La corrida dominguera
Ya est¨¢ aqu¨ª la primera cita dominical de la feria de los madriles, un tanto anta?ona, pues ya ha cumplido cincuenta a?os. Pasen ustedes, se?oras y se?ores. S¨²banse al carrusel de esta corrida y disp¨®ngase a cabalgar sobre el caballito de madera de la fantas¨ªa.Una tarde de domingo en Las Ventas es siempre una cita con la ilusi¨®n. Una corrida dominguera, en este rinc¨®n de la calle de Alcal¨¢, no tiene nada que ver con el mismo espect¨¢culo celebrado un lunes o un jueves.
En un festejo de domingo se puede pasear, sin sufrir achuchones, por los pasillos de la plaza. Ese p¨²blico que, durante el resto de la semana, los recorre de all¨¢ para ac¨¢, con el vaso de g¨¹isqui en la mano, ligeramente inclinado en perezoso adem¨¢n, hoy no va a venir a la plaza.
Ha despreciado su entrada, abandonada en el bolsillo de la chaqueta del portero de su casa o en el del pantal¨®n del subalterno de la oficina. Es la deserci¨®n de un p¨²blico de petulantes que hace decenas de veces el mismo recorrido, pasillo arriba, pasillo abajo, con el ojo atento al paso del reportero. que puede nombrarlos, con negrita, en la columna de su peri¨®dico.
Las corridas que se celebran dentro de la semana son uno de los actos sociales mas importantes entre todos los que tienen lugar en el mes de mayo. Y la gente bien peinada, con el bronce del sol marbell¨ª asomado a sus mejillas, acude a dejarse ver en un tendido de sombra, con ese mismo vaso que exhibieron por los corredores, todav¨ªa bien aferrado entre los dedos. El p¨²blico dominical no, suele beber en su localidad. Sustituye la tibieza del licor escoc¨¦s por la aspereza de la diminuta pipa de girasol.Rumor de semillas
En las tardes de domingo, un rumor de semillas abiertas entre el crujir de los dientes se esparce por el graderio. Una leve lluvia de c¨¢scaras salivadas cae, suave y melanc¨®lica, por las hombreras del espectador que se sienta en la localidad inferior. Si la tarde es aburrida y el diestro de turno no da ocasi¨®n a airear el moquero en demanda de la oreja, el ocio se mata a golpe de cascarujo
Porque una corrida dominguera rara vez resulta brillante. La empresa las reserva para que tengan su oportunidad los toreros que aguardan la temporada instalados en la triste incertidumbre del verlas venir. Y los encierra con divisas rechazadas por sus compa?eros triunfadores, ufanos ante el torito dengue y fan¨¦.
No se producen casi nunca los triunfalismos desbordados de las tardes laborables de corrida. Pero cuando un diestro se encuentra con ese toro so?ado con el que a los toreros se les medio duerme la mirada en las tardes invernales, la faena se levanta como un surtidor alegre y musical y el p¨²blico suelta su entusiasmo con explosiva generosidad. Y entonces, de verdad, s¨ª que se siente el hormigueo del gozo por los adentros del esqueleto. A lo mejor ocurre esta tarde.
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