El m¨¢s exiliado de todos los espa?oles
Del discurso de contestaci¨®n de Francisco Ayala, colaborador habitual de EL PA?S, destacamos los siguientes p¨¢rrafos:Se?ores acad¨¦micos:
Agradezco a mis colegas el haberme designado para recibir en esta corporaci¨®n a Antonio Mu?oz Molina; y cumplo el encargo con mucha alegr¨ªa. Hay algo de simb¨®lico y hasta de conmovedor para m¨ª en el hecho de que -antes por designio del azar que por deliberada intenci¨®n de nadie- haya sido el m¨¢s viejo de entre nosotros el llamado a acoger en el seno de la Academia a quien habr¨¢ de ser por ahora el m¨¢s joven de sus miembros. Por lo dem¨¢s, con toda su juventud, es Antonio un esp¨ªritu tan libre, tan independiente, tan seguro de s¨ª mismo, que no ha sentido aprensi¨®n ninguna al asumir la tradici¨®n acad¨¦mica en lo institucional, como tampoco en el orden de su creaci¨®n literaria a mirar de frente la tradici¨®n viva del pensamiento y de las letras espa?olas.
No creo necesario desplegar ritualmente en esta ocasi¨®n el cat¨¢logo respetable de las obras que hasta ahora lleva producidas. Con placer y creciente agrado las he seguido desde sus primeras publicaciones.
Preferible. me parece, y as¨ª pienso hacerlo con la venia de ustedes, emplear el tiempo de que discretamente dispongo en insistir por mi parte sobre algunas de las consideraciones expuestas en su discurso; tanto m¨¢s cuanto que ha versado sobre la poco estudiada y mal conocida personalidad literaria de quien fue mi amigo: Max Aub.[ ... ]
Max Aub, nacido y criado en Francia, hab¨ªa hecho suya enseguida la lengua espa?ola para su expresi¨®n literaria, y ya nunca jam¨¢s sucumbi¨® a la tentaci¨®n -quiz¨¢ ni siquiera le pasara por las mientes- de derivar hacia el campo propicio de la literatura francesa, como le hubiera sido tan f¨¢cil, cuando, a consecuencia de nuestra guerra civil, se le hubo cerrado el campo de la espa?ola peninsular; pues, debiendo ¨¦l recomenzar su carrera, hubo de intentarlo como un advenedizo en la Am¨¦rica Latina. Muy bien acogido en M¨¦xico, a pesar de ello se consider¨® all¨ª, para siempre, un exiliado espa?ol. Max se quiso, pues, espa?ol en M¨¦xico; se sent¨ªa espa?ol; nuestra lengua no era para ¨¦l un mero instrumento adoptado para su expresi¨®n literaria, sino algo mucho m¨¢s: algo esencial, algo vital e irrevocablemente asumido. Por eso insisti¨® siempre con obstinado empe?o en ser, no ya un escritor de lengua espa?ola, sino un escritor espa?ol y un espa?ol exiliado. El m¨¢s exiliado de todos los espa?oles, dir¨ªa yo; el escritor que hizo de Espa?a, de la guerra civil y del exilio mismo, asunto principal y casi ¨²nico de sus preocupaciones creadoras.
En eso estriba la singularidad a la que antes apuntaba yo: Max Aub ha vivido, se ha vivido a s¨ª propio, ha querido vivirse en calidad de escritor espa?ol exiliado, con una fidelidad que no deja de ser conmovedora. [ ... ] La decisi¨®n de seguir siendo un escritor espa?ol fue para Max Aub una decisi¨®n particularmente libre sostenida en el exilio con impresionante ah¨ªnco. [ ... ]
Cuando, por fin y despu¨¦s de haber superado bastantes resistencias ¨ªntimas, mi amigo Max Aub se resolvi¨® a visitar de nuevo este pa¨ªs nuestro de su alma, fue para encontrarse -claro est¨¢- con una realidad muy diferente de la so?ada. [ ... ]
Se?ores: temo que mis recuerdos, y los sentimientos ligados a ellos, me hayan hecho rebasar involuntariamente los l¨ªmites discretos de una respuesta al discurso de nuestro nuevo compa?ero Antonio Mu?oz Molina, de quien tantas valiosas contribuciones al trabajo acad¨¦mico tenemos derecho a esperar. En las palabras que hemos o¨ªdo de su boca en esta solemne sesi¨®n quiero encontrar yo la promesa impl¨ªcita de un estudio cumplido que, corrigiendo negligencias y rectificando injustas omisiones, coloque en su lugar debido dentro de la historia de nuestras letras la figura del gran escritor que, en un periodo de grandes escritores, fue mi amigo Max Aub.
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