La muerte de Malle abre un irreparable vac¨ªo
El 'duro' Spike Lee sigue en 'Girl 6' haciendo cine absolutamente blando
ENVIADO ESPECIAL La segunda de las cinco pel¨ªculas francesas seleccionadas tiene un t¨ªtulo as¨ª de sencillo, breve y poco rebuscado: Comment j¨¦ suis disput¨¦... (ma vie sexuelle). En realidad, el t¨ªtulo es ligrero si se le compara con las tres horas de plomo seudocinematogr¨¢fico y parloteo seudointelectual que le sigue. La peliculita se resumi¨®, para quienes se durmieron, que fueron los m¨¢s, en tres segundos; y para los escasos h¨¦roes insomnes que la aguantaron, en tres siglos. Parec¨ªa imposible, pero la cosa empeor¨®: lleg¨® Girl 6, nueva pel¨ªcula de Spike Lee, un cineasta negro y duro que hace un cine cada d¨ªa m¨¢s rosa y blando. Fuera, la sombra del maestro Louis Malle asist¨ªa a su homenaje abochornado adem¨¢s de muerto.
No s¨¦ qui¨¦n, hace ya tiempo, dijo que muchos j¨®venes directores de cine franceses padecen lo que ¨¦l llamaba s¨ªndrome de Jean Eustache, extra?a patolog¨ªa de la imaginaci¨®n cinematogr¨¢fica parisiense consistente en que todos estos j¨®venes cineastas aspiran a repetir la haza?a de aquel infortunado colega suyo que, avisado de la inminencia de su muerte, vaci¨® toda su incalculable elocuencia en una pel¨ªcula de tres horas de cine genial y que, pese a su enorme duraci¨®n, se hac¨ªa corta: La mam¨¢ y la puta, que (¨¦sa s¨ª) se devora como si durara tres minutos.Y a?ad¨ªa el diagnosticador, con buen criterio,. que es c¨®modo, demasiado c¨®modo, insolente incluso, querer representar desde dentro la incomodidad de vivir, de amar y de morir mientras se goza de, un buen filete, una buena cuenta corriente y una excelente salud. El director responsable del susodicho titulito, un tal Arnaud Desplechin, es en realidad un muchacho rico, rubio, guapo, sonriente y que tiene del gran, estremecedor, desgarrado y triste Jean Eustache tanto como Spike Lee tiene de Malcolm X, es decir: nada. O menos que nada, pues es uno de esos que hacen cine f¨²nebre no porque se dejen, como Eustache, la vida haci¨¦ndolo, sino porque sus pel¨ªculas matan al espectador.
Como ayer las pantallas de La Croisette se pusieron de luto -bien a causa de la muerte del cine a que condujo la osad¨ªa de las tres horas de masturbaci¨®n mental de Desplechin o bien a causa del humor afroamericano, sin la menor- gracia, del pantera negra Spike-, los cronistas de estas jornadas nos vemos obligados a alegrar los ojos mirando al cementerio desde donde Louis Malle nos recuerda en palabras imborrables que cuanto m¨¢s viejo se sent¨ªa menos se fiaba de las ideas y m¨¢s confianza ten¨ªa en las emociones.
Desplechin y Spike son gente clara cuando explican lo que ellos llaman sus ideas, pero son completamente opacos cuando intentan representar sus emociones, e impotentes por tanto para crearlas en los dem¨¢s. Ayer, en Cannes, percibimos de rebote el irreparable vac¨ªo que la, muerte de Louis Malle ha abierto en el cine. Su desconfianza del intelectualismo se encarn¨® en su pasi¨®n por la emoci¨®n; y esto nos pone, con una leg¨ªtima argucia comparativa, en la pista de la insignificancia de cineastas tan famosos y brillantes como Spike y Desplechin: en los resbaladizos territorios del arte del cine, la Iocuacidad se convierte en la muerte de la elocuencia, como en la literatura la palabrer¨ªa es la muerte de la palabra.
Desde el t¨²mulo que le han preparado en la antesala de la pantalla donde asistirnos a las fechor¨ªas de estos simuladores de im¨¢genes, la voz de Louis Malle se oye con una extra?a cercan¨ªa: la verborrea visual de quienes ahora hacen cine de laboratorio, posmoderno es una forma hip¨®crita y p¨ªcara de mudez. Ayer, en La Croisette, iba paseando solo, sin escolta de gorilas ni cerco de fan¨¢ticos, un hombre de estatura mediana, mirada intensa y aspecto apacible y distante. Su nombre es Daniel Auteil. Alguien dijo: "Nadie le hace caso, no es una estrella, es s¨®lo el mejor actor de Francia". Una esquina m¨¢s all¨¢ se o¨ªan alaridos: del lujoso portal¨®n del hotel Majestic, m¨¢s protegido que un monarca, sal¨ªa Spike Lee, de profesi¨®n vendedor.
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