Wembley pide respeto
Inglaterra, sin f¨²tbol y poca pasi¨®n, resuelve un p¨¦simo partido ante Escocia
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EURO 96Con m¨¢s pompas que f¨²tbol, Wembley verific¨® el tono demacrado de la selecci¨®n inglesa. Un equipo lleno de espinas que ofreci¨® s¨ªntomas inquietantes el d¨ªa de la fiesta mayor del f¨²tbol brit¨¢nico. Sobre un escenario mitol¨®gico, envuelto por una verbena sin parang¨®n y ante su vecino m¨¢s altivo, el enemigo de toda la vida, Inglaterra traz¨® un partido descorazonador. No tuvo juego, porque, est¨¢ desordenada, no tiene un estilo definido y desprecia la pelota. Y durante muchas fases le falt¨® alma, algo imperdonable en una cita her¨¢ldica. S¨®lo encontr¨® el alivio por el talento de McManaman, y el acierto de Seaman en un penalti. Lo dem¨¢s fue un disparate y Escocia se fue del partido como entr¨®: de puntillas.Durante todo un primer tiempo s¨®lo se adivin¨® a un pu?ado de jugadores ingratos trotando por Wembley con una falta de respeto a la historia, a miles de almas incandescentes y a un santuario sagrado. Porque Wembley qued¨® injustamente pisoteado. No ya por la consabida poca brillantez de Inglaterra, sino por su irritante falta de voluntad, ¨¦picamente soportada por dos hinchadas demasiado indulgentes, reacias a que nadie les estropeara la fiesta. Fruto del paroxismo, Wembley vivi¨® cada saque de banda como si fuera un corner y cada falta, como un penalti. No hab¨ªa m¨¢s sustento.
Terry Venables mantuvo el mismo equipo que defraud¨® en la inauguraci¨®n, con la cavernaria decisi¨®n t¨¢ctica. de que Southgate -un central de esos que fotocopia el f¨²tbol brit¨¢nico desde hace siglos- esposara a McCallister, el mejor escoc¨¦s, por toda la pradera. Su colega, Craig Brown, trastoc¨® el grupo que hab¨ªa atrapado un punto ante Holanda. Consiguieron que sus equipos a¨²n lo hicieran peor. Inglaterra qued¨® en manos de Gascoigne: un tipo rechoncho que sobrevive en el escaparate por su capacidad de liderazgo en el drink team, como ha bautizado la prensa brit¨¢nica al equipo ingl¨¦s tras su en¨¦simo desmadre. Le queda poco gas. Dos gotas, quiz¨¢. Por eso dosifica los partidos. El primer tiempo lo pas¨® bebiendo agua. Su ritmo fue tan lento como el de todo su equipo: sin pulso alguno, sin una ocasi¨®n de gol, sin un detalle que retener. Entre otras cosas porque Inglaterra no tiene futbolistas de verdad. Con Redknapp enfundado en el ch¨¢ndal, su oferta se reduce a medio Gascoigne, McManaman y la capacidad goleadora de Shearer. Escocia tampoco tuvo nada que decir. Quer¨ªa un empate y no le qued¨® m¨¢s remedio que llevar la iniciativa, con todo el equipo aupado sobre McCallister.
Como si el choque hubiera encontrado un atajo se fue hacia el segundo tiempo con Wembley entre ronquidos. Entonces, alguna autoridad moral debi¨®, recordar al vestuario ingl¨¦s su irreverencia. Porque Inglaterra entr¨® en la. cancha con m¨¢s voracidad, el mejor atributo que se le conoce. Ya con Redknapp de eje y Southgate indultado de sus tareas, Inglaterra alumbr¨® a un equipo m¨¢s reconocible, con m¨¢s decisi¨®n.
McManaman -desperdiciado por Venables, que se empe?a en encadenarle a un costado- se asom¨® la ceremonia y en quince minutos espl¨¦ndidos desgarr¨® a Escocia. Es un futbolista m¨¢gico. Explosivo en Carrera y con una facilidad poco com¨²n para tirar rivales a su paso con el baile de su cadera. ?l levant¨® el partido. ?l le ense?¨® el camino al tozudo Venables, siempre de espaldas al talento.
Con el gol de Shearer, fabricado por supuesto por McManaman, Inglaterra recul¨®. Se acost¨® sobre su ¨¢rea y Escocia reaccion¨® con furia, pero sin f¨²tbol. Porque tampoco lo tiene. Pero aun a base de pelotazos, MacCallister acarici¨® el gol en un penalti cometido por un atropello de Adams. Acert¨® Seaman y al instante se espabil¨® Gascoigne. Se peg¨® la mayor -y quiz¨¢ la ¨²nica- carrera del d¨ªa y dej¨® un gol hermos¨ªsimo, lleno de plasticidad.
Fue el ¨²nico eslab¨®n luminoso con un enfrentamiento que cumpl¨ªa su 124 cumplea?os. Gracias a. McManaman y Gascoigne al menos pudo apagar las velas.
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