?Gobierno sin oposici¨®n?
Atentos como est¨¢bamos a la inactividad del PP -hasta que ¨¦sta se ha trocado en hiperactividad febril: hoy recortes, ma?ana liberalizaciones, pasado farmacias-, no apercib¨ªamos otra inactividad menos visible: la de la oposici¨®n. Cierto que el Gobierno entrante merece un respiro para asentarse en sus sillones de mando. Pero debemos preguntar qu¨¦ cabe esperar de la oposici¨®n socialista en los meses (?a?os?) pr¨®ximos.Desde el oto?o de 1993 la pol¨ªtica espa?ola ha vivido al ritmo que le marcaban las revelaciones period¨ªsticas y sus ulteriores consecuencias judiciales. Hipotecado a la marcha de la justicia penal, el Gobierno PSOE era incapaz de retomar el vuelo, controlar su agenda, imprimir orientaci¨®n y, en definitiva, gobernar. Su paralizaci¨®n llev¨® a CiU a retirarle el apoyo y ello condujo alas recientes elecciones con las que los espa?oles esper¨¢bamos, entre otras cosas, dar un salto cualitativo m¨¢s all¨¢ de la judicializaci¨®n de la pol¨ªtica y la politizaci¨®n de la justicia. Al conocer los resultados electorales del pasado marzo, se?alaba en esta columna que eran los mejores posibles para el PSOE, pero no necesariamente para el socialismo. Me reafirmo en esa impresi¨®n inicial; a la que a?ado que tampoco eran los mejores para Espa?a. Pues el escaso margen de 300.000 votos ha reforzado al antiguo liderazgo socialista, el mismo que estuvo y est¨¢ preso de sus hipotecas jur¨ªdicas.
Yas¨ª, si a lo largo de la d¨¦cada 1983-1993 el PSOE carec¨ªa de oposici¨®n, me temo que el PP va a gozar del mismo trato durante bastante tiempo, tanto cuanto dure la incertidumbre GAL. Pues un PSOE que, como Gobierno, fue incapaz de quitarse de encima el lastre de sus altos cargos procesados o procesables, en la oposici¨®n aparece doblemente hipotecado: a las iniciativas y ritmos de la administraci¨®n de justicia, pero tambi¨¦n a las que el actual Gobierno puede tomar para favorecer, inhibir o retrasar las iniciativas judiciales. Pendientes de Garz¨®n o la Sala Segunda y pendientes de que el Gobierno acceda a revelar secretos de los que es hoy depositario o a la composici¨®n del nuevo Consejo General del Poder Judicial, los actuales l¨ªderes del PSOE, y m¨¢s all¨¢ del voluntarismo de no pocos de ellos (como Almunia, Rubalcaba o Borrell), s¨®lo pueden hacer lo que hacen: irse de viaje, callar o pedir perd¨®n.
Hipoteca que el propio PSOE contribuye a reforzar cada vez que la sede de Ferraz se ofrece como escenario de defensa de altos cargos inculpados, implicando al partido en cr¨ªmenes de Estado como antes trataron de implicar a los electores de Madrid, quienes, por cierto, contestaron de modo rotaundo. Y que se traslada a las "nuevas generaciones" socialistas cuando su ingreso en el partido es ocasi¨®n para lucir h¨¦roes de la guerra sucia como modelo de militantes, corrompiendo as¨ª el futuro del socialismo espa?ol.
Pero si repasamos c¨®mo se pudo llegar a las atrocidades del caso GAL, o c¨®mo fue posible la corrupci¨®n continuada del Ministerio del Interior o del Gobierno de Navarra, la respuesta es siempre la misma: debilidad de los controles institucionales (Parlamento, Tribunal de Cuentas, Fiscal¨ªa del Estado) a causa de la inexistencia de una oposici¨®n activa. Todo lo que puede salir mal acaba saliendo mal y un Gobierno sin oposici¨®n est¨¢ abocado a excesos. Por ello, y m¨¢s all¨¢ de la pospuesta y probablemente abortada renovaci¨®n del PSOE (pendiente de un congreso cuyas fechas dependen de la Sala Segunda), lo relevante es si nos encontramos, de nuevo, con un Gobierno sin oposici¨®n. Cierto que el pa¨ªs ha superado la ingenuidad reverencial hacia su ¨¦lite pol¨ªtica y tanto la prensa como la judicatura tienen el camino abierto para hacer cumplir las leyes a los nuevos gobernantes. Pero confiar en los controles de la prensa o la justicia es, lamentablemente, desconfiar, de nuevo, de los controles pol¨ªticos y, muy especialmente, de los del Parlamento. Pues quienes distorsionaron la pol¨ªtica espa?ola como partido de Gobierno siguen distorsion¨¢ndola, ahora como partido de la oposici¨®n. Y as¨ª, hemos cambiado de Gobierno, pero quiz¨¢s al precio de quedarnos sin oposici¨®n.
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