?Negociar, qu¨¦?
HAC?A TIEMPO que la Mesa del Pacto de Ajuria Enea no se reun¨ªa con tantas expectativas como hoy de retomar el liderazgo de las fuerzas democr¨¢ticas en la lucha contra ETA y de aportar soluciones s¨®lidas y consensuadas al conflicto en Euskadi. Es por esto por lo que ETA intenta retomar la iniciativa con su oferta de tregua, que, mientras siga matando y mantenga secuestrado al funcionario de prisiones Jos¨¦ Antonio Ortega Lara desde hace m¨¢s de cinco meses, es tan s¨®lo un cruel sarcasmo. Hace cinco d¨ªas le amputaba las piernas a un empleado de la patronal vasca Adegui al pretender matar a su secretario general, Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Urtxegi.Parece ahora ya cierto el hecho de que desde julio del pasado a?o el Gobierno socialista mantuvo vivo alg¨²n tipo de contactos indirectos con ETA por medio del premio Nobel P¨¦rez Esquivel y la organizaci¨®n pacifista Elkarri. Nada hay que objetar a los mismos si se limiraron a ser sondeos para ofrecer a los terroristas lo ¨²nico que pueden esperar: un trato generoso del Estado de derecho a cambio del abandono definitivo de la violencia. La sangrienta actividad de ETA en los ¨²ltimos meses niega efectividad a las gestiones de P¨¦rez Esquivel o Elkarri. Esto no quiere decir que se deban abandonar los intentos de convencer a los terroristas de la tr¨¢gica inutilidad de su lucha. Ni que deban dejarse de buscar f¨®rmulas de desgajar de esa carrera hacia la nada al mayor n¨²mero posible de militantes de la misma. Ya. sea con el acercamiento de los presos a sus lugares de origen u otras medidas que fomenten la - reinserci¨®n social, que es, mal que pese a alguno, mandato constitucional.
La situaci¨®n actual abre ciertas posibilidades. Tan s¨®lo hace seis meses, la principal preocupaci¨®n de la Mesa de Ajuria Enea era evitar que sus grietas se hicieran irreparables. Demasiados errores -el principal de todos ellos, la tendencia de algunos de los firmantes de capitalizar- pol¨ªticamente el problema de la violencia la hab¨ªan situado al borde del colapso.
Hoy el escenario pol¨ªtico es m¨¢s favorable para las fuerzas democr¨¢ticas. El Gobierno del PP ha establecido un acuerdo parlamentario con el PNV y ha reconsiderado algunas de sus posturas m¨¢s radicales al respecto. Aunque sea efecto de la aritm¨¦tica parlamentaria, como afirma en una sorprendente -pero para nada in¨²til- entrevista a Egin el secretario del PP en Euskadi y sucesor de Jaime Mayor Oreja en la Mesa de Ajuria Enea, Carlos Iturgaitz, el esfuerzo de realismo que est¨¢ haciendo el nuevo Gobierno en cuestiones como la renuncia al Cumplimiento ¨ªntegro de las penas o el acercamiento individualizado de los presos etarras al Pa¨ªs Vasco es digno de aplauso. Sin duda, es en gran parte achacable al buen criterio del ministro del Interior.
El consenso de las fuerzas democr¨¢ticas sale ganando con ello. El objetivo b¨¢sico del pacto es evitar que ETA obtenga beneficios pol¨ªticos de la violencia. La experiencia del PSOE en el Gobierno garantiza que en la oposici¨®n no cometer¨¢ frivolidades en cuesti¨®n tan vital. La unidad de las fuerzas democr¨¢ticas -nacionalistas y no nacionalistas- siempre reduce la vulnerabilidad del Estado. De ello da prueba la reacci¨®n un¨¢nime ante el anuncio de ETA de su tregua. Nadie puede tomar en serio esta broma de mal gusto.
La reactivaci¨®n del Pacto de Ajuria Enea pasa por afianzar sus posiciones de partida, no por caer en otras susceptibles de provocar enfrentamientos en su seno. El derecho de autodeterminaci¨®n que Eusko Alkartasuna (EA) quiere introducir en el pacto para favorecer el acercamiento a Herri Batasuna (HB) es una de ellas. Porque contradice la l¨®gica del Estatuto de Gernika y modifica las bases del pacto que se apoya en, la validez del marco auton¨®mico.
Es posible que el Pacto de Ajuria Enea requiera "propuestas de ofensiva" para reactivarlo. Grave ser¨ªa si la mesa se convierte en caja de resonancia del comunicado de ETA. S¨ª debe exigir que, como inmediata prueba de seriedad de su oferta, libere al secuestrado. Despu¨¦s, si la banda deja de matar, habr¨¢ tiempo para buscar f¨®rmulas que incorporen a los presos y huidos a la sociedad vasca. Eso s¨ª, siempre desde la premisa del consenso entre los dem¨®cratas, que es el principal garante del final dialogado de la violencia.
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