M¨¢s Real
Mi mejor recuerdo del Teatro Real en su versi¨®n concierto es una ¨®pera, San Francisco de As¨ªs de Olivier Messiaen, que algunos o¨ªmos arrobados, en presencia del anciano compositor y su formidable mujer Ivonne Loriot. El teatro estaba a punto de ser cerrado para su reconversi¨®n, una palabra que suena a d¨ªa del Domund y me recuerda las antiguas posturas del misionero. La historia del Teatro Real reconvertido es ya un hecho, y esperemos que no de los Ap¨®stoles. En ella ha habido farsa, lances de capa y espada, tragedia con la muerte a pie de obra de su arquitecto, la ca¨ªda maravillosa de la l¨¢mpara, con el genio de Carmen Alborch dentro para justificarla, y nunca le ha faltado el halo de comedia de magia: los millones aparec¨ªan y desaparec¨ªan como conejitos en la chistera. Cuando todo indicaba que est¨¢bamos a punto de ver all¨ª s¨®lo ¨®pera y ballet, se ha cruzado el sainete, esa vieja recurrencia de nuestro acervo patrio.La noticia del presunto cese de la directora general de la fundaci¨®n, Elena Salgado, por "desconfianza pol¨ªtica", y la c¨¦lebre frase atribuida a la ministra Aguirre exhortando a los miembros del patronato a "hacerse el haraquiri" (?porqu¨¦ no un suicidio en la tradici¨®n occidental?), ha Vuelto a colocar al malhadado teatro en el ¨¢mbito de irrealidad que le ha envuelto desde el d¨ªa en que Messiaen se emocion¨® al saludar y no sotros so?¨¢bamos con escepticismo en que aquella m¨²sica y otra, claro, se tocara en su plenitud teatral.
Por los datos que tengo, la actitud de los nuevos responsables del Ministerio de Cultura (la educaci¨®n en este caso brilla por su ausencia) ha sido de recelo y en principio no est¨¢ mal que el pol¨ªtico obre as¨ª. El Gobierno de Aznar se ha encontrado con los regalos envenenados que todo ejecutivo saliente deja, como pufo de despedida, al sucesor. El caso GAL, cuya resoluci¨®n ha tenido la desgracia de que le caiga en gracia, es el ejemplo m¨¢s sonado. Pero no menor embrollo constituye, a su escala, el Teatro Real, cuya catastr¨®fica gesti¨®n antes, durante y una vez acabada la reconversi¨®n, hay que poner en el cap¨ªtulo de errores monumentales de la Administraci¨®n socialista, que a lo largo de sus 14 a?os en el poder no ha hecho m¨¢s que amagar, embarullar y gastar, ante la inercia de varios ministros del ramo. Y precisamente cuando los nuevos dirigentes se encuentran con un dif¨ªcil asunto bien atado, irreprochable en sus t¨¦rminos y para m¨¢s inri pactado por una instituci¨®n muy representativa de su propio partido, sufren la tentaci¨®n de la astracanada.
He visto una vez en mi vida a Elena Salgado y confieso haber estado entre los esc¨¦pticos cuando le¨ª que una buena gestora que hab¨ªa hecho funcionar Correos y ten¨ªa aficiones musicales ocupar¨ªa este puesto tan delicado. Sin entrar en detalles de estilo o ideolog¨ªa, poco importante para el observador interesado pero desapasionado, su ejecutoria hasta la fecha ha sido audaz y eficaz. Siendo naturalmente uno de sus timbres de gloria el fichaje de St¨¦pliane Lissner, un hombre de solvencia indiscutible cuyas primeras iniciativas en la programaci¨®n del teatro merecen toda la admiraci¨®n. Lo malo del recelo pol¨ªtico es que se ti?a de patriotismo. Aunque al nuevo ministerio le irrite con raz¨®n el perfil de alg¨²n miembro del patronato, tanto la idea del mismo como las personas hoy al frente del Real parecen las m¨¢s adecuadas para que la costosa m¨¢quina no se detenga antes de ponerse a prueba. Respecto a la inauguraci¨®n con Parsifal, las cr¨ªticas o¨ªdas a¨²n son m¨¢s rancias.. Los franceses, que de todo esto saben bastante, hicieron bastante en su flamante teatro de la Bastilla una gala l¨ªrica llena de floripondios, himnos y banderas, pero como pieza de demostraci¨®n oper¨ªstica del nuevo teatro eligieron un t¨ªtulo grande, espectacular y probado ante el p¨²blico, Los troyanos, que, adem¨¢s, es francesa. Soy el primero en lamentar que nuestra patria no haya producido una ¨®pera tan grandiosa, buena y conocida como la de Berlioz, pero con todos mis respetos, la obra del maestro Garc¨ªa Abril resulta totalmente inapropiada. Un Parsifal donde la gran orquesta, las grandes masas, los grandes nombres y la gran m¨²sica tendr¨ªan ocasi¨®n de brillar al m¨¢ximo es, por muy alem¨¢n- que sea su texto, una obra id¨®nea para devolvernos a los espa?oles un Teatro Real restaurado a las dimensiones de la realidad.
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