Los pactos, el Estado-naci¨®n y el Estado-fundaci¨®n
Los pactos entre el Partido Popular y Converg¨¦ncia i Uni¨®, que hicieron posible la formaci¨®n del nuevo Gobierno, deber¨ªan servir para algo mucho m¨¢s sustancial que la incorporaci¨®n de los catalanes a la gobernabilidad del Estado. ?Alguien cree, de verdad, que esa incorporaci¨®n no se ha producido todav¨ªa?Como suele decir acertadamente el presidente Pujol, la Generalitat es el Estado en Catalu?a, y los catalanes, como los vascos, se sirven tan eficazmente como los dem¨¢s de sus ayuntamientos, diputaciones, parlamentos, y grupos parlamentarios en el Congreso, para penetrar en el tejido nacional, incluido el Consejo del Banco de Espa?a.
En v¨ªsperas del siglo XXI, y a la luz del cambio cultural y tecnol¨®gico en curso: ?cu¨¢l deber¨ªa ser el contenido de los pactos entre Gobierno central y Gobierno auton¨®mico? Mi sugerencia es sencilla: que los poderes auton¨®micos se ocupen de la pol¨ªtica y el poder central asuma las tareas realmente importantes. Ser¨ªa el comienzo de un proceso de transformaci¨®n institucional que conducir¨ªa desde el concepto actual de Estado-naci¨®n al concepto futuro del Estado-fundaci¨®n, mucho m¨¢s coherente con las exigencias del siglo XXI.
La civilizaci¨®n es el resultado de un compromiso entre tensiones opuestas que es preciso hacer compatibles: tradici¨®n y modernidad, percepci¨®n local y global, intereses materiales y espirituales, conocimientos reflexivos y experiencia pr¨¢ctica, exigencias del corto y del largo plazo. Dei todas estas tensiones, la peor asumida -el acuerdo de los expertos es aqu¨ª total- es la ¨²ltima citada, que ha llevado a la humanidad al borde de su propia extinci¨®n por la hegemon¨ªa desbocada de los intereses a corto plazo y el sacrificio ciego de los intereses m¨¢s permanentes. Tal ha sido el resultado de la concentraci¨®n de actividades de todas las instancias, Gobiernos locales, auton¨®micos y centrales, en el corto plazo. No hay quien se ocupe serena y profesionalmente del medio plazo, y de ah¨ª que los mejores, especialistas de la qu¨ªmica y la biolog¨ªa vaticinen que la especie humana, a este paso, batir¨¢ el r¨¦cord de las civilizaciones que han sobrevivido menos a?os; en todo caso, muy por debajo de los 100 millones que duraron los dinosaurios.
?Cu¨¢l es, pues, el ¨²nico fundamento l¨®gico del previsible reparto de competencias entre el Gobierno central y lo s auton¨®micos? Lo que distingue a unos problemas de otros, en este contexto, no es su grado de complejidad ni la cercan¨ªa a los ciudadanos -la distancia se ha esfumado con Internet-, sino los plazos para poder solucionarlos. Sencillamente, existen desaf¨ªos cuya soluci¨®n va mucho m¨¢s all¨¢ del corto periodo de tiempo dictado por una vida biol¨®gica. Hay problemas, sin duda los m¨¢s cruciales, cuyo contenido es intergeneracional, y en cuyas soluciones deben prevalecer los intereses muy a largo plazo de la comunidad sobre las ambiciones destructivas del corto plazo.
La protecci¨®n del medio ambiente es el problema intergeneracional por excelencia, pero hay muchos m¨¢s: la gesti¨®n de las pensiones y de los niveles m¨ªnimos de solidaridad; la investigaci¨®n b¨¢sica, cuyo coste no puede figurar en los precios individuafizados de todos los productos sin dejar de ser competitivos; pol¨ªticas de defensa; cambio clim¨¢tico; exploraci¨®n especial; la gesti¨®n universalmente compartida de los recursos colectivos: bosques, mares, r¨ªos y recursos energ¨¦ticos; velar por la diversidad de las especies; o la normativa ¨¦tica que debe acompa?ar a la manipulaci¨®n gen¨¦tica.
Que nadie intente identificar los supuestos principios l¨®gicos que orientaron el reparto actual de competencias entre autoridades centrales y auton¨®micas. Los criterios de la Constituci¨®n y los estatutos fueron profundamente azarosos, influenciados unas veces por el peso, en este caso liviano, de la historia, y en otras ocasiones por el principio de subsidiariedad que, llevado a sus ¨²ltimas consecuencias, dejar¨ªa al Gobierno central sin competencia alguna. Si lo que puede hacer sobrada y razonablemente el nivel inferior no debe abordarlo el nivel superior, en el estado actual de los conocimientos y las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, no existe ninguna funci¨®n de gobierno que catalanes y vascos no puedan ejercer con id¨¦ntico grado de excelencia que el propio Gobierno central.
A la luz de esta situaci¨®n, y de las exigencias crecientes de autogobierno, que son una componente b¨¢sica del cambio cultural en curso, resulta inevitable la retirada de la Admistraci¨®n central de la vida cotidiana. Los esfuerzos p¨²blicos deber¨¢n concentrarse en la soluci¨®n de las contingencias que dimanan del muy largo plazo; es decir, los impactos de fen¨®menos que inciden sobre varias generaciones y que, por tanto, escapen a las posibilidades de previsi¨®n y gesti¨®n de una sola vida.
La actuaci¨®n ineficaz e intimidadora del Estado-naci¨®n en la gesti¨®n de la vida cotidiana, ya de por s¨ª sobregestionada por Gobiernos locales y auton¨®micos, deber¨¢ dar paso a un Estado-fundaci¨®n comprometido con la soluci¨®n de los problemas intergeneracionales antes apuntados.
Todo el resto se podr¨¢ transferir a los poderes auton¨®micos y locales. Al recuperar as¨ª la posibilidad de que otras instancias se ocupen, por fin, de los desaf¨ªos a largo plazo ya no har¨ªa falta cuestionar, como preguntaba el cient¨ªfico Gerard O'Neil a sus alumnos de la Universidad de Princeton, si el planeta Tierra era el lugar m¨¢s adecuado para desarrollar una civilizaci¨®n tecnol¨®gica. Con el reparto vigente de competencias, o mejor dicho, con la obsesi¨®n actual de coincidir todos en el corto plazo, no resulta extra?o que la respuesta de los alumnos de Gerard O'Neil fuera masivamente negativa.
Ya que el destino quiso que se firmaran los pactos, aprov¨¦chese esa bendita ocasi¨®n para darles contenido. Lo l¨®gico hubiera sido perfilar los contenidos, primero, y, luego, firmar los pactos; pero el esp¨ªritu cartesiano no es consustancial del que hacer pol¨ªtico.
Eduado Punset. Ex ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.