Chicos listos

Hace pocas semanas, se estrenaba entre nosotros una broma considerablemente grosera, Abierto hasta el amanecer, en la que dos talentos del reciente cine independiente americano, Robert Mariachi Rodr¨ªguez y el inefable Quentin Tarantino, se dedicaban a aporrear c¨®rneas y meninges del respetable, en una inteligente operaci¨®n de autoalimentaci¨®n publicitaria mutua. Ahora nos llega otro producto de las mismas caracter¨ªsticas, un mixed hecho con referencias de todo g¨¦nero, de la comedia al fant¨¢stico, firmada por los dos arriba mencionados, a los que se suman el en ocasiones interesante Alexander Rockwell y Allison Anders.Four rooms es una especie de Gran Hotel borde y desquiciado, un filme hecho de retazos, un patchwork siniestramente indigesto. Los elementos son comunes a los del filme de Rodr¨ªguez: numerosas citas cin¨¦filas, desde la emulaci¨®n de la Pantera Rosa en los t¨ªtulos de cr¨¦ditos hasta el homenaje a Jerry Lewis y su El botones, pasando por una inspiraci¨®n / copia / homenaje a uno de los telefilmes de Alfred Hitchcock, The Man from Rio; un sentido del humor disparatado y par¨®dico y bromas, otra vez, de dudoso gusto, todo para potenciar lo que a ciertos colegas les parece la cota m¨¢xima de la creaci¨®n contempor¨¢nea: el hacer lo que a uno le venga en gana, en plan gamberro y porque s¨ª, aunque el resultado carezca por completo de inter¨¦s.

Four rooms es as¨ª una suma de trozos que, como siempre en los filmes de sketchs, oscila en su inter¨¦s en cada uno de los fragmentos, aunque no haya aqu¨ª ni uno solo de ellos que tenga inter¨¦s. El punto de encuentro de todos es un botones, con el que Tim Roth da un aut¨¦ntico recital de tics, muecas y desprop¨®sitos; una suerte de dibujo animado de carne y hueso al que le ocurren, en una sola noche, todo tipo de incidentes, desde un aquelarre de brujas hasta una apuesta macabra que le tendr¨¢ por ejecutor; desde hacer de ni?ero de un par de ni?os siniestros, hijos de un gangster, hasta protagonizar una rara sesi¨®n de discusi¨®n entre amantes. Todo ello, por lo dem¨¢s, con el norte puesto en emular al insoportable Jim Currey, que se dir¨ªa el numen tutelar del despistado amigo Roth.

As¨ª las cosas, buscar una joya en medio de la basura resulta una operaci¨®n est¨¦ril. Tiene alguna gracia el episodio de Robert Rodr¨ªguez, con un Banderas haciendo la caricatura de Banderas, el ¨²nico papel, seg¨²n parece, para el que el director lo considera apropiado. Tiene solvencia, como siempre en ¨¦l, el desarrollo del gui¨®n del episodio de Tarantino, aunque lo menos que se puede decir de ¨¦l es que se trata sencillamente de una canibalizaci¨®n hitcheockiana. De Rockwell m¨¢s vale olvidarse, mientras que la dudosa palma de oro a la estulticia se la lleva la se?ora Anders con su tonto, irremediablemente est¨²pido episodio con brujas.