Pobre, dulce pelota

Quiz¨¢ la pelota sea t¨ªmida, sensual, femenina: un s¨ªmbolo de la v¨ªctima, y golpeada siempre por el feroz bate -machista, f¨¢lico, implacable- sin que le quepa la posibilidad de escaparse: un enorme guante la. captura. Quiz¨¢ se pueda tomar as¨ª ese drama que representa la compa?¨ªa Momix en el mundo (en este caso, el Teatro Alb¨¦niz de la Comunidad de Madrid). Puede. tener alguna metaf¨ªsica: la pelota surge de la mano del hombre original -antropoide, lo que sea- como su primer invento; alcanza su perfecci¨®n cuando el hombre, pensante y reflexivo, inventa una cumbre de la humanidad como es el b¨¦isbol; y el b¨¦isbol cumple el dictado universal y decae, y va a morir.El espect¨¢culo, visto as¨ª, es un poco tonto. Visto solo como la exaltaci¨®n de un deporte, lo es tambi¨¦n sobre todo en Espa?a, donde hemos adoptado todo lo americano, a veces con un placer superior a sus m¨¦ritos -?la hamburguesa, el chicle!-, otras sin hacerle toda la justicia debida -su cine, su literatura-, pero donde ni el b¨¦isbol ni el idioma han conseguido penetrar.

Momix es un producto americano cien por cien. Su creador, Mosees Pendelton, es un granjero de Vermont -la palabra momix es el nombre de un pienso para ganado- impregnado de cultura musical y coreogr¨¢fica: europeas, sobre todo. Con Picasso, con Satie, con Mussorsgki. Ha venido otras veces a Espa?a, y ha admirado. Tambi¨¦n esta vez. Si dejamos significados o simbolismos, y nos quedamos con la belleza del cuerpo humano bailando, con la calidad del conjunto, con las luces, los trucos, los artefactos con que hace el misterio, o la magia, sigue siendo uno de los buenos maestros de danzar.

En esta escala de Madrid est¨¢ teniendo el ¨¦xito que es justo.