El t¨¢rtaro que aprendi¨® a ser malo
P¨¢vel Tonkov lleva cuatro a?os viviendo cerca de B¨¦rgamo y apenas habla italiano. Se pone colorado cuando le preguntan por su novia. Siendo un joven (27 a?os cumplidos en febrero) de la segunda migraci¨®n de ciclistas del Este, la misma de los extravertidos Berzin, Gontchenkov o Svorada, ese rasgo no deja de ser una se?al: apenas cambi¨® su forma de vida con la mudanza. Es un hombre hecho a prop¨®sito para las dur¨ªsimas cargas de entrenamiento de la escuela italiana. La autodisciplina la llevaba en la sangre. Tambi¨¦n la mantuvo cuando fue objeto de trueque: gan¨® la semana bergamasca de 1992 y de ¨¦l se enamor¨® el fabricante de bicis Ernesto Colnago, quien le hizo firmar su primer contrato profesional con el Lampre a cambio de 16 bicicletas para la escuela de Samara. Su introversi¨®n le hizo ser un buenazo como ciclista. Siempre colocado (7?, 5?, 4? y 7? en los anteriores cuatro Giros) y casi nunca ganador. Le faltaba el esp¨ªritu atacante, se conformaba con ir en el grupo de los mejores. Un ¨¢nimo agravado por un accidente hace dos a?os que le cost¨® dos operaciones de rodilla.El primer d¨ªa que atac¨® en su vida, le sent¨® bien. Gan¨® la Vuelta a Suiza del 95, dejando a Zulle en la monta?a. "S¨¦ malo", le dijo su compa?ero Faresin al pie del Mortirolo el s¨¢bado. El inexpresivo ruso sab¨ªa qu¨¦ significaba: b¨²scate aliado y ataca en cuanto veas a Olano desfallecer. Despu¨¦s de casi morir en la contrarreloj no pod¨ªa sino hacer eso para ganar un Giro hecho a su medida.
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