La tropa de Hagi merece un respeto
La selecci¨®n de Ruman¨ªa se juramenta para no regresar a su pa¨ªs de vacio
"No podemos regresar a casa con cero puntos". Lo dicen uno, otro y el de m¨¢s all¨¢, desde el portero hasta el extremo izquierda, del fisioterapeuta al jefe de prensa. Todos. Una vez eliminados, los rumanos apelan al honor para defender su necesidad de ganar hoy a Espa?a. El sentimiento patri¨®tico de los rumanos en el f¨²tbol ha sido siempre tan incuestionable que se les acusa de no tener otro club que la selecci¨®n. Juegan por y para Rumania. No hay ning¨²n otro escaparate mejor para negociar sus contratos personales que el equipo nacional. Y no admiten ninguna broma.Y menos Anghel lordanescu. Nadie le discute nada. Haciendo honor al cargo de general que le concedieron hace medio a?o, el seleccionador arenga a los periodistas como si fueran soldados. Malhumorado, Iordanescu ofreci¨® ayer una conferencia de prensa para decir que se sienten maltratados por los ¨¢rbitros -la propia federaci¨®n ha remitido a la UEFA una carta quej¨¢ndose por que el ¨¢rbitro no les concedi¨® un gol legal y un penalti en el partido contra Bulgaria- y dolidos por el menosprecio con que se les pregunta por sus intenciones en el ¨²ltimo partido despu¨¦s de perder los dos anteriores por 1-0.
El cabreo de lordanescu es tan evidente como su honestidad. El f¨²tbol rumano dej¨® de estar bajo sospecha cuando dimiti¨® como seleccionador por entender que en la Liga se ama?aban partidos, y regreso por decisi¨®n un¨¢nime de federativos y jugadores. Hoy, por tanto, no acepta ni la insinuaci¨®n de que Rumania, no s¨®lo por su situaci¨®n sino por el desgaste y des¨¢nimo de algunos jugadores, podr¨ªa ser un convidado de piedra en la clasificaci¨®n del grupo B.
Y, claro, si lo repite el general no van a desmentirlo los coroneles. Lacatus opina: "Queremos cambiarle la cara al equipo ganando a Espa?a". Popescu agrega: "Nos jugamos el prestigio". Y Raducioiu asiente: "Hay que poner a salvo nuestro orgullo".
?Y Hagi? ?Qu¨¦ piensa Hagi? No est¨¢ en la sala de prensa. Duerme como un lir¨®n a la espera del entrenamiento de la tarde. No hay dudas, sin embargo, sobre ¨¦l deseo del capit¨¢n. Hagi siempre dijo que cuando se pone la camiseta de Rumania juega con dos corazones. Hagi acaba por presentarse en el vest¨ªbulo del hotel justo en el momento en que un grupo de pe riodistas espa?oles forman un corrillo escenificando el partido de hoy. ?Os imagin¨¢is que ante una deshauciada Rumania... ? La pregunta no acaba. Hagi interviene desde lejos: "Eh. Cuidado. Un respeto. Somos gente humana. Hay que hablar bien. Vigilad lo que se dice. El tono". Y ah¨ª se frustra cualquier di¨¢logo. No sirven las argumentaciones del periodista intentando explicar el significado de deshauciar.
El capit¨¢n se siente menospreciado. Santo y se?a de toda una generaci¨®n de futbolistas rumanos que cre¨ªa en esta Eurocopa como su ¨²ltima oportunidad para lograr un ¨¦xito internacional, Hagi no quiere despedirse ?le cualquier manera del torneo Hoy, a los 31 a?os -debut¨® en la selecci¨®n en 1983 ante Noruega en Oslo (0-0)-, cumple su partido numero 100 con la zamarra nacional en un pa¨ªs que el pr¨®ximo curso puede ser su nuevo hogar -dispone de ofertas de varios clubes ingleses-. Huelgan m¨¢s comentarios. El Maradona de los C¨¢rpatos no ser¨¢ recibido esta vez en Bucarest al grito de ?Hagi presidente!, c¨®mo a tras el Mundial 94, pero la tropa de Hagi se merece un respeto.
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