El yerno ideal cobra por respirar
Esc¨¢ndalo en Francia por el salario del presentador m¨¢s famoso de la televisi¨®n p¨²blica: 2,5 millones al d¨ªa
Era el yerno ideal de Francia: joven, pero adulto; moderno, pero no revolucionario; bien vestido, pero descorbatado; h¨¢bil manejando el argot, pero sin recurrir nunca a los tacos. Se llama Jean-Luc Delarue, y hasta hace unas semanas era el presentador m¨¢s popular de todos los canales de televisi¨®n en Francia. Si ha ca¨ªdo en desgracia, se debe a que tanta pulcritud ocultaba un contrato que ha escandalizado incluso a los m¨¢s fervorosos partidarios de la ley del mercado.La televisi¨®n p¨²blica ha abonado a Reservoir Productions -95% del capital en manos de Delarue- 162 millones de francos (4.050 millones de pesetas) en 18 meses a cambio de una serie de emisiones. Reservoir Productions admite haber obtenido 34 millones de beneficio, lo que equivale a 1.888.888 francos al mes, de los cuales 1.795.000 son para el hoy cuestionado presentador.
?ste se hab¨ªa asignado adem¨¢s un salario de 120.000 francos al mes, y cobraba una prima de exclusividad de 14 millones de francos al a?o. Total, que el yerno ideal gana 100.000 francos al d¨ªa (2,15 millones de pesetas).
El presidente y director general de la televisi¨®n p¨²blica Jean-Pierre Elkabbach, denunci¨®, nadie sabe exactamente por qu¨¦, el contrato de Delarue. Pidi¨® incluso a la justicia que realizase una auditor¨ªa para saber si Jean-Luc Delarue no facturaba sus programas a un precio cinco veces superior al del coste real.
El problema es que el contrato lo hab¨ªa firmado el propio Elkabbach, que fue ¨¦l quien reclam¨® los servicios de Delarue para que la cadena p¨²blica France2 pudiese competir con la popular y privada TF-1, y que Delarue, despu¨¦s de admitir la exactitud de las cifras barajadas, ha dicho que ¨¦l no ten¨ªa nada de qu¨¦ avergonzarse: si alguien hab¨ªa aceptado darle 104.160 pesetas por cada hora (te trabajo -o sea, 1.736 pesetas por minuto o, en definitiva, 115 pesetas por cada vez que respira-, tonto hubiera sido ¨¦l de no aceptar semejante chollo.
Adem¨¢s, ha concluido, "la televisi¨®n p¨²blica recupera con creces lo que yo cuesto s¨®lo con lo que aporto en audiencia y publicidad". La imagen de Delarue, tan cuidadosamente construida, se ha resquebrajado. Era mucho mejor verle dirigir debates sobre la exclusi¨®n social que saberle m¨¢s ¨¢vido que el m¨¢s ¨¢vido de los golden boys y descubrir que su coraz¨®n es una caja registradora que no para de sumar.
En peor estado ha quedado Jean-Pierre Elkabbach, gestor cuyo mandato concluye el pr¨®ximo mes de octubre y que aspiraba a ser reelegido por cinco a?os, m¨¢s en el mismo cargo. Hoy nadie da un duro por ¨¦l. El Tribunal de Cuentas investiga su labor; una comisi¨®n parlamentaria hace lo propio; el Consejo Superior del Audiovisual tambi¨¦n quiere saber c¨®mo se ha manejado el dinero p¨²blico; el ministro de Cultura evoca "hipot¨¦ticas malversaciones", y los periodistas han ido des velando detalles turbios relativos a Elkabbach y su equipo m¨¢s pr¨®ximo en la televisi¨®n p¨²blica.
El caso Delarue no es distinto del de otros presentado res-productores. Los trabajadores de la televisi¨®n p¨²blica, con sueldos que muy a menudo oscilan alrededor de los 15.00 0 francos al mes, han recordado que, en la actualidad y con la excepci¨®n de los programas informativos y de deportes, s¨®lo un 3% de los progra mas son realizados por equipos propios de la televisi¨®n p¨²blica.
Por ejemplo, Patrick Cl¨¦ment, mano do de encargar las nuevas caretas y logotipos de los informativos a una empresa espa?ola Delta, que dirige un tal Patrick Rouchon. Las facturas de Ostra-Delta han sido estimadas astron¨®micas para los baremos utilizados en Francia.
Delarue, Nagui, Jacques Martin, Arthur, Mireille Dumas son los nombres de esos comunicadores que han sabido aprovecharse de la cada vez m¨¢s injustificada necesidad de "productores externos" manifestada por,la televisi¨®n p¨²blica.
Esta quiso evitar la progresiva funcionarizaci¨®n de sus trabajadores o el dar demasiado poder a los sindicatos. El remedio ha sido peor que la enfermedad.
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