Mensajes ocultos
As¨ª como hay chistes que no entiendo y que prefiero que ya no me los expliquen, porque es evidente que los chistes no se pueden explicar, he optado ya por admitir -si ¨¦sta es la palabra- una buena cantidad de extra?amientos en muchos ¨®rdenes de la vida. Uno de ellos, y bastante principal, la publicidad. Saber qu¨¦ es aquello que se anuncia, lo que se pretende vender, es relativamente f¨¢cil, aunque en ocasiones el camino sea largo e intrincado. Pero, al final, el objetivo queda, por lo general, medianamente claro y despejado. ?Ah!, he llegado a exclamar, as¨ª que se trataba de un coche, de unas zapatillas de deporte, de una bebida sumamente refrescante... Esto, como se sabe, no suele ocurrir con los detergentes, cuyos anuncios responden a un patr¨®n inamovible, seg¨²n he o¨ªdo decir, muy eficaz, del cual resultar¨ªa, al parecer, un disparate apartarse -y quien lo ha hecho lo ha pagado-.Se habl¨® mucho, como todos recordar¨¢n, de ciertas vallas publicitarias de la firma Benetton, especializada en complicados mensajes, y se discuti¨® sobre si algunos de los recursos utilizados resultaban o no ¨¦ticos. El asunto era muy dif¨ªcil y, finalmente, no hab¨ªa otro criterio que el personal: la poca o mucha simpat¨ªa que uno fuera capaz de sentir hacia las enrevesadas mentes de los publicitarios. Hace poco he sentido un inesperado golpe de simpat¨ªa hacia uno de esos publicitarios de mente enrevesada -es algo a lo que les obliga la feroz competencia, tienen que devanarse los sesos y convencerse de esta parad¨®jica verdad eterna: que todo est¨¢ dicho y que nada est¨¢ dicho todav¨ªa- porque he tenido la impresi¨®n de que por debajo del intento de vender aquello que se nos mostraba -un cuarto de ba?o entero y verdadero- lat¨ªa un mensaje oculto: la de que era mucho mejor no comprar ese cuarto de ba?o y quedarse con el que ya se ten¨ªa antes. Para el que quiera verlo con sus propios ojos, dar¨¦ los datos. El anuncio que recort¨¦, y que tengo ahora sobre la mesa, aparec¨ªa en este, mismo peri¨®dico el pasado 25 de abril, en la p¨¢gina 31. De manera que, quien tenga tiempo para ello o quien no pueda resistir la tentaci¨®n de comprobar la veracidad de estas l¨ªneas, pueda irse a la hemeroteca y pedir el susodicho ejemplar, si no es de los que guardan los peri¨®dicos en casa durante a?os, en cuyo cas¨® quiz¨¢ hasta le resultara m¨¢s dif¨ªcil localizarlo, porque ya se sabe que buscar entre un mont¨®n de peri¨®dicos atrasados uno en particular es casi imposible. Est¨¢ el de delante y el de atr¨¢s, pero nunca ¨¦se.
Imagino, por un momento, que todos ustedes han ido a la hemeroteca o han encontrado finalmente un ejemplar apetecido en su inservible pira de peri¨®dicos atrasados y que saben ya a qu¨¦ anuncio me refiero. "Vea su cuarto de ba?o acabado antes de empezar las obras", reza la leyenda que separa, en vertical, dos peque?as fotos de cuartos de ba?o. Si fuera verdad que todos tuvieran ante los ojos esta hoja de papel de peri¨®dico no har¨ªa falta explicar m¨¢s, como sucede con los chistes, porque todo est¨¢a la vista y se entiende o no se entiende. Entonces ver¨ªan que lo que pasa con este anuncio es que, sencillamente, no se entiende. Es muy f¨¢cil imaginar el caso contrario, el del anuncio que se entiende perfectamente, como ocurre, por ejemplo, en la publicidad de los tratamientos de belleza y adelgazamiento. Las fotos del antes de seguirlo y el despu¨¦s de seguirlo son lo suficientemente elocuentes como para convencer a algunas personas de la necesidad, de ponerse en manos de esos especialistas o lo que fueren.
Pero este anuncio de cuartos de ba?o de la m¨¢s famosa empresa nacional es por completo desconcertante, al menos para m¨ª, quiz¨¢ demasiado inclinada a no distintguir de buenas a primeras aquello que se me pone ante los ajos, del mismo modo que, ya lo he declarado, algunos chistes y algunas gracias se me resisten. Posiblemente, me cogen ya muy cansada por haber tenido que escuchar antes muchos otros. El caso es que, despu¨¦s de mirar mucho las dos fotos de los cuartos de ba?o, no pude por menos que optar por el primero, el de antes de empezar las obras, lo que me llevaba a no entender por qu¨¦ su propietario se met¨ªa en obras. Todo lo que en la primera foto era tranquilidad, sosiego, austeridad, proporci¨®n y, si me apuran, hasta misticismo, por que la habitaci¨®n inspiraba al recogimento m¨¢s ¨ªntimo, era, en la segunda foto, foll¨®n, l¨ªo, desorden, desproporci¨®n, aturdimiento. ?Qui¨¦n en su sano juicio querr¨ªa sustituir el primer cuarto de ba?o por el segundo?. Puede que ¨¦stas fueran las intenciones ocultas del publicitario, y quiz¨¢ hasta inconscientes. En todo caso, sent¨ª simpat¨ªa hacia ¨¦l porque hab¨ªa logrado ofrecer una muestra de lo que en muchos casos significa la vida moderna: un paso atr¨¢s o hacia la nada, una p¨¦rdida. No s¨¦ qu¨¦ se adelanta con los brillantes cromados de las grifer¨ªas, con los m¨¢rmoles de color rosa, con los lavabos encastrados -?vaya palabra!-, con combinaciones inauditas de azulejos, y mucho eso y mucha luz. Pero a lo mejor es que a m¨ª todo ese lujo me sobra y me intimida porque no me trae ning¨²n recuerdo. A lo mejor mi recuerdo se aviene mejor con el escenario de la primera foto. Quiz¨¢ sea una opini¨®n sumamente personal, elaborada dentro de mi propia historia, pero lo cierto es que hay lujos -por llamarlos as¨ª- que me resultan opresivos y casi repulsivos. ?Por qu¨¦ hemos de aceptar sin ponerla en cuesti¨®n la est¨¦tica que nos ofrece esta sociedad? Si no nos gusta mucho esta sociedad ?c¨®mo podr¨ªamos compartir sus criterios est¨¦ticos?
Pero si nos concedemos un poco de calma, quiz¨¢ sepamos decidir lo que nos gusta o lo que nos gusta un poco m¨¢s.. ?Hay tantos modelos que se nos proponen como los mejores de los caminos posibles que podr¨ªamos seguir y que tienen el angustioso sabor de lo completamente innecesario, incluso, en algunos casos -como resulta en el extra?o deporte del golf-, el de la muerte, por el impresionante parecido del campo de los cementerios de aterciopeladas lomas que tambi¨¦n llegan en forma de propaganda a nuestros buzones, ofreci¨¦ndonos ya la posibilidad de reservar nuestra tumba en un lugar tan privilegiado! Los espacios acotados, limpios, ordenados y relucientes dejan, en cierto modo, fuera a la vida, y, aunque es verdad que a veces la vida es bastante inc¨®moda y sucia, es la ¨²nica apuesta posible. Para morir siempre hay tiempo. ?Qu¨¦ tiene de malo un desconch¨®n en la pared de un cuarto de ba?o?, ?por qu¨¦ los grifos tienen que relucir?, ?por qu¨¦ est¨¢n tan empe?ados los detergentes en dejar la ropa m¨¢s y m¨¢s blanca? Cuando veo, en los anuncios, frotar la ropa con tanta pasi¨®n, no puedo dejar de preguntarme de d¨®nde sacan esas mujeres tan laboriosas sus energ¨ªas, a qui¨¦n o a qu¨¦ se las roban. Quiz¨¢ a la vida, que no es cada vez m¨¢s blanca.
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