando en realidad sobre sus mesas se redactaban manifiestos, proclamas reivindicativas contra el Poder. Adem¨¢s, ten¨ªamos vivencias comunes, soledades solidarias, afectos hondos, hasta viscerales. Los recuerdos se acumulan, y ah¨ª quedan como espacios abiertos, en los que sobreviven las palabras intercambiadas en aquellos caf¨¦s pol¨ªtico literarios. Sin embargo el lenguaje no es un instrumento para recuperar el pasado, tan s¨®lo escenario donde tuvo lugar el di¨¢logo fraterno y apertura del Yo a los otros, a los amigos, a los compa?eros de la misma conjura.
La memoria disemina los recuerdos en el espacio, o los arroja a las cenizas del tiempo, pues vivimos como pasajeros del mundo, y el pasado se desvanece, el presente huye r¨¢pido, el futuro es una vaga ilusi¨®n de la mente. "Las casas, las avenidas, los parques, los jardines, son fugitivos como los a?os" (Marcel Proust). Luego, esos espacios del recuerdo no son permanentes, como pensaba Benjamin, sino transitorios. S¨®lo la memoria resiste a esta pulverizaci¨®n, porque el tiempo es para ella autobiograf¨ªa, que permite reconstruirlos cuando han desaparecido. El centro del Yo guarda en su oscuridad desmemoriada los lugares y sentimientos vividos. La memoria olvida los recuerdos para sentir la presencia cambiante del Yo, pero, en un instante, al o¨ªr la sonata de Vinteuel, Swann, el protagonista de Proust, revive su pasado amor por Odette con la misma intensidad. Proust, al unir pasado y presente, atemporaliza el movimiento del Yo, encerrado tan s¨®lo en sus vivencias.
El Yo es lo que est¨¢ siempre ah¨ª, lo an¨ªmico-corporal, permanente y sustantivo, que a¨²na los pasos del tiempo. Es la salvaguardia de la memoria. As¨ª se crea lo que llama George Santayana el "Tiempo Sentimental", que tiene su origen en el recuerdo inmediato de una realidad pasada que se hace presente, y dice: "Dentro del organismo, esta distancia es primordialmente una distancia en tiempo f¨ªsico". Toda la vida ¨ªntima est¨¢ integrada por "ahoras" de un pasado que se hace voz del presente para inclinarse a un futuro determinado, "esperanza perpetua no realizada" (Santayana). El pasado y el presente se confunden, lo cual no impide que sean ambos realidades de lo que vamos a sentir, que anticipamos como pr¨®ximas acciones. El pensamiento del futuro se une en el Tiempo Sentimental, pues lo que va a suceder est¨¢ dentro del hombre planific¨¢ndose. "Los antiguos, que no eran sentimentales, cultivaron la profec¨ªa", y anticipaban lo que iba a venir palpando su presencia en el presente. A trav¨¦s de este proceso temporal del sentir, Santayana descubre la identidad o verdadera faz del Yo. Por el contrario, Proust busc¨® eternizarlo, mediante un viaje a la noche oscura de su pasado, fijando las etapas de los distintos tiempos de su vida. Y por la memoria de sus diferentes rostros llega a saber que ha cambiado, s¨ª, pero es el mismo de siempre. Rafael Dieste, en su obra Historias e invenciones de F¨¦lix Muriel, narra sue?os que son recuerdos vividos y, a la vez, a?oranzas recordadas. Este ni?o est¨¢ loco es un cuento breve que nos adentra en la vinculaci¨®n padre e hijo sin mediar palabras. Cuando el hijo marcha tras la sombra de su padre sabe que seguirle es obedecer la ley oscura del origen, y el padre sabe tambi¨¦n que el hijo, aunque se haya alejado, est¨¢ formando parte de s¨ª mismo. En esta historia busca Dieste descubrir la verdad del Ser en un punto fijo, arcano, una eternidad de la que emerge el Tiempo, empresa inversa a la proustiana. Sostiene que es importante conservar intacta la memoria, guardar lealtad al origen, y estos personajes viven el prodigio metaf¨ªsico de una permanente memoria del olvido. El tiempo pasa y nos transforma, pero el ser que vivimos es el mismo siempre, el ¨²nico, el verdadero, sin m¨¢scaras ilusorias. La memoria, as¨ª, es reminiscencia plat¨®nica en la que se espera encontrar la aut¨¦ntica personalidad. La dial¨¦ctica de la memoria autobiogr¨¢fica no puede limitarse a saber de uno mismo, debe orientarse al futuro para crear el hombre nuevo que no s¨®lo se examina, tambi¨¦n se en laza con las otras para constituir el Ser ¨²nico social.
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