La historia
He visto despachos de caoba en cuyas paredes hab¨ªa verdaderos forajidos pintados al ¨®leo sobre fondo gris y chaqueta cruzada. Pero nadie recordaba qui¨¦nes eran. Lo parad¨®jico de que hayan prohibido colgar el retrato de Rold¨¢n junto al resto de los directores generales de la Guardia Civil es que se trata del ¨²nico responsable del cuerpo que guardamos en la memoria. Todav¨ªa no hemos podido retener el nombre del actual, y del de ayer apenas recordamos una barba muy limpia. En cuanto al fundador, siempre dudamos si era marqu¨¦s o duque. De Rold¨¢n, en cambio, podr¨ªamos enumerar hasta los falsos t¨ªtulos con los que adornaba su curr¨ªculo. As¨ª que, aunque en los libros del cuerpo no se le dedique una frase, su nombre ser¨¢ el ¨²nico que permanezca en el recuerdo colectivo.Por eso no conduce a nada querer borrarlo del mapa neg¨¢ndole un espacio en la pared o una l¨ªnea en la historia. Todo el mundo sabe que en el presunto progreso de la humanidad las equivocaciones han sido m¨¢s decisivas que los aciertos. Una historia de los aciertos es una historia tan falsa como in¨²til. El error es la espalda del progreso, su culo; sin ¨¦l no hay cuerpo ni edificio posible.
Cuando el recuerdo de Rold¨¢n haya sido borrado de todas las casas cuarteles que construy¨® a golpe de comisiones y cohechos, alguien, en una clase de historia, preguntar¨¢ a un ni?o qui¨¦n fue el fundador de la Guardia Civil y el peque?o responder¨¢ que el duque de Rold¨¢n. Es lo que sucede cuando se intenta negar la realidad: que adquiere unas dimensiones excesivas. Por eso, lo conveniente es que el director del cuerpo, que no nos acordamos c¨®mo se llama, ordene colgar su retrato, aunque sea del cuello, en la galer¨ªa de fallecidos o cesados en la que ¨¦l mismo habr¨¢ de figurar un d¨ªa. S¨®lo dej¨¢ndole ocupar su sitio respetar¨¢ el de los otros.
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