La ciudad tranquila
El Atl¨¦tico de Madrid gan¨® la Liga, matizan los expertos que su gloria consisti¨® en hacer doblete -rara voz- y el club colchonero lo celebr¨® con grandes fastos, en los que cont¨® con multitudinaria asistencia. Y esta alegr¨ªa natural de los correligionarios hubo de padecerla el resto de la ciudad.Una ciudad tranquila en la medida de lo posible quisiera el madrile?o que fuese Madrid. Una ciudad que no valga de instrumento para las reivindicaciones, ni de escenario para los excesos l¨²dicos, ni de objeto de la ira. Una ciudad cuyas servidumbres no pasen de lo estrictamente necesario.
La gran fiesta de la pe?a atl¨¦tica, que compartieron propios y extra?os -algunos madridistas quiz¨¢ no-, se convirti¨® en un atropello de los derechos generales de la ciudadan¨ªa en cuanto invadi¨® la calle, cort¨® la circulaci¨®n y dej¨® buena parte de la ciudad paralizada, sin capacidad de reacci¨®n y sin soluci¨®n alternativa alguna.
Los que encontraron inaccesible el centro y v¨ªas adyacentes, los que no pod¨ªan salir de all¨ª salvo a pie ligero, se preguntaban si se habr¨ªa producido alg¨²n terremoto o siniestro de catastr¨®ficas proporciones, o hab¨ªa parido la reina o acaecido alg¨²n otro s¨²bito suceso de imprevisibles consecuencias.
Los que hab¨ªan de desplazarse por raz¨®n de trabajo, los que pretend¨ªan comprar o vender, los que deb¨ªan llegar a su hora a la academia, los que ten¨ªan cita, los que necesitaban acudir al m¨¦dico, los que simplemente deseaban disfrutar de un paseo higi¨¦nico por la ciudad tranquila, hubieron de renunciar a sus planes o buscarse soluciones alternativas de emergencia, porque hab¨ªa hecho doblete -extra?a palabra- el Atl¨¦tico de Madrid.
Y lo m¨¢s preocupante es que no fue la excepci¨®n. Concluida la cabalgata y cuanto se a?adi¨® a la magna celebraci¨®n del doblete -expresi¨®n confusa; mi-no-entender, que dijo el ingl¨¦s-, Madrid seguir¨¢ siendo coso abierto a las manifestaciones de la mala educaci¨®n y la barbarie, tribuna reivindicativa, amplio solar a disposici¨®n del que vaya a su ventolera y resuelva invadirlo en su exclusive, provecho.,
Madrid seguir¨¢ a disposici¨®n de huelguistas y de manifestantes; de gamberros para quienes los edificios son pantalla de sus dudosas ingeniosidades; sal¨®n al aire libre de los que quieren beber, gritar, ensuciar, hacer movida a altas horas de la madrugada; aparcamiento ilimitado a disposici¨®n de la clientela de restaurantes, bares y discotecas. Y en los d¨ªas de f¨²tbol y de toros, garaje de miles de espectadores que pretenden dejar su coche junto a la puerta del estadio o de la plaza y, si les dejaran, llegar¨ªan motorizados hasta el mism¨ªsimo grader¨ªo.
Y, mientras tanto, el resto de la ciudadan¨ªa ha de capear esta invasi¨®n como pueda. Lo m¨¢s eficaz ser¨ªa. huir. Pero no todos los madrile?os pueden huir. Antes al contrario, la mayor¨ªa de los madrile?os desea una ciudad bonita, c¨®moda, ¨²til, fluida y bien comunicada; les asiste adem¨¢s el derecho a disfrutarla en paz. No es un problema de solidaridad. Solidaridad ya se produce cuando la normalidad se altera por obras, por -sucesos inevitables, porque ha parido la reina, porque a un vecino (a lo mejor desconocido) le dio un patat¨²s y es preciso salvarlo a toda costa. La solidaridad ya se produce cuando el Consistorio cuenta los dineros que ha recaudado a la ciudadan¨ªa contribuyente y los invierte en servicios de mejora para s¨®lo una parte de ella; l¨®gicamente, la que tiene m¨¢s necesidad.
Que el Atl¨¦tico de Madrid haya hecho doblete -vocablo de la antigua mercer¨ªa, luego apropiado por el arte venatorio- no justifica dejar Madrid a dos velas una tarde entera. Doblete es algo as¨ª como dos tercios; en corte y confecci¨®n, doble m¨¢s sencillo, y entre cazadores, el blanco disparando con la escopeta de dos ca?ones. ?Quiere entonces decirse que el Atl¨¦tico de Madrid bati¨® una marca vendiendo tiras de tafet¨¢n? ?Que Jes¨²s Gil, presidente del club, descerraj¨® un tiro y se llev¨® por delante dos conejos? Pues tampoco es como para celebrarlo con cabalgatas, ni para tirar cohetes, ni para que lo reciba el Ayuntamiento con todos los honores. Un servidor, por ejemplo, dio el otro d¨ªa el salto del capullo -que tiene su m¨¦rito- y a¨²n est¨¢ esperando que el alcade le felicite.
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