Tierra de toros
No hay madrile?o que no conozca las famosas corridas de San Isidro, ?pero cu¨¢ntos saben que a media hora de la Puerta del Sol pastan toros bravos? ?O que desde los tiempos m¨¢s remotos, ¨¦sta ha sido tierra de toros y adem¨¢s origen de una de las castas fundacionales de la caba?a brava espa?ola? ?O que de las cinco ganader¨ªas actuales m¨¢s antiguas de Espa?a, cuatro tuvieron su origen en nuestra comunidad?"Desde las ¨¦pocas prehist¨®ricas pastaron los uros salvajes en las orillas de los r¨ªos madrile?os y en los ricos pastos de su sierra", hemos le¨ªdo en el excelente libro Madrid, tierra de toros, de Diego Lechuga y Jos¨¦ Luis D¨ªez, editado en 1988 por la Consejer¨ªa de Agricultura y Cooperaci¨®n de la Comunidad de Madrid.
Milenios despu¨¦s vendr¨ªan "toros salvajes que se criaban silvestres en los campos de Madrid, los montes de Toledo y parte de la provincia de Madrid, que se caracterizaron por una piel rojiza Eran animales de cuerpos grandes, largas defensas muy ligeros de patas y de gran resistencia". Esta raza se denominar¨ªa jijona y, tras algunos cruces con otras razas locales, ser¨ªa la base de las primeras ganader¨ªas madrile?as, all¨¢ por la segunda mitad del siglo XVIII, mayormente en la zona de Colmenar Viejo. Entre estas ganader¨ªas figuran nombres legendarios como Ba?uelos y Manuel Aleas.
M¨¢s tarde se formar¨ªan los hierros de Vicente Mart¨ªnez, Esteban Hern¨¢ndez, El¨ªas G¨®mez... Dos criadores de Colmenar eran cl¨¦rigos. Cuando la fama de otro ganadero, Faustino Udaeta, se vino repetinamente abajo, con una mala corrida en Madrid, decidi¨® mandar todos sus toros y vacas al matadero. (Ojal¨¢ cundiera el ejemplo entre algunos ganaderos actuales).
Estos llamados toros de la tierra eran enormes, con una cornamenta descomunal, cosa entonces com¨²n en la mayor parte de las ganader¨ªas espa?olas. Se caracterizaban por una especial ferocidad, sentido y dureza: muchos toreros los encontraban inc¨®modos. ("Los Aleas, ni los veas", se dec¨ªa). Para corregir esto, se empez¨® a importar sementales andaluces, m¨¢s suaves.
Como el legendario Diario, de Vicente Mart¨ªnez, que entre 1903 y 1920 engendr¨® hijos "fuertes, arrogantes, fieros y nobles" en palabras de maestro cr¨ªtico Ca?abate. Tras la aparici¨®n del revolucionario Juan Belmonte, en la segunda d¨¦cada de nuestra centuria, se busc¨® un toro menos fiero y m¨¢s colaborador. En Colmenar, el equilibrio se mantuvo hasta la guerra civil.
Durante la contienda fueron exterminadas casi todas las ganader¨ªas colmenarenas, unas 3.500 cabezas, y lo que quedaba de la raza jijona pr¨¢cticamentedesa desapareci¨®. Se empez¨® a reconstruir sobre una base de animales hambrientos y raqu¨ªticos. "La recuperaci¨®n fue muy lenta", se puede leer en otro libro de gran inter¨¦s, Por las rutas del toro, de Joaqu¨ªn L¨®pez del Ramo (Espasa Calpe, 1991). "Las nuevas vacadas que se establecieron en Madrid, o las reconstrucciones a partir de las ya existentes ar¨ªles de 1936, no alcanzaron el prestigio de sus antecesoras". La explosi¨®n demogr¨¢fica de la capital y las edificaciortes en la sierra restaron espacios naturales a los toros.
Actualmente queda una treintena de ganader¨ªas peque?as, pertenecientes a la segunda divisi¨®n de criadores. En la primera -la Uni¨®n- hay ocho, si cuentas a Victorino Mart¨ªn, cuyos toros fieros ya no pastan en Galapagar sino en C¨¢ceres.
Las reses de Hern¨¢ndez Pla son de procedencia santacoloma, y si bien muchas son bravas, adolecen del peque?o tama?o actual de este encaste. Los toros de Baltasar Ib¨¢n asustan a muchas de las llamadas figuras del toreo; los de Victoriano del R¨ªo, de origen Juan Pedro Domecq (fabricante del inefable toro artista), est¨¢n hechos a la medida de esas figuras. De los temibles Aleas, apenas queda m¨¢s que el hierro.
En 1984 fue lidiado el ¨²ltimo de los jijones conseguidos pacientemente despu¨¦s de la guerra. Como no hab¨ªa machos puros de esta casta para echar a las tres vacas que quedaban, el encaste ha desaparecido para siempre.
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