Yeltsin no deja sitio a sus rivales
El presidente monopoliza la campa?a y utiliza todos los medios de propaganda a su alcance frente a los escasos recursos de sus competidores
"?Muy buenas! Ha llamado usted al tel¨¦fono de confianza del presidente de Rusia. Su informaci¨®n ser¨¢ grabada despu¨¦s de la se?al ( ... ) y entregada a Bor¨ªs Nikol¨¢ievich". El contestador autom¨¢tico repite mec¨¢nicamente su mensaje a quienes marcan el n¨²mero 956 99 99 de Mosc¨². "Thank you for calling" (gracias por llamar), exclama despu¨¦s una voz en ingl¨¦s americano, si, por casualidad, uno se topa con el fin de la cinta. El mensaje as¨ª obtenido se publica en la prensa o se emite por radio, en el supuesto de que las expresiones de preocupaci¨®n por el eventual retorno de los comunistas al poder o de solidaridad con Yeltsin, utilizadas de forma propagand¨ªstica, sean las confidencias hechas a la grabadora.El denominado tel¨¦fono de la confianza es uno de los ¨²ltimos fichajes de la en¨¦rgica campa?a electoral de Yeltsin. La idea no es mala, pero la puesta en pr¨¢ctica mediante contestador autom¨¢tico refleja el estilo funcionarial e instrumentalizador que, en Rusia, con pocas excepciones, caracteriza la relaci¨®n de los poderosos con los ciudadanos.
Cuando queda ya menos de un mes para las elecciones presidenciales del 16 de junio, la campa?a de Yeltsin se desarrolla de forma cada vez m¨¢s intensa y coordinada hacia la meta, una victoria que, en una competici¨®n limpia, aparece a¨²n como problem¨¢tica, dado que Guennadi Ziug¨¢nov, el candidato comunista, encabeza la lista de favoritos entre los 11 candidatos en liza.
Los fondos entregados por la Comisi¨®n Electoral Central (150 millones de rublos por cabeza, que los candidatos pueden aumentar hasta unos 19.000 millones por cabeza), son insuficientes para rodar las campa?as, dados los astron¨®micos precios de los espacios televisivos. El presidente, por definici¨®n, juega con ventaja. Sus actividades llenan los informativos televisivos, mientras los otros candidatos se comprimen como los ingredientes de un sandwich entre una dosis de Bor¨ªs Nikol¨¢ievich y la siguiente. Vistos as¨ª, los pretendientes aparecen como un conjunto de personajes a cual m¨¢s pintoresco, siendo VIad¨ªmir Brinz¨¢lov el m¨¢s llamativo, por sus coches, sus guardaespaldas, su mansi¨®n, su despampanante esposa y la tentaci¨®n de todos y cada uno de los gestos de este nuevo ruso, due?o de un consorcio farmac¨¦utico.
Yeltsin ha convertido su campa?a electoral en una cruzada contra el comunismo, y ha logrado que el esquema bipolar -dem¨®cratas contra peligrosos restauradores del pasado- se imponga como un hecho casi indiscutible en la opini¨®n p¨²blica liberal. La capital de Rusia est¨¢ llena de enormes carteles en los que Yeltsin aparece dando la mano al alcalde, Yuri Luzhkov, con las catedrales del Kremlin como fondo y el lema Mosc¨² ya ha hecho su elecci¨®n.
Desde el diario Moskovski Komsomolets, furibundamente anticomunista, se piden voluntarios para una campa?a de agitaci¨®n y, en un tono con reminiscencias de delaci¨®n estalinista, la secci¨®n de pol¨ªtica del peri¨®dico pide a los lectores que informen de las actividades del partido comunista como "la creaci¨®n de c¨¦lulas de partido en los lugares de trabajo" y los "m¨¦todos de agitaci¨®n" que utilizan en provincias.
Es dif¨ªcil que Ziug¨¢nov pueda oponer a Yeltsin algo parecido al marat¨®n de conciertos gratuitos de las estrellas del rock ruso, que comenz¨® en la periferia de Mosc¨², y que, bajo el lema Yeltsin nuestro presidente, continuar¨¢ en 23 ciudades para concluir en VIadivostok, en el Extremo Oriente.
Las tradiciones de agitaci¨®n pol¨ªtica heredadas de los bolcheviques se han puesto a prueba con un nuevo signo en la revista Ne dai Bog (?No lo quiera Diosg, un panfleto anticomunista en colores con una tirada de 10 millones de ejemplares que regala un p¨®ster de Ziug¨¢nov vestido de cirujano con la hoz y el martillo a modo (te escalpelo y bistur¨ª, y publica crucigramas para los que hay que saber los nombres de los miembros del Politbur¨® sovi¨¦tico o de las medallas obtenidas por Leonid Br¨¦znev. Desde Ne dai Bog, los protagonistas de los culebrones televisivos, como Santa B¨¢rbara, desean a los rusos "la victoria sobre los comunistas". Ne dai Bog se ha repartido gratuitamente en zonas donde el electorado de izquierda es fuerte, como las provincias que constituyen el cintur¨®n rojo en tomo a Mosc¨². La revista es un suplemento de President, una publicaci¨®n que edita el fondo regional moscovita de apoyo al primer presidente de Rusia. Sin embargo, en contra de lo estipulado por la ley, el primer n¨²mero apareci¨® en abril como un producto an¨®nimo. Tras la intervenci¨®n de la Comisi¨®n Electoral Central aparecieron el tel¨¦fono y direcci¨®n de la redacci¨®n y los nombres de sus responsables. La tarea de poner en circulaci¨®n el producto (excelentemente retribuida, seg¨²n fuentes informadas) ha reca¨ªdo en Viad¨ªmir Y¨¢kovIev, que fue uno de los j¨®venes talentos de la apertura informativa propiciada por Gorbachov y que hoy dirige el peri¨®dico Komersant.
En lo que a instituciones se refiere, el apoyo a Yeltsin es masivo, y el presidente cuenta incluso con la bendici¨®n de la jerarqu¨ªa de la Iglesia ortodoxa rusa, y del patriarca Alejo II. ?ste ha exhortado a los p¨¢rrocos de Rusia a que aconsejen a los feligreses que "vayan a votar y apoyen a las autoridades" y que expliquen, adem¨¢s, las dificultades que la Iglesia ortodoxa pas¨® con los bolcheviques. Visiblemente irritado, el patriarca ha acusado por televisi¨®n a los izquierdistas radicales de querer construir de nuevo la piscina en el lugar donde se acaba de reedificar la iglesia de Cristo Salvador de Mosc¨², dinamitada por orden de Stalin en los a?os treinta.
Los debates sobre la creaci¨®n de una tercera fuerza se han difuminado ante el fracaso de este intento. Sus protagonistas, el economista Grigori Yavlinski, el general Alexandr L¨¦bed y el oft¨¢lmologo Sviatoslav Fi¨®dorov, han emprendido su camino en solitario, y la campa?a electoral est¨¢ hoy plenamente encajada en el cauce que Yeltsin dibuj¨® a mediados de febrero en Yekaterinburg: o se vota por el actual presidente o los rusos se arriesgan a la vuelta al pasado y tal vez a la guerra civil. Y los partidarios del presidente tranquilizan a los reticentes asegurando que "no se trata de una elecci¨®n entre personas, sino entre sistemas".
El miedo a la violencia -basado en la impresi¨®n, o la certeza, de que el resultado de las urnas, sea el que sea, ser¨¢ cuestionado- se da tanto en las filas de Yeltsin como en las comunistas. A esta corresponsal le consta que entre los l¨ªderes, del cambio que Yeltsin inici¨® al desintegrarse la Uni¨®n Sovi¨¦tica hay un destacado radical que, tremendamente asustado por el futuro, ha enviado a sus hijos a una capital europea en compa?¨ªa de un familiar adulto provisto de una cobertura laboral formal. Se trata de un caso puramente pol¨ªtico, distinto a los de los empresarios que mantienen a sus familias fuera de Rusia por miedo a atentados y extorsiones mafiosas. A esta corresponsal, tambi¨¦n le consta que entre los comunistas considerados m¨¢s radicales hay quien planea esconderse en alg¨²n lugar apartado de las provincias rusas antes incluso de las elecciones por miedo a ser v¨ªctima de una provocaci¨®n.
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