Inglaterra muestra sus miserias
Wembley asisti¨® primero a una brillante ceremonia y luego a una decepci¨®n
La coreograf¨ªa estuvo por encima del partido inaugural de la Eurocopa. Wembley era todo pompa y circunstancia, un escenario solemne que no mereci¨® el juego que ofrecieron Inglaterra y Suiza. Los ingleses volvieron a desautorizar cualquier conato de progreso en su f¨²tbol. De nuevo la pelota larga y las ideas cortas. La selecci¨®n suiza, que pasaba por all¨ª, comenz¨® desde la nada y poco a poco se enter¨® de todas las miserias de su rival, que acab¨® sin aire, sin juego, sin convicci¨®n, casi agradecida por el empate.El reloj se ha atrasado en el f¨²tbol ingl¨¦s. Es falso que est¨¦n detenidos desde hace treinta a?os, desde la conquista del Mundial 66. Aquel equipo superaba por varios cuerpos a la selecci¨®n de Venables. Jugadores como Bobby Charlton, Bobby Moore y Mart¨ªn Peters eran talentos de primera, jugadores de categor¨ªa que dieron lecciones de clase y modernidad. Les sobraba calidad y conocimiento. Moore, porque anticipaba y sacaba la pelota limpia. Charlton, porque regateaba, tocaba seg¨²n conviniera y llegaba como un tiro al ¨¢rea. Y Peters porque era todo sutileza, un centrocampista fin¨ªsimo que te mataba en el segundo palo. Le llamaban The ghost (El fantasma) y visto hoy seria un adelantado. Nadie en el equipo ingl¨¦s puede acercarse al rango de aquellos jugadores. Esta selecci¨®n resume las peores carencias de un modelo finiquitado: dos torreones de centrales, incapaces de poner la pelota en el suelo; dos laterales bastos, s¨®lo capacitados para meter el ollazo; dos delanteros que juegan de espaldas a la porter¨ªa, sin posibilidad de sorpresa, futbolistas sin perfiles previsibles, aburridos, malos.
S¨®lo dos jugadores invitaban a la esperanza: Gascoigne y McManaman. Pero los dos fracasaron. Gascoigne se ha perdido entre lesiones, cerveza y descontrol. Lo que tenemos ahora es un centrocampista gordo y lento que apenas tiene tiempo para dejarnos alg¨²n detalle, como el pase de rabona que envi¨® a McManaman en el primer tiempo. 'McManaman es m¨¢s aprovechable porque tiene desborde y velocidad, pero Venables decidi¨® amarrarle a la banda izquierda y all¨ª se desinfl¨®.
Limitado por la escandalosa ausencia de calidad en media docena de jugadores, por la deficiente condici¨®n de Gascoigne, por la ineficacia de McManaman en su herm¨¦tica posici¨®n y por el descontrol de Ince, el equipo ingl¨¦s se encontr¨® sin recursos para batir a Suiza, otro que tal baila. Pero los suizos pueden decir que no tiene tradici¨®n, que lo interesante en su tierra es el chocolate y los relojes de cuco, que Wembley impone. Cualquier cosa les val¨ªa a los suizos para justificarse. Y el caso es que no lo necesitaban. Cuando se quitaron los complejos y observaron el verdadero tama?o futbol¨ªstico de Inglaterra, los suizos dominaron el partido, lo empataron y se fueron decepcionados, porque la victoria fue posible.
El encuentro se desarroll¨® entre insustancialidades hasta el gol de Shearer. En el inventario s¨®lo se hab¨ªa anotado un remate de Anderton. No hubo nada m¨¢s. Los suizos hab¨ªan decidido mostrarle sus respetos a Inglaterra y no hab¨ªa manera de sacarles de su campo.
Sin embargo, el partido dio un giro en el segunda parte. Antes, Grassi hab¨ªa lanzado un remate contra el larguero, una jugada que son¨® como un despertador en el ¨¢nimo de los jugadoes suizos, hasta entonces muy deca¨ªdos. De repente, Inglaterra hab¨ªa aparecido con toda su mediocridad. Y eso se hac¨ªa evidente incluso para un rival acobardado. El cambio de registro se hizo m¨¢s notable con la entrada de Chapuisat. Sin goyer¨ªas, pr¨¢cticamente sin juego, Suiza puso a los ingleses contra la pared. Ya s¨®lo quedaba que el peso de la l¨®gica tuviera alg¨²n valor. Y lo tuvo. Un ataque suizo fue cortado con la mano por Pearce y Turkylmaz marc¨® el penalti. Fue un acto de justicia para un partido que no mereci¨® ganador alguno, pero que dej¨® un perdedor por el camino: Inglaterra.
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